martes, 17 de marzo de 2020

DE HÍPICA Y LIBROS


Jorge Herralde en una prueba hípica en Barcelona (imagen del Imprescindibles de TVE 2)

El primer día de este mes de marzo, antes de que el coronavirus comenzase a hacer estragos en España, vi por televisión, en la serie Imprescindibles, el documental Jorge Herralde. Anagrama de un editor, dirigido por Pau Subirós. Lo que más me sorprendió del metraje fue saber que Herralde practicó la hípica en su juventud, y que se consideraba mejor jinete que editor.
"Me apasioné por saltar a caballo por lo que tenía de desafío, de ingravidez, la sensación de volar. Un poco la sensación de libertad. Yo estuve tres años haciéndolo con mucha pasión y bastante bien. Yo creo que era bastante mejor como jinete que como editor".
 No sé cuántos premios ganaría Herralde en la hípica, pero me basta ver su planta sobre el caballo en las instantáneas que aparecen para saber que, aunque sus palabras puedan brotar desde la nostalgia, dice la verdad. Aún así, por lo que conocemos hoy día a Jorge Herralde es por esos fantásticos 50 años al frente de Anagrama, editorial a la que le ha dedicado toda una vida y de la que hoy día es presidente honorífico tras vender su sello a Feltrinelli.

 Junto al protagonista aparecen en el documental escritores de la casa, colaboradores, amigos, esposa y hasta su fisioterapeuta. Cuenta esta última que cuando le dijo que había leído algunos libros de Anagrama que tenía en casa, Herralde no sólo la interrogó sobre ellos, sino que le pidió una lista exhaustiva que recogiese todos aquellos títulos.

 Llevado por la curiosidad, y como reconocimiento al editor, he mirado en las estanterías y pilas de libros para elaborar mi propia lista. Estos son, de momento, los Anagramas que tenemos en casa:

-Los girasoles ciegos (Alberto Méndez)
-Mimoun (Rafael Chirbes)
-La buena letra (Rafael Chirbes)
-Los que no están (Garriga Vela)
-Pacífico (Garriga Vela)
-Todo es comparable (Tusquets Blanca)
-Días en China (Ismael Grasa)
-Los mejores cuentos (Sergio Pitol)
-Amor por un puñado de pelos (Mrabet/Bowles)
-Mira y corre (Mrabet)
-Correr (Jean Echenoz)
-14 (Jean Echenoz)
-Señores y sirvientes (Pierre Michon)
-Opio (Maxence Fermine)
-Socorro, perdón (Beigbeder)
-Dama de Porto Pim (Tabucchi)
-Seda (Baricco)
-Océano mar (Baricco)
-Novecento (Baricco)
-Emaús (Baricco)
-Homero, Ilíada (Baricco)
-Viajes con Herodoto (Kapuscinski)
-Un día más con vida (Kapuscinski)
-El placer del viajero (Mc Ewan)
-Una lectora nada común (Alan Bennett)
-Guía del autoestopista galáctico (Douglas Adams)
-El restaurante del fin del mundo (Douglas Adams)
-La vida, el universo y todo lo demás (Douglas Adams)
-Hasta luego, y gracias por el pescado (Douglas Adams)
-Informe sobre la Tierra: fundamentalmente inofensiva (Douglas Adams)
-Experimentos con la verdad (Paul Auster)
-84, Charing Cross Road (Helene Hanff)
-Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques (Burroughs/Kerouac)
-Los restos del día (Kazuo Ishiguro)

 Y tú, ¿qué Anagramas tienes?

 Quería dejarles aquí el enlace al documental en RTVE, pero por problemas de derechos de autor todavía no está disponible; aunque más pronto que tarde lo estará junto a los otros Imprescindibles. Mientras tanto, les dejo el trailer.

https://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imrpescindibles-trailer-jorge-herralde/5525043/


jueves, 12 de marzo de 2020

SE SUSPENDE LA XXX MEDIA MARATÓN CIUDAD DE MÁLAGA POR EL CORONAVIRUS 😷




Finalmente, la recomendación del Ministerio de Sanidad de suprimir los movimientos en territorio nacional y los eventos deportivos que reúnan a más de mil personas por el coranavirus, han llevado a la organización de la Media Maratón Ciudad de Málaga a suspender la prueba a 11 días de su celebración.

