¡Pista!, ¡Calle! o ¡Calle 1! es lo que se grita al corredor que ocupa dicha calle de la pista, cuando hace series a un ritmo menor que otro que viene por detrás, con la intención de que se aparte.
Calle 1 es también un blog sobre atletismo, una remembranza de aquellos tiempos en los que uno podía gritar esa especie de contraseña. Un blog en el que relacionar el atletismo con la literatura, el cine, el arte y los viajes; en definitiva, con todo aquello que nos hace más agradable la vida.
Fútbol y ajedrez: Final del Mundial de Clubes 2025 Fotografía: Pedro Delgado
Me encantó leer unas líneas en la prensa en las que Enzo Maresca, el entrenador del Chelsea, hacía alusión al ajedrez al hablar de la final del Mundial de Clubes 2025:
Somos un equipo al que nos gusta mantener el balón. A ellos también. A ellos les gusta presionar arriba. Nosotros hacemos lo mismo... Creo que va a ser un partido en el que habrá poco proceso de pases porque el otro equipo quiere presionar. Tengo la sensación de que va a ser más un partido de atacar, atacar, atacar... Me gusta mucho el ajedrez. Veo muchas cosas similares al fútbol y creo que a nivel táctico cada partido tiene movimientos no de ajedrez, pero sí que yo considero importantes. Si el rival hace algo, yo inmediatamente intento hacer otra cosa. ¿Si este partido tiene algo de ajedrez? Por supuesto. ¿Si va a ser un partido de ajedrez muy difícil? Por supuesto, pero vamos a intentar disputarlo.
Enzo Maresca, entrenador del Chelsea
Efectivamente fue un partido netamente ofensivo, una partida de ajedrez que se decantó claramente por el lado del Chelsea, con la misma contundencia con la que el PSG de Luis Enrique se había plantado en la final. Enhorabuena a ambos por el juego desplegado.
Tablón de anuncios del pabellón deportivo del I.E.S. Isaac Albéniz de Málaga Fotografía: Pedro Delgado
En el diario EL PAÍS de hoy, me he encontrado con un artículo de Andoni Zubizarreta, el exguardameta del Alavés, el Athletic, el Barcelona, el Valencia y la selección española. Y por aquello de que trata el tema Vinicius y el vergonzoso episodio que vivió éste en Mestalla, y porque se ha dado el caso de que algunos de mis alumnos me han preguntado qué opino al respecto, he colgado en el tablón del pabellón deportivo del instituto las acertadas palabras de Zubi.
Cromo de Zubizarreta (Ath. Bilbao). Liga 84-85. Ediciones Este Imagen descargada de El sitio de mis cromos
PAISAJES / ANDONI ZUBIZARRETA ¿Qué pensarán los hijos?
Era un sábado por la tarde del invierno de 1979, llovía, jugábamos fuera y el partido se disputaba a las 15.00, no por no coincidir con ninguno televisado sino por la simple razón de que en aquel entonces los campos de Tercera División, la Primera RFEF actual, no contaban con luz artificial y había que aprovechar cada rayo de luz para jugar el partido. El césped estaba, como siempre, pesado, húmedo y resbaladizo, y nosotros necesitábamos ganar para seguir en la parte alta de la tabla, un lugar donde nadie nos esperaba pero que partido a partido habíamos ido consolidando. El partido empezó de tanteo, poco juego, nada en medio campo y mucho balón largo, mucha disputa, mucho balón dividido y mucha falta. Aquel fútbol. No había pasado nada en las áreas, pero detrás de mi portería se movía nervioso un seguidor rival que mezclaba gritos a favor de su equipo con unos cuantos insultos, imprecaciones y frases de desprecio para los míos. Visto que no conseguía ningún resultado, empezó a fijar su objetivo en el jugador contrario que estaba más cerca: nuestro portero, mi espalda. Solo recuerdo que repasó todas las opciones de insulto que había, en euskera y en castellano, doble ración, hasta que un balón salió fuera de puerta y la pelota rodó hasta la valla que separaba el campo de la grada. Yo me dirigí pausado hacia el esférico, el resultado nos venía bien y, aunque todavía no había conocido a Johan para saber que cuando el rival quiere jugar rápido tú debes ir lento, algo de eso intuía. Llegué, llegamos, a la pelota a la vez, el hincha desaforado y yo, recogí con mimo el balón mientras cerraba mentalmente mis oídos, mi mente, y en ese segundo exacto levanté la mirada y le dije en voz baja, casi susurrando "¿Qué pensarían tus hijos si te vieran en este momento?".
El efecto fue casi mágico y donde tenía alboroto, ruido y desprecio, todo se convirtió en silencio, un silencio abrumador.
El partido discurrió favorable a nuestro equipo, ganamos y, tras la correspondiente ducha, salí de los vestuarios, entonces también de los últimos, para encontrarme con mi padre y volver a Aretxabaleta juntos cuando se nos acercó un señor a quien no conocíamos y que lo primero que nos dijo fue: "Perdón".
Era el aficionado exaltado que se había dado cuenta de que su actitud no era la adecuada y que demandaba una cierta y católica absolución de mi parte. Le dijimos que no había problema, que el fútbol saca, a veces, una pasión desmedida y con ello, también a veces, lo peor de nosotros. Algún abrazo de despedida, buenos deseos para el futuro y marchamos hacia el coche, que ya era de noche, llovía y teníamos una hora de viaje hasta casa.
En algo de eso pensaba cuando veía a Vinicius señalar a quienes le estaban insultando y recordaba la capacidad que tiene el profesional del fútbol para abstraerse del ambiente pero, a la vez, poder ponerle cara en determinados momentos a los insultos y las actitudes más exacerbadas.
Y entendía que, por muchas medidas que se tomen, hay cuestiones que necesitan de cada uno de los que asistimos a los estadios para que se puedan subsanar y que no es cosa de protocolos, normativas ni cámaras, sino de implicación de cada uno de nosotros para que ese tipo de actitudes no se den en nuestro entorno. Para que si sale lo peor de nuestra personalidad alguien nos recuerde lo que pensarían los nuestros si nos vieran en tan abyecta actitud, esa que insulta escondida y justificada en la masa.
Una hora después del partido de Mestalla me ponía, otra vez, delante de la tele para ver el Sevilla-Betis y fui testigo de la acogida del público de Nervión a Joaquín. Parece que esto ha quedado en simple rivalidad sevillana, derbi, pasión y tantas historias vividas, pero no sé yo si los padres de los que insultaban al 17 verdiblando estarían muy satisfechos.
