Cada vez que se celebra la Maratón de Sevilla, me embarga una especie de melancolía, una añoranza de lo que pudo ser y no fue.
Era 1997, y tanto Agustín como yo habíamos marcado en rojo el día 23 de febrero en el calendario, pues ambos habíamos decidido correr nuestra primera maratón en la ciudad hispalense. Para ello, por separados y desde septiembre, nos preparamos con ahínco, doblando sesiones y haciendo kilómetros por un tubo. Para el 24 de noviembre corrí la primera media de la temporada, la Media Maratón Internacional de Jerez, que gané con un tiempo de 1h 7'04" (2º y 3º fueron los portugueses Guerreiro y Mestre); luego, el 6 de enero, corrí los 20 Km de Espera, donde quedé 4º con 1h 2'38" (por detrás del portugués Calado, de Agustín Molina y de Mestre); el 12 de enero, en el test principal, los exigentes 25 km de la VIII Carrera Popular Ruta Carlos III Ciudad del Sol, quedé 3º con un tiempo de 1h 21'55" (1º fue Calado, 2º Juan Antonio Ortega, 4º Juan Vázquez, 5º Escalera, 6º el marroquí Abderrahim Oumaiz y 7º Miguel Ríos); y el 26 de enero ganaba el Campeonato Provincial de Cross por delante de Juan Vázquez y Agustín Molina. Todo parecía ir sobre ruedas, sin embargo, a los dos días de ese cross, a menos de un mes para la maratón, todo se truncó. Caí enfermo con anginas o faringitis y, con recaída incluida, me tiré doce días en el dique seco. Para cuando salí de la cama, sólo restaban catorce días para la Maratón y los primeros siete me los pasé rodando sin dejar de tomar antibióticos. Aún así, como era uno de esos atletas invitados por la organización, decidí presentarme en la salida, sin tener claro si iba a terminar o no la prueba.
Aquella mañana calenté con Agustín. Y luego echamos a correr con la intención de bajar de 2h 20'. Corrimos juntos hasta cerca de la media maratón, entonces me dijo que iba a tirar para adelante y que me fuese con él. Miré el cronómetro, íbamos por debajo de 3'20" cada kilómetro. "Vamos bien, tira tú si quieres", le dije sabiendo que yo ya no era el mismo de hacía un mes. Agustín pasó la media maratón en 1h 9'15", y yo en 1h 10', acompañado por Juan Vázquez que corría su tercera maratón. Por delante de nosotros todavía iba un pequeño grupo de atletas y lejos de éste, a más de dos minutos, el keniata John Mutai. En aquel momento, viendo que podía mantener el ritmo de las dos horas veinte, decidí seguir corriendo y terminar la prueba. Mientras tanto, Agustín, poco a poco, fue alcanzando al grupo, que ya no era grupo sino una hilera de corredores desperdigados por las calles de Sevilla, y después, más pensando en asegurar el segundo puesto que en alcanzar al keniata (al que ni siquiera veía), siguió solo hacia adelante. Fueron los gritos de ánimo del público al doblar cada esquina, ese "Corre, corre, que lo tienes ahí", ese "Corre, corre, que lo coges", ese "Corre, corre, que va muerto" los que le hicieron apretar los dientes en los últimos kilómetros, los que le hicieron plantearse que la prueba empezaba allí. Agustín vio a Mutai al entrar en la Avenida de La Palmera, a cien metros de distancia, iba K.O., casi trotando, así que aumentó el ritmo y lo adelantó. Era el último kilómetro, y aún así tuvo tiempo de meterle un minuto y cuatro segundos de ventaja en la línea de meta, una cinta que arrastró con el pecho brazos en alto, con un grito exultante de alegría y un crono de 2h 17'43". Fue el triunfo de un albañil de 29 años, que trabajaba en el Ayuntamiento de Fuengirola, sobre un granjero keniata, el triunfo soñado de todo debutante. Tras Mutai llegaban el marroquí Fikry (2:19:30), Miguel Ríos (2:19.55), Jorge Juan Sempere (el vencedor de la anterior edición), Juan Vázquez (2:20.19) y el sueco Ulf Olsson. Mientras que yo, descolgado de Vázquez poco más allá del kilómetro 25, perdía fuelle en la última parte de la prueba y entraba el décimo con un tiempo de 2h 24'16".
Para mí, nuestro debut aquel domingo reflejó lo que es la cara y la cruz de este deporte. De ahí esos sentimientos agridulces. Por un lado, la satisfacción y el orgullo porque un amigo ocupase lo más alto del cajón, y por otro la tristeza por la convicción de que, de no haber sido por la enfermedad, podría haberlo acompañado en aquel pódium.
Agustín Molina con el dorsal 1423, Sempere con el 2 y Pedro Delgado Fernández con el 1904 XIII Maratón Ciudad de Sevilla, 23 de febrero de 1997 |
A las tres semanas, el 16 de marzo, buscando resarcirme, corrí la Maratón de Barcelona, pero el cuerpo no es una máquina y sólo pude hacer 2h 24'26", diez segundos por detrás del crono de Sevilla. Entré en meta el 14º de la general y el 6º de los españoles. A partir de entonces, decidí no obsesionarme y seguir el consejo de Rainer María Rilke, ese poeta que tanto amaba Ronda, quien decía que "El verano llega. Pero sólo llega para los que saben esperar. Tan tranquilos y abiertos como si tuvieran la eternidad por delante". Y afortunadamente ese "verano" llegó en 1999, cuando gané la Maratón de Badajoz, pero eso ya forma parte de otra historia, quizás de otra entrada.
P.D.: Juan Vázquez tuvo también su estío en 2001, cuando ganó en León la Maratón Toral de los Vados, repitiendo luego en las maratones del Campeonato del Mundo de veteranos celebradas en San Sebastián y Rímini en 2005 y 2007, y ya con la friolera de 49 años, en la I Maratón Ciudad de Málaga en el 2010.
P.D.: Juan Vázquez tuvo también su estío en 2001, cuando ganó en León la Maratón Toral de los Vados, repitiendo luego en las maratones del Campeonato del Mundo de veteranos celebradas en San Sebastián y Rímini en 2005 y 2007, y ya con la friolera de 49 años, en la I Maratón Ciudad de Málaga en el 2010.
Para ampliar la información sobre la XIII Maratón de Sevilla:
http://hemeroteca.abcdesevilla.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/sevilla/abc.sevilla/1997/02/24/082.html
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