 Ayer me comentó un amigo que se cancelaba la reunión con los voluntarios, señal de que ya se barajaba suspender la prueba, pero no quise adelantar nada hasta que se hiciese oficial.

 La decisión me parece de lo más sensata, pues hay que evitar a toda costa que se colapse el sistema sanitario, y una prueba en la que hay inscritos 7.500 participantes (muchos llegados de fuera)  podía ser un importante foco de contagio.

 Sé el entrenamiento y las ilusiones que hay detrás de cada uno de esos corredores, y también el trabajo que conlleva organizar una prueba del nivel de la media de Málaga, pero los corredores tienen pruebas todos los fines de semana, y los organizadores sólo tienen una oportunidad de celebrar esos 30 años. Tener que suspender la prueba después de tantos meses de trabajo ha debido de ser durísimo para ellos. Ojalá que puedan fijar otra fecha y festejar como es debido el aniversario.

 Un abrazo y muchos ánimos para los organizadores desde Calle 1.

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2020/02/30-aniversario-de-la-media-maraton.html

domingo, 8 de marzo de 2020

CHICAS QUE CORREN


La Chica de Jersey
Fotografía: Pedro Delgado

Todas las mañanas, camino del trabajo o de vuelta a casa, me cruzo con chicas que corren por las aceras; también cuando voy a hacer algún recado por el barrio o mientras espero al autobús nº 8 en la parada para bajar al centro. Y al verlas, me acuerdo de la Chica de Jersey de Garriga Vela. El texto salió publicado el 5 de octubre del año pasado, en su sección Cruce de vías del diario Sur.

CHICA DE JERSEY

Por José Antonio Garriga Vela

La chica del cuarto izquierda sale todas las mañanas a correr. El vecino del segundo la ve salir del portal y le grita que no corra tanto, que está muy delgada, que coma más, que hay que meterle gasolina al cuerpo; pero cuando termina de soltar la retahíla de consejos ella se encuentra demasiado lejos para escucharlo. Yo los observo desde el tercero. Abajo en la calle hay un hombre de alrededor de cincuenta años que toca la guitarra y canta 'Jersey Girl' con la misma voz desgarrada de Tom Waits. El traumatólogo que tiene la consulta en el primero, se asoma a la ventana y le grita que se vaya con la música a otra parte, que él está trabajando. Lleva una bata blanca que certifica sus palabras. El hombre de la calle recoge sus cosas y se aleja murmurando. El cartero entra en el portal con un fajo de sobres y postales. Nada para mí, supongo; sólo me llegan facturas. Un día abrí el buzón y encontré una postal de Niza. Me emocionó leerla, aunque no fuera para mí. Al día siguiente deposité aquel mensaje de amor en el buzón del auténtico destinatario. Desde entonces, cuando nos cruzamos por la escalera tengo la sensación de conocer algo íntimo que él guarda en secreto.
 Sigo asomado al balcón como si estuviera esperando una visita que se retrasa. Pienso en las postales, recortes de periódico y fotografías, que guardo en una caja de madera en el altillo del armario. Retazos de un tiempo pasado. A veces tengo la intención de enseñarlo, pero me da pereza sacar la escalera. Un día, hace años, le oí hacer este mismo comentario a Lauren Bacall. Ella hablaba de que ya no podía subir la escalera, curiosamente guardaba el pasado en el mismo sitio que yo. Hay que tomarse una molestia incluso para revisar las fotos de toda una vida. No sé lo que produce mayor cansancio, si sacar la escalera o abrir la caja de los recuerdos. Dicen que los recuerdos nos hacen viejos, que hay que mirar al presente y al futuro. Yo me obstino en volver hacia atrás en el tiempo y recuperar la memoria.
 Vuelve la Chica de Jersey, acabo de rebautizarla, hasta hoy era la chica del cuarto izquierda. Su pecho sube y baja como una delicada bomba de oxígeno. Al entrar en el portal da la sensación de cruzar la línea de meta. La oigo subir la escalera corriendo hacia su casa. Pasa delante de mi puerta como una cometa. Luego oigo sus pisadas, los mismos sonidos de cada día. No sé si hará caso al vecino del segundo y repostará gasolina. Veo a una mujer salir a la calle cojeando. Sin duda es una paciente del traumatólogo. La cruz de la moneda, la cara es la Chica de Jersey.