Y ya que Andoni menciona a Joaquín, quisiera desearle desde aquí lo mejor al delantero bético que se despide de los aficionados con un partido homenaje el próximo día 6 de junio en el Benito Villamarín. Sé de dos* que vamos a disfrutar de lo lindo con ese partido. Joaquín, pisha, gracias por ese arte y esas risas.
Raúl García habla sobre la importancia de los profesores Fotografía: Pedro Delgado
En el tablón del pabellón deportivo del instituto, tengo clavado con chinchetas un recorte del periódico El PAÍS con una entrevista a Raúl García, futbolista del Athletic Club. En la parte final de la misma, cuando le preguntan por los comportamientos agresivos que sigue habiendo en las gradas, Raúl comenta que es un tema de educación.
«¿Le ve arreglo?», le interpela el periodista. Y Raúl García, el tercer futbolista que más partidos ha jugado en Primera, sólo por detrás de Zubizarreta y Joaquín, le da una respuesta digna de aparecer en esta sección:
Es un tema que viene del colegio. Para mí el futbolista no tiene ninguna importancia en la sociedad. Para mí, importancia la tiene un profesor. Un profesor es el que intenta educar o dar valores. Tenemos que valorar al profesor como se debe. Hay que darle importancia a la gente que está en la base. Yo dejo a mi hijo en el colegio, y la persona que está con mis hijos tiene una importancia increíble y hay que darle esa importancia. Pero no se valora.
Si quieren leer la entrevista completa, realizada por David Álvarez y Jon Rivas, pueden clicar sobre el siguiente enlace:
Quería escribir una entrada sobre los aspectos desagradables que rodean al Mundial de Fútbol de Qatar, pero motivos de peso, de los que ya les hablaré en otra ocasión, me impedían centrarme delante del ordenador. Hoy, al abrir las páginas del diario Sur, me topé con este texto del escritor y columnista Antonio Soler, y pensé que ya no era necesario que yo escribiese nada.
Pan y circo Por Antonio Soler
Lo escribió Juvenal allá por el año 100 antes de Cristo a la vista de la decadencia del sentido crítico en Roma. Luego lo hemos ido repitiendo en distintas versiones. Ahora resucita a raíz del mundial que hoy empieza en Qatar. Es el mundial del despropósito, el del petróleo, el de la liga partida y el de la resignación ante el cash, la pasta, la plata, el dólar, da igual en qué idioma o jerga se exprese. Y también se ha convertido en el mundial de la ética. Miles de trabajadores inmigrantes, esclavos en la práctica, han muerto en las obras de los estadios levantados en medio de la polvaranca, las cabras y las torres petrolíferas.
Pero allí vamos. Los países del jardín europeo, que dijo Borrell, los de la jungla, los bosquimanos y las superpotencias. Porque lo dice el señorito/jeque de Qatar que quería su mundial y porque finalmente hay que seguir con el circo. Si en ese país no se respetan los derechos humanos, si la mujer vive como en la edad media y la democracia es un cuento chino, habrá que tragárselo, porque la pelota sigue rodando en la cancha global. El presidente de la FIFA, con el nombre, adecuado para la ocasión, de Infantino, ha salido en defensa del país organizador y ha llamado hipócritas a los críticos. Pero no se trata de hipocresía. Se trata de reconocimiento, de aceptación. De saber dónde pisamos y qué hay bajo el césped. Cuánta miseria hay bajo esa alfombra, en los cimientos de esos estadios y de esos hoteles de lujo extra.
Europa, según Infantino, debe pedir perdón por los últimos trescientos años de abusos coloniales. El pasado, las guerras napoleónicas. Matusalén. Maniobra infantil del forrado Infantino. Porque no se trata del ayer, sino del hoy. Del presente de un país que representa, justamente, el pasado, por mucho dinero, plata o guita que tenga. El pasado moral encerrado en rascacielos de oro. Infantino se siente hoy, según ha confesado, catarí, africano, gay, discapacitado y trabajador. Cualquier cosa con tal de que la pelota y la plata sigan rodando. Mejor habría hecho Infantino en no apelar a la historia y aceptar humildemente las condiciones del planeta, el movimiento macroeconómico y la necesidad del circo por una parte del pueblo. No sé si con eso de trabajador, Infantino quería decir que también se siente obrero, marxista. El inventor de aquello aseguró que la religión era el opio del pueblo. El fútbol es el nuevo opio, el nuevo circo y para muchos hooligans la nueva religión. Pues eso. Para qué buscar más explicaciones ni apelar a tres o veinte siglos de historia. Hay que ir a misa, al estadio, comulgar con el gol y purgar los pecados. Amén.
La reciente disputa de la final de la Supercopa, en el extraño escenario de Riad, y el pase del Athletic a los cuartos de final de la Copa del Rey, me ha recordado que tenía pendiente de subir al blog una entrada, plena de emotividad, en la que el Athletic de Bilbao tiene todo el protagonismo. Así que, sin más demora, he añadido las fotografías y los vídeos y le he dado a Publicar.
Igor Porset, autor de Ser Williams Fotografía: Fundación Athletic Club
Luis Aragonés decía que el fútbol tiene música, y Del Bosque también disfrutaba con el sonido del toque de balón en los rondos, ese Tac-ta-tac que se produce al tocar el balón con el interior. Pues bien, en Bilbao, además de música, el fútbol tiene literatura.
El año pasado, la Fundación Athletic club celebró la XI edición de Letras y Fútbol, un festival que establece puentes entre el fútbol y la literatura, con charlas de escritores y deportistas en torno al tema y la edición de un libro que contribuya al fomento de la lectura. Si Óscar de Marcos causó sensación en 2019 con Togo, en 2020 le tocó el reto a Igor Porset Domingo con Ser Williams.
Madre –¿Y ya sabes de qué va a ir el libro?
Yo –Más o menos.
Madre –Ah, Sí, pues dime.
Yo –A ver, Ama, ¿qué nos dijeron?
Madre –No me acuerdo. Dímelo tú.
Yo –Pues lo repitieron muchas veces.
Madre –¿El qué?
Yo –Me dijeron: "Igor, tú no te preocupes. Lo importante es que tengas una historia que contar. Eso es lo único que hace falta." Eso es lo que me dijeron.
Madre –¿Y?
Yo –Pues que yo tengo muchas historias que contar, Ama.