 Como siempre, el texto va acompañado de una ilustración del Sr. García. En esta ocasión un collage protagonizado por Lauren Bacall.

Ilustración: Sr. García (Cruce de vías (diario Sur))

Pueden ver el artículo original en el siguiente enlace:

lunes, 2 de marzo de 2020

EL INGENUO SALVAJE, EL RUGBY AGUERRIDO DE LA CLASE OBRERA


El ingenuo salvaje, de David Storey (Editorial Impedimenta, 2019)

El último trimestre del año pasado, el rugby cobró cierta relevancia en mi día a día. Aprovechando que se disputaba el Campeonato del Mundo de Rugby en Japón, preparé cuatro o cinco sesiones de este deporte para mis alumnos, y les proyecté en la pantalla del salón de actos del instituto la película Invictus, dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Matt Damon, un film que se basa en el libro homónimo de John Carling y que toma el título de un bellísimo poema de William Ernest Henley.

 El pase fue un acierto, no ya solo porque los introdujese en este duro y caballeresco deporte, sino porque les di a conocer la figura de Nelson Mandela y el tema del apartheid en Sudáfrica. Vale que los alumnos no conociesen las reglas del rugby, pero que muchos no supieran quién era Mandela era algo que había que solucionar de inmediato, por aquello de recordar para que la historia no se repita. Me refiero a las injusticias, claro está, porque la cosas buenas, como que los Springboks volviesen a ganar el Mundial (y ya van tres), no importa que se repitan. Al contrario, se celebran.

 Por esas fechas, coincidió que llegó a mis manos El ingenuo salvaje, de David Storey, en una de esas ediciones preciosas a las que nos tiene acostumbrados Impedimenta y que convierten el libro en un objeto bello que se desea poseer. En su portada, se ve a un jugador que ha salvado un placaje y corre con el balón entre las dos manos. La fotografía* debe de ser muy antigua, y, aunque la original es en blanco y negro, le han coloreado sus dos tercios inferiores para hacerla más moderna. Aún así, sigue siendo una imagen añeja, en consonancia con el rugby y la época que retrata la novela, situada en la Gran Bretaña de los sesenta.
* Rosslyn Park vs Cambridge University. March 1960, London.

David Storey (Wakefield, 1933–Londres, 2017)

 Con David Storey (Wakefield, 1933–Londres, 2017) ocurre lo mismo que con Alan Sillitoe (autor del aclamadísimo libro de relatos La soledad del corredor de fondo). Los relatos de Sillitoe prestan atención al atletismo, al fútbol o al golf, pero detrás de ellos siempre hay una historia de amor o de lucha de clases. Y eso es lo que sucede en esta novela. Su protagonista es un jugador de rugby, sí, pero también un obrero que trabaja de maestro tornero en la fábrica Weaver en un pueblo minero e industrial del norte de Inglaterra; en lo que seguramente supondrá un homenaje al padre del autor, quien trabajó en la mina de carbón de Wakefield, Yorkshire. Aún viniendo de una familia obrera, David Storey consiguió estudiar en la Slade School of Fine Art de Londres, donde se pagó los estudios jugando en un equipo de rugby a trece; experiencia que le ayudó a hilvanar ésta, su primera novela, con la que consiguió en 1960 el Macmillan Fiction Award, convirtiéndose con el tiempo en un clásico de la novela británica de posguerra.

 Si hubiese que resumir El ingenuo salvaje en una frase, me quedaría con ésta: "La historia de un antihéroe del rugby, que experimenta en sus propias carnes los sinsabores de la fama y el amor." Una historia, por cierto, que fue llevada al cine en 1963 por Lindsay Anderson, con guión del propio David Storey, con el título original de la novela: This Sporting Life.


Richard Harris en el papel del protagonista en This Sporting Life

 La novela empieza con la resolución de una melé, o scrum si empleásemos el término británico, en la que el protagonista, Arthur Machin, recibe un buen golpe en la mandíbula que le hace perder el conocimiento y algunos dientes. Storey nos mete de lleno en la acción, y al momento nos vemos tumbados boca arriba sobre el césped.
 Lo primero que veo es la vaga expresión de disculpa en el rostro de Mellor, junto al de Dai –el entrenador–, que está inclinado echándome agua en la cara con una esponja.
 –Sal del campo un rato –me dice–. Te has hecho un buen tajo en la boca.
 Me levanto y noto sus manos en mis axilas, sujetándome como un par de nudos bien apretados. Me despacho a gusto con Mellor; mientras tanto, los demás jugadores lo observan todo despreocupados, aliviados por el interludio. Me marcho junto a Dai, que me planta un inhalador de amoniaco bajo la nariz.
 Me quedo sentado en el banco hasta que él termina de dar instrucciones en el campo y, cuando deja de chillar, me presiona la boca con los dedos y me vuelve los labios del revés.
 –Joder, tío –me dice–. Te has roto los dientes de delante.
 […] –No siento nada –le digo. Sus pulgares sueltan la solapa de mi labio superior, que vuelve rápidamente a su sitio–. Dentro de un minuto quiero entrar otra vez.
 Su equipo lleva una ventaja de doce puntos sobre "un equipo agotado" y sólo restan diez minutos de partido pero, aún así, Arthur salta al campo "para demostrar lo mucho que le importa el partido", lo mucho que le importa no perder su aura de delantero aguerrido en el City Rugby League Club de Primstone.

 Arthur y sus compañeros se evaden del trabajo en Weaver's o en la mina, sudando y embarrando la camiseta del club, pateando un balón ovalado y placando a otros semejantes.
 Jugar al rugby lo elevaba por encima del merdoso nivel general; y, para mí, que podía darme por satisfecho con solo llegar a fin de mes, eso era lo más importante.
 Junto al protagonista, una retahíla de secundarios: Dicky, el entrenador; Frank, el capitán, que "tiene esa humildad que adquieren los profesionales después de toda una vida trabajando como mulas"; Maurice Braithewaite, compañero en el trabajo y en el equipo; George Wade, el presidente con "su cara mayor, de jubilado"; Charles Weaver y Slomer, los empresarios encargados de sostener el equipo con su dinero; el viejo Johnson, su mentor para probar como delantero en el Club; y la señora Hammond con sus dos hijos.
 La señora Hammond bien podría haber sido el monstruo de las seis cabezas, que a mí me habría dado igual. Me ofrecía pensión completa y alojamiento por treinta y cinco chelines a la semana, en una habitación que era solo para mí; cualquiera habría dicho que se estaba esforzando para que me quedase con ella. Ni siquiera yo mismo habría impuesto unas condiciones más ventajosas. De todas formas, yo era el único huésped; ella, una viuda ya-no-tan-joven; y su casa estaba en una hilera de adosados: que reaccionara de esa manera resultaba totalmente natural, ya que acababa de quedar privada de una juventud feliz.
 Avanzada la lectura aparecerá la señora Weaver, cuya debilidad por las relaciones sociales informales comprometerá el futuro de Arthur; al igual que Judith, que también interferirá en su relación con la señora Hammond. Y los padres del protagonista, que aparecen en pocas páginas pero con una gran carga dramática.

 Aunque digan que el fútbol es un deporte de caballeros practicado por hooligans y el rugby un deporte de hooligans practicado por caballeros, Arthur no deja de ser un tanto salvaje, machista y macarra en algunos de sus actos. Sin ninguna duda, estamos ante un tipo duro y violento, pero también tierno y vulnerable.