Igor Porset también es jugador del Athletic, aunque en su caso juega en la Liga Genuine, una iniciativa integradora que se inició en la temporada 2017/2018, con el objetivo de normalizar la práctica del fútbol en las personas con discapacidad intelectual, y en la que participan equipos Genuine de todos los clubes de la liga española. Una competición pionera en el mundo de la que debemos estar muy orgullosos, pues da voz y ayuda a visibilizar la realidad de las personas con discapacidad intelectual, a la vez que les permite reivindicar su valía.
Los que escribimos sabemos del esfuerzo que supone terminar una novela, por eso valoro el tiempo que Igor le ha dedicado a la suya, así como el punto de vista, la estructura y el tono que le ha dado. Su voz, tierna e inocente, nos conmueve desde las primeras páginas de Ser Williams, cuando nos habla (a nosotros y a su madre) desde sus 12 años.
Igor y su madre Fotografía: Ser Williams
Yo –Ama, ¿Cómo era lo que me pasa?
Madre –¿Síndrome de Williams?
Yo –No, ya sé que se llama Síndrome de Williams. ¿Pero, qué es lo que tengo?
Madre –Discapacidad intelectual.
Yo –No, discapacidad intelectual no. Lo otro. Lo que tú sueles contar.
Madre –¿Trastorno genético en el cromosoma número 7?
Yo –¡Eso!
Madre –¿Y por qué quieres saberlo?
Yo –Para aprendérmelo de memoria.
Madre –¿Y por qué quieres aprendértelo de memoria?
Yo –Para responder cuando me preguntan.
Madre –Ajá. Así que cuando te pregunten qué es el síndrome de Williams, tú vas a responder que es un trastorno genético en el cromosoma número 7.
Yo –Sí. Exactamente.
Madre –¿Y qué vas a responder cuando te pregunten qué es un trastorno genético en el cromosoma número 7?
Los capítulos de Ser Williams van dando saltos en el tiempo, por lo que hay muchos Igors en este libro: el Igor de los 12 años, el de los 13, 14, 15, 18, 20, 25, 26 y 27 años. Todos barajados, como cuando agarramos un mazo de cartas.
Mikel –Mi madre me ha dicho que eres especial.
Yo –A mí mi madre me ha dicho que todos somos especiales.
(El Igor de los 12 años)
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Con la camiseta que le regaló Aduriz cuando cumplió los 15 años (2007) Fotografía: Ser Williams
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Es el 6 de abril de 2008.
El Athletic de Caparrós juega contra el Espanyol de Txingurri.
Mi Ama y yo vamos juntos a San Mamés.
En casa tenemos dos carnets y nos turnamos para ver al Athletic.
A mí me gusta ir con mi madre. Así podemos quedarnos después de los partidos.
Esperamos a la salida de los jugadores.
Suele haber bastante gente esperando. Estamos todos atentos.
¡Ahí viene Yeste!
¡Ahí viene Javi Martínez!
Es guay. Me gusta esa tensión.
A veces los futbolistas pasan muy rápido. Sobre todo, si hemos perdido el partido.
Pero a mi Ama no le da vergüenza llamar a los jugadores.
Levanta la mano. Grita. Insiste.
Mi Ama es capaz de hacer cualquier cosa por mí.
Al final, se paran y me saco fotos con unos cuantos. Además, casi todos nos conocen de cuando estuvimos en Lezama.
(El Igor de los 15 años)
***
Mi nivel académico es de cuarto de primaria más o menos.
Eso dice mi madre.
Hubo un momento en que no entendía a los profesores.
No recuerdo cuántos años tenía.
Mis compañeros se quedaban en clase y yo me iba a un aula especial.
En el insti iba a un aula de Aprendizaje de Tareas.
No era buen estudiante. Pero siempre me han tratado bien, la verdad.
Me gustaba pintar. Y sigo pintando.
Pinto personajes de Marvel.
Mi superhéroe favorito es Ironman.
Tengo algunos cuadros bastante chulos.
Están llenos de color. Colores diferentes. Colores vivos.
Una vez pinté un elefante. Era de todos los colores, menos gris.
Y ahora estoy escribiendo un libro. Este libro.
Me hace ilusión contar mi vida.
Al principio, tenía dudas, porque yo solo no puedo escribir un libro. Necesito ayuda. Pero estoy muy contento.
Para tener un nivel académico de cuarto de primaria creo que escribo bastante bien.
Aunque soy mejor futbolista que escritor.
Eso también está claro.
(El Igor de los 27 años)
***
Madre –Igor, ¿has hecho los deberes?
Yo –No.
Madre –Pues tienes que hacer los deberes.
Yo –Estoy estudiando.
Madre –¿Cómo que estás estudiando?
Yo. –Estoy con el Espanyol.
Madre –A ver, Igor, no me engañes. ¿Qué estás haciendo? ¡Pero si eso es el álbum de LaLiga!
Yo –No es el álbum de LaLiga, Ama. Es la guía Marca de esta temporada.
Madre –¿Y tienes que estudiar eso ahora?
Yo –Tenemos que fichar a Gorka. Es que es muy bueno.
Madre –¿Pero de qué Gorka me hablas?
Yo –Gorka Iraizoz, Ama. Es buenísimo. Seguro que quiere volver.
Madre –Igor, te sabes los nombres de todos los jugadores de Primera División, ¿sí o no?
Yo –Sí. Más o menos.
Madre –¿Y la tabla de multiplicar qué?
Yo –Es que es muy difícil.
Madre –Eso es trampa, Igor. Si puedes aprenderte nombres, puedes aprenderte números, ¿verdad?
Yo –Sí. Tamudo lleva el 23. Es el mejor. Pero no podemos ficharle.
(El Igor de los 14 años)
Igor es increíble. Capaz de arrancarte una carcajada –sublime el momento Del Nido en la semifinal de Copa del 2009 contra el Sevilla–, como de ponerte un nudo en la garganta.
***
Me cuesta contar esto. Por que todavía me duele.
Murió. Elena murió.
No sé de qué, pero murió.
Y era una de mis mejores amigas.
Tenía Síndrome de Williams también.
Nos llevábamos muy bien. Muy bien.
Nos entendíamos perfectamente.
Estábamos genial juntos.
Nos queríamos mucho.
Una amiga de verdad.
Nos veíamos una vez al año, en el campamento de verano.
Pero ese último año no pudo venir.
Yo pregunté por ella y me dijeron que estaba enferma.
También le pregunté a mi Ama.
Madre –Elena está muy malita la pobre.
Preguntaba todos los días por mi amiga.
Pero las respuestas eran siempre parecidas.
Hasta que un día mi Ama me dijo:
Madre –Igor, Elena se ha muerto.
Yo –No me digas eso.
Es un dolor muy grande.