Firmando un balón de rugby (Signing rugby ball)
Copyright Rugby Football Union

 El rugby no se prodiga mucho en la literatura, de ahí que haya que darle las gracias a la editorial Impedimenta por publicar esta novela; trescientas noventa y una páginas, traducidas por Consuelo Rubio, que todo aficionado al rugby y a la literatura deportiva debería leer.
 Oí mi nombre resonando desde los altavoces, y luego el rugido de la afición cuando el equipo visitante salió primero al campo. Dicky, el entrenador, nos dio las últimas instrucciones, nos alineamos y empezamos a bajar por el túnel. La parte delantera de la fila aceleró el paso. Las botas repiqueteaban sobre el cemento; luego ese ruido se convirtió en un barboteo y finalmente se hizo el silencio cuando los tacos se clavaron en la tierra desnuda que se extendía desde la boca del túnel.
 La oscuridad se disolvió. La luz nos deslumbró por un segundo y se mezcló con la conmoción que provocaba el bramido de la hinchada. Me pareció que todo mi cuerpo se inflamaba al descender al campo. Los altavoces atronaron al anunciar "la entrada de los Gladiadores", y salimos corriendo, con aires de suficiencia, hacia el centro del campo. Una vez allí, formamos en círculo. La melodía cambió y pasó a ser una fanfarria intermitente cuando los capitanes lanzaron la moneda al aire.
 Los equipos se dispersaron, fueron filtrándose por toda la cancha y luego se quedaron quietos, toda una serie de puntos rojos y azules sobre los manchurrones de marrón desgastado y verde polvoriento del campo. Esperamos, callados, a que sonara el silbato. Finalmente, el pitido estalló. La pelota se elevó en el aire.
  ¿No se les eriza la piel?

 Y para cerrar este artículo, les anoto el consejo que le da Johnson a Art, unas palabras válidas para cualquier deportista:
 [...] No hay que descuidarse nunca. La regularidad: ese es el secreto. Entrenar y seguir entrenando. Nunca es demasiado, Arthur. ¿Entiendes lo que te digo? Seguir trabajando siempre, no dar la batalla por ganada nunca. Si funcionas así, podrás con cualquier cosa. –Ahora me miraba de arriba abajo, tratando de identificar los cambios que se hubieran podido producir desde la última vez que me vio–. Hay montones de buenos jugadores que se han echado a perder..., que se han echado a perder del todo, porque les daba pereza entrenar. ¿Entiendes lo que te digo? Jugaron un par de partidazos consecutivos y se creyeron que después de eso no les hacía falta entrenar. Se les subió a la cabeza. Los ves paseándose por ahí, como si fueran los amos... –Y continuó con la monserga, dando bandazos con su cuerpo de abuelo cansado, apretando el paso para seguirme el ritmo y no quedarse atrás–.
 ¿No les parece impagable?

sábado, 29 de febrero de 2020

30º ANIVERSARIO DE LA MEDIA MARATÓN CIUDAD DE MÁLAGA


Fotografía: Lucía Rodríguez

La vida pasa, y cada año que transcurre deja una marca en nuestro ciclo vital, una numeración que no deja de aumentar. A mí me acaban de llegar los 54 –el pasado día 27–.

Pedro Delgado Fernández
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Los años pasan por nosotros, pero también por todo lo que se mueve a nuestro alrededor, incluida la Media Maratón Ciudad de Málaga, que el próximo día 22 de marzo celebrará su trigésimo aniversario.
 Hace unas semanas, mi amigo Miguel Ángel Moya me envió el vídeo de presentación de la prueba. Al verme, al inicio del mismo, me embargó una sensación extraña: por un lado, nostalgia del atleta que fui, y por otro, un sentimiento grande de satisfacción por formar parte de la historia de esta carrera.


 Desde aquí le deseo a la organización un ¡Feliz 30 Cumpleaños! ¡Y que cumpla muchos más!

martes, 14 de enero de 2020

ZÁTOPEK: LA NOVELA GRÁFICA


Zátopek, Aloha! Editorial, la novela gráfica de Jan Novák y Jaromír 99
Fotografía: Lucía Rodríguez 

Aunque Zátopek se retiró de la competición en 1958 y murió hace 19 años, sus logros permanecen entre nosotros y nos siguen impresionando como el primer día. La sola mención de su nombre evoca el genio de ese atleta, sus cabalgadas y sus medallas. La discusión saldada con esas tres sílabas rotundas y sonoras al dilucidar quién es el mejor atleta de la historia. En esto reside la magia de los más grandes deportistas. Eternos mientras haya quien los admire. Inmortales cada vez que alguien escribe sobre sus gestas: Jean Echenoz en Correr o Jan Novák y Jaromír 99 en la novela gráfica Zátopek.
 De la novela del francés ya les hablé en 2014, así que hoy voy a hablarles del cómic de los checos, publicado por Aloha! Editorial hace dos veranos. Un volumen que se abre con un excelente prólogo del atleta olímpico Juan Carlos Traspaderne (Logroño, 1956), campeón de España de maratón en 1983. Ese mismo año, el español corrió sobre el asfalto de Helsinki en 2h.11.34, su mejor marca personal y récord nacional en la época.

Juan Carlos Traspaderne

Es libertad
Juan Carlos Traspaderne, corredor olímpico. 
 La tarde del catorce de agosto de 1983, entré en el Estadio Olímpico de Helsinki para terminar la prueba de maratón del primer Campeonato del Mundo de Atletismo. Algo menos de un minuto transcurrió desde la entrada al estadio hasta cruzar la línea de meta, pero puedo decir que ese escaso minuto fue, sin duda, el más intenso que he vivido en mi vida. 
 Entraba en un estadio olímpico repleto de amantes del atletismo que ovacionaban a todos los participantes por la gesta que estaban a punto de finalizar. 
 Abajo, en la pista, me sentía pequeño ante las dimensiones de la emoción colectiva y me sentía grande ante la emoción que me embargaba. 
 Entraba con la incredulidad de quien todavía no se cree lo que está haciendo, pero la realidad me esperaba en la línea de meta: dos horas once minutos treinta y cuatro segundos en la prueba de la maratón. 
 Entraba también con miedo: ¿Y si me lesiono? ¿Y si no llego a la meta? Eso no debía ocurrir, pero era una posibilidad, y quizás fue por ese temor que no esprinté lo suficiente y dejé que me adelantaran dos participantes en el estadio. Entraba recordando todo lo realizado para llegar a este momento. Esos entrenamientos a las once de la noche o a las seis de la mañana, siempre en función de mis horarios de trabajo. Ese sacrificio impuesto a la familia. Esos fines de semana en los cuales no me movía más que para entrenar, ya que el resto del tiempo lo necesitaba para recuperarme de la fatiga acumulada. Recordaba esos desprecios de la gente al verme entrenar por las calles… Eran otros tiempos. 
 Entraba por la misma puerta por la que el tres de agosto de 1952 entró un tal Emil Zátopek para proclamarse campeón de maratón en la Olimpiada de Helsinki, con dos horas veintitrés minutos y tres segundos. Fue su primera maratón, y en aquella misma olimpiada ya había ganado los cinco mil y los diez mil metros. Logró pues una hazaña única, y quizás irrepetible, en la historia olímpica. 
 Sentí un gran honor por poder compartir el mismo espacio en la distancia con uno de los grandes mitos de la historia del atletismo. 
 Entraba cuando Robert de Castella, con dos horas diez minutos y tres segundos, se proclamaba como primer campeón del mundo. 
 Al final de ese minuto, crucé la meta en el puesto doce. ¡Qué lástima esos dos puestos que perdí, por pecar de prudente! Vi la marca que había conseguido y me dije: "Sí, sí, esto merece la pena". No porque ahora me lo fueran a reconocer y todo serían adulaciones por lo conseguido. No, no por eso. Merece la pena porque te has llevado al límite, porque te has demostrado a dónde te pueden llevar la determinación, el trabajo, la humildad, la confianza, la constancia y el apoyo de las personas: a lograr objetivos que redundan en tu mejora personal. ¿Y todo esto por hacer una marca en una maratón? 
 Sí, por una maratón. 
 ¿Pero qué es una maratón? Desde luego, es mucho más que correr cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros. 
 Es llevar tu determinación de lograr un objetivo para el que es necesario explorar tus límites físicos y psíquicos. 
 Es libertad. ¿Qué mayor grado de libertad se puede sentir cuanto tu elección te lleva al límite? 
 Es encontrarte contigo mismo, mediante el diálogo que se establece entre tus deseos conscientes y tu instinto de protección. 
 Es ser consciente de que el primer límite es el tuyo propio; no importan tanto tus rivales, porque el primer rival eres tú mismo. 
 Es demostrarte tu capacidad para superar sentimientos negativos que se producen en la prueba y en los entrenamientos. 
 Es persistir en el esfuerzo cuando tu cuerpo y tu mente te dicen "para". En ese momento solo te queda la voluntad. 
 Todos esos sentimientos provocan una emoción que te recorre a lo largo de la prueba y que explota cuando has terminado. Cuando el resultado es negativo o lo conseguido no cumple con tus expectativas, te queda la satisfacción de haberlo intentado, y de haberte encontrado contigo mismo. La primera vez que oí hablar de Emil Zátopek fue el veintiséis de enero de 1975 en mi debut en el Cross de Lasarte. Recuerdo escuchar a mi entrenador, Iluminado Corcuera, decir que este cross había sido ganado por gente de la importancia de Emil. Efectivamente, Zátopek ganó la prueba ese mismo día en 1958, en su última carrera como atleta. Entonces hice poco caso a aquel comentario. Hoy puedo decir que, gracias a Emil Zátopek, yo soy un poco como soy y he podido tener el honor de escribir estas líneas en su recuerdo y tributo. 
 La maratón es una prueba que está llena de ejemplos de vida, de humildes personas y grandes atletas que, como Emil Zátopek, son capaces de decir: "Sí quieres correr, corre la milla. Si quieres cambiar tu vida, corre la maratón". 
 Gracias, Emil.