No lo llevo bien.
Está siempre dentro de mí.
Cuando miro una foto de Elena, sale el dolor y me deja hecho polvo.
No entiendo que se haya muerto. No lo puedo entender.
Nadie me lo ha explicado nunca.
Me dicen que es ley de vida y esas cosas.
Pero yo no entiendo qué es la ley de vida.
Yo la ley de vida la veo mal.
Está mal hecha.
No sabes ni en qué momento te puedes morir.
Vaya mierda de ley.
Por eso he querido compartir Ser Williams con los alumnos de mi instituto, y no he parado hasta conseguir llevar un buen montón de ejemplares a la biblioteca del centro. También de Togo, la novela que tenía perdida de Óscar de Marcos que, por cierto, sale en la página 143 de la de Igor, en el 1-3 contra el Manchester United en Inglaterra, lo que entronca de alguna manera los dos libros. En ellos centré el curso pasado el trabajo de la tercera evaluación de los alumnos de 2º y 3º de la ESO: Ser Williams para los de 2º y Togo para los de 3º, con la realización de un cuestionario* al final. Y luego, algunos alumnos de 2º, 3º y 4º realizaron un vídeo de promoción para subir nota. Vídeos como estos que seguro os incitan a la lectura (podéis descargaros los libros en la página de la Fundación: www.athleticclubfundazioa.eus).
Nerea Cebrero, María Vallejo y Lidia Cebrero, autoras de las reseñas de Ser Williams Biblioteca del I.E.S. Isaac Albéniz de Málaga, 24 de junio de 2021 Fotografía: Pedro Delgado
Siempre me ha gustado tirar las faltas. También cuando iba a la escuela. Puedo chutar bastante fuerte. Más fuerte de lo que la gente cree.
Alguno ya se ha llevado un buen balonazo.
Mikel, por ejemplo.
Se pensaba que porque tengo Síndrome de Williams le pegaba mal a la pelota.
Yo –Apártate por tu bien.
Mikel –Tú chuta, cromosoma. A ver si llegas…
Pues toma barrenazo.
Resultado: las gafas de Mikel rotas y la ceja partida.
Mikel –Tío, estoy sangrando… ¡Me voy a morir!
Yo –Todos nos vamos a morir, Mikel.
No quisiera terminar esta reseña sin mostraros al equipo Genuine de mi ciudad, el Málaga CF, en un vídeo que muestra el buen rollito que tienen.
Y esto es todo. Como se despedirían los del Athletic: ¡Aupa Athletic Tratará!
Nota: Esta entrada está dedicada a Nerea Cebrero, María Vallejo y Lidia Cebrero, alumnas ejemplares a las que echo mucho de menos; a Mario Villén y Lucía Jaime, autores del Teaser; y a todos los alumnos que leyeron y se prendaron del texto de Igor. Gracias a él y a Josemari Isasi por echarle horas al libro.
Alumnos de 2º de ESO en la biblioteca del I.E.S. Isaac Albéniz de Málaga Ser Williams, de Igor Porset Domingo (Fundación Athletic Club) Fotografía: Pedro Delgado
Alumnos de 2º de ESO en las pistas polideportivas del instituto Isaac Albéniz Ser Wiliams, de Igor Porset Domingo (Fundación Athletic Club) Fotografía: Pedro Delgado
*Cuestionario sobre la lectura de Ser Williams de Igor Porset Domingo (por si algún profesor de Ed. Física o de Lengua y Literatura se anima este curso):
1. ¿Qué es el Síndrome de Williams?
2. ¿Qué es LaLiga Genuine y qué objetivos persigue?
3. ¿En qué consiste el premio Fair Play de LaLiga Genuine?
4. ¿Por qué jugador que no es del Athletic siente Igor pasión?
5. ¿Qué le regalaron a Igor por su 15 cumpleaños?
6. ¿Cuál es la filosofía del Athletic Club de Bilbao?
7. ¿Qué te ha parecido la lectura y qué enseñanza has extraído de ella?
8. Señala alguna frase del libro que te haya llamado la atención.
Cuestionario de Togo de Óscar de Marcos:
1. Localiza Togo y su capital en un mapa de África.
2. ¿Con qué centro educativo va a colaborar Óscar de Marcos y cómo se llama el religioso que lo dirige?
3. ¿Qué enfermedad pasó Óscar de Marcos durante sus años de estudiante en el instituto?
4. ¿En qué equipo comenzó a jugar Óscar de Marcos?
5. ¿Qué es necesario para que un equipo funcione?
6. Anota alguna frase que te haya llamado la atención.
7. ¿Qué enseñanza has sacado del libro?
Pueden leer mi reseña de Togo, de Óscar de Marcos, clicando este enlace.
Todo en su medida. La Copa América está escapando de dos realidades continentales. Se iba a jugar en Colombia y Argentina, pero el primer país está en medio de un violento conflicto social y el segundo espantado por la covid que no cesa. Ahora se maneja Brasil como posibilidad, pero yo me pregunto: ¿usted sabía que en pocos días se juega la Copa América? ¿Y que mientras la esperamos se juegan partidos clasificatorios para el próximo Mundial? Y con respecto a la Eurocopa, ¿usted es capaz de decir qué países serán sedes y albergarán a qué selecciones? Yo tengo el diagnóstico a lo que a usted le ocurre: atracón de fútbol. Cuando era pequeño había un programa humorístico de sketches, y en uno de ellos el panadero se quejaba porque la gente siempre le pedía lo mismo: pan. A este cronista de fútbol le empieza a pasar lo mismo: podrido de fútbol.
El juego infinito / Jorge Valdano (El País, 5 de junio de 2021)
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Viñeta de El Roto. Diario El País, 12 de junio de 2021
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El juego más fácil. Para mayor gloria de Bolsonaro, la Copa América al fin se jugará en Brasil, conquista más política que deportiva. La delegación que llegue hasta las últimas instancias estará encerrada hasta 26 días en uno de los países en los que la covid campa por sus respetos con la venia del mismo Bolsonaro. La Conmebol quiere que la fabulosa maquinita que produce emociones y dinero no se detenga, sea cual sea la sede que la acoja. Los jugadores de Brasil no parecían muy dispuestos a jugar, pero como nadie hablaba claro, el debate fue creciendo con la literatura de siempre: encima de privilegiados, traidores a la patria. Hasta que sacaron un mensaje dirigido a la afición en donde se muestran en contra de la Copa América, pero dispuestos a jugar. En resumen, decían: es una locura, pero lo hacemos por Brasil. Como se puede observar, el juego de moda no se llama fútbol, sino populismo, y ya lo saben jugar hasta los futbolistas.
El juego infinito / Jorge Valdano (El País, 12 de junio 2021)
En Málaga se organizan muchas actividades culturales, pero se publicitan poco y uno se suele enterar de ellas a toro pasado. Eso fue lo que me ocurrió con la primera conferencia del ciclo Fiebre en las gradas, el cual coordina el onubense Miguel Pardeza, exfutbolista del Real Madrid, del Real Zaragoza y de la selección española, y autor de dos novelas de tintes autobiográficos, Torneo y Angelópolis, la primera de las cuales ya reseñé en este blog*.
Juan Bonilla y Miguel Pardeza en La Malagueta. Marzo de 2021 Fotografía: Miguel Fernández (Diario Sur)
El encuentro literario futbolístico se celebró en el centro cultural La Malagueta el día 10 de marzo, y en el estrado dialogaron Miguel Pardeza y Juan Bonilla, escritor jerezano ganador del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa y del Premio Nacional de Literatura. De haberlo sabido, me habría acercado a escucharlos, y me habría llevado debajo del brazo mi ejemplar de Torneo para que Pardeza le pusiera su firma bajo una dedicatoria.
Afortunadamente, podemos presenciar la charla a través del vídeo que ha subido el centro cultural a su página web.
Camus fue portero del Racing de Orán, y Nabokov del Cambridge. A un portero le dedicó uno de sus mejores poemas Rafael Alberti y Celaya le contestó airado con otro poema. El fútbol, como casi toda actividad radiante de la juventud de los años veinte, ocasionó mucho interés por parte de poetas y novelistas -la primera novela de J. A. Zunzunegui tenía a un delantero centro como protagonista-. ¿Qué han buscado los poetas y los novelistas en el fútbol? ¿Qué han encontrado? ¿Qué hay de poético en un partido o un estadio lleno de hinchas? Y también, ¿qué hay de futbolístico en la poesía? El fútbol ha legado imágenes y expresiones que sin duda han sido utilizadas con fines poéticos en muchas ocasiones. El ponente repasará algunas de las mejores jugadas de la relación entre poesía y fútbol, remitiéndose en ocasiones a su propia obra y contando las experiencias de las que surgieron los textos que tienen algo que ver con el fútbol.
Juan Bonilla y Miguel Pardeza. La poesía del fútbol
Centro Cultural La Malagueta
#Fiebreenlasgradas
Miguel Pardeza regresó a Málaga el 16 de abril, para dialogar con el periodista Tomás Roncero sobre la influencia que tienen los medios de comunicación deportivos en nuestro tiempo, la resonancia que facilitan las redes sociales y el protagonismo que han tomado los propios periodistas en la noticia.
Tomás Roncero con Miguel Pardeza. La influencia de la prensa deportiva
Centro Cultural La Malagueta
#Fiebreenlasgradas
A ver qué nos aguarda la temporada que viene el ciclo Fiebre en las gradas, título que, por cierto, rinde homenaje a la novela de Nick Hornby en la que expresaba su pasión por el Arsenal, aunando una vez más fútbol y literatura.
La tarde que falleció Diego Armando Maradona estuve buscando un artículo de Jorge Valdano en el montón de recortes y revistas de la mesa de la cocina. Quería volver a leerlo para sentarme a la mesa del escritorio y copiarles aquel magnífico texto sobre la plenitud, Mario Alberto Kempes y Maradona.
Ida y vuelta de la plenitud.
Lo explicaré con nombres propios que me resultan familiares y que, al tiempo, son universales. Argentina ganó el Campeonato del Mundo de 1978 con Mario Alberto Kempes como máximo goleador y mejor jugador del torneo. Después, ganó el Mundial 86 con Diego Maradona sacándole muchos cuerpos de ventaja al segundo mejor jugador del campeonato. Pero en España 82, Mario (el crack) y Diego (el genio) jugaron juntos y, sin embargo, Argentina apenas llegó al decimosegundo lugar. Claro que los nombres importan, pero más importan los momentos. En España, Kempes estaba de vuelta de su excepcional nivel y Maradona de ida hacia su consagración absoluta. De lo que habla este recuerdo es de la importancia que ha tenido siempre la plenitud en la carrera de los jugadores y del efecto que eso produce en los equipos. Grandes nombres propios, demasiado pronto o demasiado tarde, son solo eso: grandes nombres.
Jorge Valdano (El juego infinito. El PAÍS)
El recorte estaba sobre un XLSemanal, un suplemento del 25 de octubre que me puse a hojear al terminar el artículo por leer algo mientras me tomaba un café. Maradona, a los 60 años. El culebrón sin fin llevaba por título, y lo firmaba Jimmy Burns Marañón.
Artículo de Jimmy Burns Marañón sobre los 60 años de Maradona en el XXLSemanal
Casi al cierre del mismo, leí: «Pero, a sus 60 años, tal vez lo más increíble de Maradona es que aún esté con nosotros». Hacía 21 días que a Maradona le habían extraído con éxito un hematoma del cerebro, y pensé en cuanta razón tenía el articulista.
Acabé de beberme el café, dejé la revista sobre el montón y entré en el salón donde mi hijo pequeño jugaba a la Switch.
–¿Te has enterado del futbolista ese que ha muerto? –me dijo sin despegar los ojos de la pantalla.
–¿Cómo? ¿Qué futbolista? –le pregunté a su vez.
–Maradona –dijo sin más.
Oí aquellas cuatro sílabas y me quedé petrificado. No, no era posible.
–Pero..., ¿cómo te has enterado?, ¿quién te lo ha dicho?
–Me ha llegado la noticia hace quince minutos al móvil.
Me senté en el sofá con mi cara de pasmo y le conté la sincronía que acababa de producirse. Su hermano mayor asomó por el salón.
–¿Qué pasa? –preguntó.
–Que ha muerto Maradona –le dije.
–Sí, el de la tiza.
–¿Qué tiza?
–Una bolsa de cocaína que se le cayó del bolsillo. Y la gente: ¡La tiza, la tiza!
–Con eso hay memes por ahí –confirmó el pequeño.