 Aloha! Editorial ha tirado la casa por la ventana para ofrecernos una edición de lujo, con tapas duras y sobrecubierta; una portada que da gusto ver de cara en la estantería, con el personalísimo dibujo de Jaromír 99, en mate y a cuatro tintas: salmón, beige, azul y negro.

Pedro Delgado hojeando la novela gráfica Zátopek en la Ciudad Deportiva de Carranque
Fotografía: Lucía Rodríguez

 El tomo comienza en 1952, cuando Emil y Stanislav Jungwirth, un prometedor corredor de la milla, entrenan juntos en el parque forestal Houstka, en la ciudad de Stará Boleslav, en las inmediaciones de Praga. Ambos pertenecen al Club Deportivo o Unidad de Educación Física Dukla Praga, perteneciente a las Fuerzas Armadas de Checoslovaquia, un club que aún existe. Y Emil trata de enseñarle al joven Jungwirth (al que llama cariñosamente Yogur) sus peculiares métodos de entrenamiento mientras se preparan para los juegos olímpicos de ese año. Ideas novedosas y métodos nunca antes probados. Algunos poco heterodoxos:
–¡Venga! ¡Ahora solo con una inspiración! 
–¿Cómo con una inspiración? 
–Fácil, ¡cogemos aire y vemos quién llega más lejos!
 Luego Jan Novák, el guionista, da un salto en el tiempo y se va a 1922, año de nacimiento del atleta, y a 1929, para mostrarnos la infancia del hijo del carpintero. También su entrada en la fabrica de calzado Bata con tan solo quince años; la invasión alemana en 1939; sus carreras con el equipo de la fábrica; su primeros planes de entrenamiento de la mano del doctor Haluza, también corredor de fondo; sus primeros récords; el fin de la guerra en 1945; su primer campeonato de Checoslovaquia y su ingreso en el ejército.
–Entonces, allá en Zlin, ¿quién te entrena? Nadie, ¿verdad? Con nosotros en el ejército vas a tener los mejores entrenadores, los mejores médicos, ¡los mejores masajistas! 
 Ahora ya no será como en la guerra, ahora se viajará al extranjero, ¡ahora vas a representar a la patria! ¡Y fuera hay otra competencia! 
 ¡No puedes vencer a esos tipos siendo un zapatero de Zlin!
 En febrero de 1948, los comunistas tomaron el poder en Checoslovaquia, y su vida se vio alterada de nuevo. Mientras prepara los cinco mil y diez mil metros de los Juegos Olímpicos de Londres, conoce en las pistas de atletismo a la lanzadora Dana Ingrová. Ambos nacieron el mismo día, del mismo mes y del mismo año, así que parecen predestinados a casarse. Juntos formarán una de las parejas más bonitas del atletismo mundial. Emil la ayuda y anima a mejorar en los entrenamientos, y Dana consigue la mínima olímpica en lanzamiento de jabalina.

Zátopek (Aloha! Editorial), la novela gráfica de Jan Novák y Jaromír 99
Fotografía: Lucía Rodríguez

 En Londres Emil gana el oro en los 10.000 metros –le saca 200 metros al segundo clasificado marcando un nuevo récord olímpico con un tiempo de 29:59,6– y la plata en los 5.000 metros. Dana lanzó cerca de su mejor marca y se clasificó en el séptimo puesto.