No sabía de qué hablaban, y mi estupefacción se redobló. Había muerto el mejor futbolista del mundo y ellos me hablaban de memes... Me pareció muy triste. Luego entendí que ellos eran de una generación que no lo había visto de jugar, que se habían quedado con sus sombras y no con sus luces. Les hice un panegírico sobre Maradona –incluyendo su paso por el Barcelona, el Nápoles (un club modesto al que llevó a ganar dos Scudettos y la Copa de la UEFA) y el Mundial de México 86 que ganó con Argentina y en el que dejó, a modo de rúbrica, dos goles históricos (uno pleno de picardía y otro de audacia y desparpajo)–, y cuando dieron la noticia en el telediario de la noche les hice presenciar sus mejores jugadas –la verdad es que me hubiese gustado ponérselas en bucle– para que viesen con sus ojos de qué tipo de jugador estábamos hablando. De su tendencia autodestructiva no hizo falta decirles nada. ¿Qué querés?, le oí decir una vez a alguien, si el pibe viene de donde viene. Al menos no olvidó sus orígenes.
«Qué me importa lo que hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía».
Roberto Alfredo «el Negro» Fontanarrosa
Maradona me hizo vibrar con aquellos dos goles a Inglaterra en el mundial de México. Habían pasado cuatro años de la humillante derrota argentina en la guerra de las Malvinas, y los celebré ante la televisión como si yo también fuese argentino. De ahí que lo despidiese, como tantísimo de ellos, con un «adiós, comandante».
Al día siguiente, recorrí todos los quioscos de la zona para hacerme con los diarios deportivos en los que aparecía el Diego en la portada. Los dejé sobre la mesa del salón, y Lucía, al verlos, le dijo a nuestros hijos: «Cuando vuestro padre se muera os va a tocar a vosotros decidir qué hacéis con esos periódicos». «Estas portadas, enmarcadas, quedan bonitas en cualquier lado», les dije.
Y también me habría gustado tener las de L'Equipe y La Gazzeta dello Sport.
Ha pasado un mes de la muerte de Maradona, pero las sincronías continúan. La otra tarde busqué un correo de José de Montfort con los enlaces a los seis números de Crack –minilibros colectivos sobre el fútbol, la vida y la literatura–, pues recordaba que en la portada de uno de ellos aparecía el astro argentino. Era en el Crack Vol. 4, y, al empezar a leer, me topé con dos sorpresas: la primera, que la revista era un especial Navidad (la concordancia con la fecha de hoy no podía ser más propicia), y la segunda, que Maradona aparecía al final de la misma vestido de Papá Noel sonriendo con una copa (que no trofeo) en la mano. Aquel era un peculiar homenaje de José de Montfort y sus compinches literarios al pelusa. Un homenaje en vida, como tantos que recibió (al margen de los que él mismo se dio).
En la página 54 empezaba 1986, el relato que el colombiano Andrés Didier Castro escribió sobre el Diego y sus míticos goles frente a la pérfida Albión. El cuento comienza con Maradona peloteando con un globo terráqueo antes del partido.
Diego Armando Maradona (1960-2020)
1986
Didier Andrés Castro
En la imagen un hombre patea un globo terráqueo lleno de aire por encima de su cabeza. Este sube y la cámara lo sigue. Baja y lo recibe con la cabeza; levanta la pierna izquierda y lo devuelve arriba, sobre su cabeza, hacia el cielo. Hace esto una y otra vez, lo hace girando para que todos lo vean desde diferentes ángulos. Su rostro lleva una expresión sonriente. Se divierte. Está en medio de la cancha enseñándole a todos como maneja el mundo con sus pies. El control que tiene sobre él. La cámara sigue el juego. El hombre no pierde de vista el globo terráqueo que sube de nuevo y proyecta una sombra sobre los camarógrafos apostados al frente. Es el único que lleva el globo. El único vestido frente la cámara para hacerlo. Es el único hombre en ese momento. Es el único hombre que existe en ese año. Es el único hombre que todos recuerdan. Es la única excusa para escribir esto hoy. […]
Leo esto y me acuerdo de otro calentamiento memorable del pelusa, al ritmo del Live is life, en la previa al partido de la UEFA entre el Nápoles y el Bayern de Múnich en el Olímpico de Múnich en 1989.
«El fútbol que vale es el que uno guarda en el recuerdo»
Roberto Alfredo «el Negro» Fontanarrosa
Y la más loca de todas las sincronías se produjo antes de anoche. Al escribirle a José de Montfort para que me enviase la portada del minilibro y el enlace, descubrí que habían sacado un Crack Vol. 7 dedicado a Diego Armando Maradona.
Les copio aquí el prólogo para que sepan lo que se van a encontrar en este nuevo volumen.
Prólogo
Este año 2020 la pandilla Crack hacemos doblete. Si ya para conmemorar uno de los Días del Libro más raros de nuestra vida propusimos en el pasado mes de abril el Crack Vol. 6 Especial Pandemia, volvemos ahora con un número navideño que, sorprendido durante su gestación por la muerte del astro del fútbol argentino, viene dedicado a uno de los últimos mitos del s.XX: Diego Armando Maradona. No se trata aquí de un homenaje, un número hagiográfico, una celebración acrítica, ni siquiera una loa o análisis de su figura histórica. Más bien tratamos de situar al mito en nuestra órbita personal, lo cual nos permite que aparezca el 10 con sus luces, sus sombras y sus claroscuros. Está el genio, pero también está el hombre: el dios fieramente humano.
Como siempre, y hace ya cinco años que lo venimos festejando en este minilibro colectivo fungido de amistad y literatura, venimos a jugar. Porque lo que nos une siempre es la conciencia lúdica de que el fútbol no es más que el punto de fuga, solaz de la vida, metonimia del mundo. Así, se habla aquí mucho del deporte rey, pero más sobre nosotros mismos, y nuestras circunstancias, que diría el filósofo.
En este volumen colectivo que tiene el lector entre sus manos (entre sus píxeles –por el momento–, más bien) jugaremos un partido de futbito: 5 contra 5, que acabará en prórroga, con la participación especial de la excelente escritora colombiana Jenny Valencia, quien pone el broche de oro a esta compilación de textos inéditos con su relato"La madre y el barra brava", incluido en su reciente libro Buzirako Fútbol Klub (Ediciones del silencio, 2020).
En la bancada argentina tenemos a Javier G. Cozzolino, abriendo fuego con una emotiva crónica sentimental dedicada a su padre, que se encuentra por estos días en el hospital y a quien desde aquí deseamos una pronta recuperación. Compartiendo argentinidad, pero desde Viena, Pablo Manzano nos trae la historia de dos talleristas que analizan la posibilidad de una nueva masculinidad y cómo la teoría entra en crisis en cuanto se confronta con la realidad de la vida personal. Chileno, aunque afincado en Barcelona, Ignacio Concha viene a recordarnos la primacía del gambeteo frente al tiquitaca.
Desde España, Paula Baldrich nos cuenta, con mucha guasa, sobre las variantes lingüísticas que dificultan el lagoteo en una noche de fiestas populares de barrio. Y, por su parte, José de Montfort busca en la sonrisa de Maradona la verdad del engaño.
El equipo colombiano, el más numeroso en esta ocasión, toca corto y al pie con Andrés Castro, que nos presenta a un personaje inolvidable que ve en la injusticia del fútbol el resarcimiento de las injusticias del capitalismo. Darío Rodríguez, pura fantasía, hombre de jogo bonito, se desmarca por la bando con una genialidad de las suyas, una más. A Sico Pérez se le encomienda el lanzamiento de las faltas más difíciles, que él lanza con precisión y tino, contándonos una historia de ocupación y que valora las posibilidades para nuevas formas de identidades familiares, al tiempo que es metáfora del abuso de las compañías energéticas. En el mediocentro, Rubén Hurtado nos ofrece la historia de Renato, un periodista de obituarios que hubiese preferido jugar de volante mixto en un equipo de primera división. Y, por último, Santiago Noero se descuelga, centrando desde la banda izquierda, con una crónica futbolera muy personal sobre la identidad Caribe, pero también sobre la caída de las máscaras y la decepción de los ídolos.
Cuando quiera lanzamos una moneda al aire y decidimos qué equipo comienza el juego.
Los editores
Yo no he tenido tiempo de leer el número al completo, pero, por lo que llevo, la cosa promete.
Y no me queda nada más que apuntar, salvo desearles una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo 2021 que, me temo, seguirá siendo un año de incertidumbres. Cuídense, y, si les gustó la entrada, háganse seguidores del blog y suscríbanse al mismo a través del correo electrónico.
Nota: Esta entrada está dedicada al papá de Javier G. Cozzolino que lucha por su vida en un hospital. Ánimos para él y su familia.
A Óscar de Marcos, que ha estado fuera de la competición durante ocho meses tras una operación de tobillo. Desde Calle 1 le deseo el mejor de los regresos.
En noviembre de 2019, se celebró en Bilbao la X edición de “Letras y Fútbol”, una semana literaria que demuestra, una vez más, que el mundo del balompié no está reñido con el de la literatura.
Con motivo de dicho evento, organizado por la Fundación Athletic Club, se presentó “Togo”, un relato largo o novela corta de Óscar de Marcos, jugador del Athletic de Bilbao, y “Bizitza Eskukadaka”, escrito por Ainhoa Tirapu, portera del equipo femenino del Athletic.
Togo y Bizitza Eskukadaka (Edita la Fundación Athletic Club) Relatos autobiográficos de De Marcos y Ainhoa Tirapu, jugadores del Athletic Club
Desde Málaga le solicité a la Fundación Athletic un ejemplar de ambos libros, que amablemente me hicieron llegar. Pensaba que el de Ainhoa estaría publicado en una edición bilingüe, pero solo venía en vasco, y el único alumno vasco que hemos tenido por el instituto, y que precisamente había nacido en Bilbao y era hincha del club, se graduó hace ya unos años. De todas formas, lo he dejado en mi departamento por si algún día aparece por aquí a saludarnos. El que sí me leí de una tacada fue Togo, y he de decir que me encantó.
Óscar de Marcos con un ejemplar de Togo (Edita Fundación Athletic Club)
El relato autobiográfico de Óscar de Marcos arranca de una manera trepidante en el aeropuerto de Lomé, Togo, adonde el jugador viajó en el verano de 2010 para reunirse con el padre José Luis en el centro Don Bosco de Kará, donde además del colegio hay tres hogares de acogida para cientos de niños y jóvenes marginados de la ciudad.
Me colocan contra la pared, con las manos apoyadas por encima de la cabeza. Me cachean mientras no dejan de increparme en un idioma que no entiendo. Algo pasa, pero no sé qué. Todo ha sucedido sin darme cuenta. Hemos aterrizado de noche y he bajado las escalerillas del avión junto al resto de pasajeros. Me he subido al autobús que nos ha acercado a la terminal. Un trayecto corto, de solo unos segundos, pero en el que íbamos como sardinas en lata; yo, apenas sujeto a una barra y apretado contra una mujer que pesaría más de cien kilos, una togolesa enorme con su vestido africano y su moño.
Ha tenido que ser a la salida del autobús cuando me he equivocado. Me he puesto a la cola en una de las dos filas que se han formado para pasar el control de entrada al país. No he notado nada extraño, salvo que la gente me miraba disimuladamente por mi color de piel. O quizá por estar sudando como un pollo debido a la humedad y al calor infernal. He entregado mi pasaporte y unos formularios que me habían facilitado las azafatas y que he rellenado en el avión mismo; y, de repente, el caos.
No sé si alguien me ha introducido droga en el equipaje, si me han confundido con algún delincuente, si pretenden extorsionarme... Respondo a las amenazas de los agentes con gritos de ayuda: "Please, help, help!", pero no les gusta mi reacción. Uno de ellos agita delante de mi cara los papeles que le he entregado y me exige explicaciones, pero ¿sobre qué?
Entonces me acuerdo de Claude, a quien he conocido durante el vuelo. Puede que sea mi salvación. Vuelvo la cabeza y lo busco entre todos los ojos que me observan, pero no se halla en ninguna de las dos filas. Lo localizo a lo lejos, en un acceso diferente.
Claude, togolés afincado en Barcelona desde hace ocho años y, según me ha contado, hijo del exembajador de Togo en España. A la hora de coger las bandejas del menú de a bordo, lo he molestado sin querer y me ha salido un perdón de manera espontánea que nos ha dado pie a charlar en español durante el vuelo. Me he presentado y, en cuanto me ha preguntado a qué me dedico y le he respondido que soy futbolista, me ha identificado. Claude, más mulato que negro, un fan del FC Barcelona que, para mi sorpresa, incluso se acuerda del gol que marqué en la Supercopa del verano pasado al Barça de Guardiola. "Mi primer gol de rojiblanco", añado con una mezcla rara de orgullo y pudor.
Claude, del que me he despedido nada más aterrizar y que ahora mismo es el único clavo ardiendo al que puedo agarrarme: un pez gordo al que diviso a lo lejos en el aeropuerto de Lomé, a punto de cruzar una puerta y desaparecer dejándome solo ante el peligro, retenido por el personal de seguridad y acusado de no sé qué, de noche, en un país olvidado del África negra en el que nadie me conoce y en el que hablan un idioma que no entiendo.
Entonces, con todas mis fuerzas grito:
–¡Claude!
No me negarán que engancha. A partir de ahí, los capítulos saltan en el tiempo y en el espacio, alternando los que nos hablan de su estancia africana (en el centro de los salesianos) con los que nos cuentan sus inicios en el fútbol, su fichaje por el Athletic, su ascensión meteórica, su bajada a los infiernos y su vuelta a la élite. Y todo escrito con una sinceridad apabullante.
Volvíamos de Vitoria a Laguardia después de un partido. Un itinerario que mi padre repitió conmigo durante siete años, todas las tardes laborables de cinco a nueve de la noche. Alrededor de una hora de ida, otra de vuelta, más las dos de entrenamiento, que él se quedaba a ver. A veces, llegábamos a casa incluso más tarde de las diez. Eso sin mencionar los partidos del fin de semana, por descontado.
Aquel día ni siquiera había salido unos minutos al final de la segunda parte. Durante la temporada anterior, mi primer año de cadete, lo había jugado todo, al igual que en infantiles, pero ahora en Cadete Liga Vasca las cosas se habían torcido y apenas contaba para el nuevo entrenador. Más que enfadado, creo que aquel día estaba triste. No hablaba, la mirada perdida en un paisaje que conocía bien, mientras mi padre conducía pendiente de la carretera y pendiente también de mí. Tenía entonces quince años, y tampoco diría que daba demasiadas vueltas a las cosas. Para nada. Pero me imagino que la conclusión era clara y flotaba en ese coche en el que viajábamos: un chaval que no es titular indiscutible en los cadetes del Alavés difícilmente llegará a profesional.
–Hijo, yo lo que quiero es que seas feliz. Si para ser feliz tenemos que volver a jugar en el equipo del pueblo, jugamos en el equipo del pueblo.
Un joven De Marcos ficha por el Athletic Fotografía: Atizia Mcfine
De todas las alegrías posibles, las mejores son las compartidas. No pregunté ni cuánto iba a ganar ni por cuántos años fichaba ni nada parecido. Iba a jugar en el Athletic y era tal la euforia que sentía que no me cabía dentro y necesitaba compartirla. […] Aquel fue un momento inolvidable. Cuando conté que fichaba por el Athletic, fue como si ficháramos todos, la cuadrilla entera.
De Marcos junto a Alves en la final de la Supercopa de 2009 Fotografía: Athletic Club
Pero un jugador del Athletic no debuta de verdad hasta que juega en San Mamés, en La Catedral, y ante su público. Del partido de aquella noche de verano, final de la Supercopa frente al Barcelona, en plenas fiestas de Bilbao, un 16 de agosto, recuerdo tres flashes nada más, imagino que por la tensión que acumulaba.
Soy titular y me dispongo a tocar mi primer balón. Es un pase que bajo a recibir de espaldas. Espero a que la pelota me llegue, pero, antes de que pueda reaccionar, Yaya Touré se anticipa como una locomotora. Lo que recuerdo perfectamente es el murmullo de San Mamés, como en el circo romano de Gladiator. Ese lamento por mi lentitud y torpeza. Y mi pensamiento: "Chaval, o espabilas y aceleras, o te pasan por encima".
También recuerdo mi primer gol. Recorto a la derecha, la toco otra vez con la derecha hacia dentro y chuto con la izquierda; pega en Puyol y pasa por encima de Valdés. Sin embargo, no recuerdo la celebración. Solo las imágenes de la celebración que he visto en vídeo.
Mi último recuerdo es el del cambio, el público en las gradas aplaudiendo y yo retirándome todo hinchado. […] De repente eres el centro del mundo, la sensación del momento; una burbuja de vanidad te envuelve sin remedio.
Óscar de Marcos en la celebración de su gol al Manchester United San Mamés, 15 de marzo de 2012. UEFA Europa League Fotografía: Jasper Julien (Getty Images Europa)
Para entonces, mi trayectoria descendente ya era algo evidente para todos. Había pasado de superrevelación a suplente; y como suplente, ni me estaba reivindicando ni funcionando como revulsivo. […] El 14 de abril cumplía veintiún años y ese mismo día jugaba mi primer partido con el Bilbao Athletic. Después de veintiséis encuentros disputados con el primer equipo en Liga, Supercopa, Copa y Europa League, me tocaba debutar con el filial. […] El mundo al revés. En vez de vivir un proceso de gestación y maduración en el Bilbao Athletic durante nueve meses y, como consecuencia, subir y debutar con el primer equipo, yo bajaba a estrenarme con el filial después de casi toda una temporada jugando y entrenando a las órdenes de Caparrós.
Óscar de Marcos, jugador del Athletic Club. 9 de abril de 2018 Fotografía: María José Segovia (NURPHOTO)
Poco a poco empecé a ver la luz al final del túnel, y lo hice de la manera más sencilla posible: entrenando cada día mejor. Haciendo de cada entrenamiento un fin en sí mismo. Disfrutando de aquello de lo que había disfrutado toda mi vida: el fútbol.
Oscar de Marcos en un Getafe-Athletic (Agosto, 2019). Agencia EFE
Junto a este foyer, se halla el campo del equipo Don Bosco. Aquí cada cooperante hace lo que sabe, y yo sé jugar al fútbol, así que este campo de arena es mi lugar de trabajo, donde voy a entrenar a niños marginados de la ciudad de Kará.
El libro de Óscar de Marcos se abre con una cita de Eduardo Galeano que oyó por primera vez en boca de Marcelo Bielsa: "La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo."
El argentino Marcelo Bielsa cuando entrenaba al Athletic de Bilbao Fotografía: REUTERS
"Supongo que todos debemos viajar a Togo alguna vez en nuestra vida. Y entender ya qué significa Togo".
Presté a mis alumnos más futboleros el librito de De Marcos. A ver si así consigo que se enganchen a la literatura. De momento, las críticas han sido muy positivas, y hay una larga lista de espera para llevarse el libro a casa. Y les hace gracia que el Málaga aparezca entre sus páginas. Nota: El cierre del instituto, debido a la pandemia, ha impedido que pueda fotografiar con el libro en las manos a todos los que lo han leído.
Para que un equipo funcione bien es importante que todos sus integrantes se sientan parte de él: los titulares, los suplentes y los que apenas entran en las convocatorias. Porque el fútbol es ante todo eso, un deporte de equipo, un juego colectivo, y la exigencia en los entrenamientos la ponen en gran medida quienes perseveran y dan lo mejor de sí mismos en cada sesión, a pesar de vestir de calle los días de partido y no aparecer en las fotografías de las crónicas periodísticas.