Zátopek, Aloha! Editorial, novela gráfica de Jan Novák y Jaromír 99
Fotografía: Lucía Rodríguez

 En la página 137, las viñetas de Jaromír 99 nos devuelven al inicio de la novela. Tras el entrenamiento, mientras se asean y se cambian de ropa en el vestuario, nos enteramos de los problemas políticos que tiene Jungwirt para ir a la siguiente olimpiada (Helsinki 1952), pues su padre está preso en un campo de trabajo por subversión al estado –en realidad por largar contra el gobierno en un bar–. Emil se tomará el caso como algo personal, y a riesgo de ser juzgado y castigado por desacato, llegará a tensar la cuerda hasta el punto de renunciar a los Juegos.
 Si Jungwirt consiguió correr los 1.500 metros en Helsinki es algo que deberán averiguar ustedes leyendo esta novela gráfica; lo que sí sabemos, porque es historia, es que Dana se hará con el oro en jabalina, y Emil se colgará al cuello lo que parece imposible: tres medallas de oro, en los cinco mil, los 10.000 mil metros y la maratón –siendo éste su estreno en la distancia de Filípides–, que lo mantienen como el mejor atleta de fondo de todos los tiempos.

Zátopek, de Aloha! Editorial, sobre el tartán de la pista de atletismo de Carranque
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Lo que no recogen las viñetas, potentes y algo expresionistas de Jaromír 99, es algo que sucedió diez años después de su retirada del atletismo y que lo honra todavía más como persona. Ocurrió durante la Primavera de Praga, cuando el líder del país, Alexander Dubcek, trataba de reformar el régimen comunista; algo que no fue bien visto por la Unión Soviética y sus aliados del Pacto de Varsovia, que enviaron sus tropas a ocupar el país. Cuando los tanques aparecieron por la ciudad, el pueblo, y con él Zátopek,  salió a la calle a protestar por la injerencia soviética, algo por lo que sufriría represalias. Se le expulsó del ejército, donde tenía el grado de coronel, y lo mandaron a trabajar a las minas de uranio. Luego lo pondrían a barrer las calles de Praga. Cuentan que la gente salía a barrer las aceras antes de que él pasara para ahorrarle tamaña humillación.


 Personalmente, me siento identificado en algunas cosas con Zátopek, al que empezaron a llamar la Locomotora Humana tras su paso por Helsinki.
–Tenía dos opciones: una, desgastar a los otros corredores durante la carrera, o dos, perder al final. Elegí la primera opción. 
***
–¿Por qué corre tan rápido? Le hubiera bastado con un tiempo normal para ganar. 
–Porque quiero aprender a correr, y no ir de listo. No quiero ir detrás de un rival para ganarle al final. A mí no me importa cansarme. Para eso entreno. 
–El respondió: "Correr lento, ¿para qué?"
 Y como estos, hay otros detalles que compartimos y de los que ya les hablé en el artículo que le dediqué a la novela Correr de Jean Echenoz.

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2014/01/correr-el-libro-acerca-de-zatopek.html

 Por último, comentar que en las últimas páginas figura un apartado de notas, apuntes interesantes que te hacen volver a repasar las viñetas del libro. Unas son de Carlos Traspaderne y otras de la traductora, Ester Vignolles Podhradska, a la que desde aquí le doy las gracias por verter por primera vez la obra al español. También se las doy a Adriana Bañares, fundadora y directora de la editorial Aloha!, por apostar por este proyecto.

Nota: Gracias a Juan Sarria hijo, que se prestó a mostrarnos su gemelaco en la fotografía que abre este artículo.

miércoles, 8 de enero de 2020

ME ACUERDO (DE 2019)


Ahora que empieza el nuevo año me pongo a recordar el anterior y, como George Perec, me acuerdo:

 Me acuerdo de la tristeza de enero, y de la técnica japonesa del kintsugi.

Técnica japonesa del kintsugi

 Me acuerdo del homenaje a Paco Caballero en la cuarenta edición del Cross de Sonseca, y de lo bonito que es reconocer a las personas en vida.

Paco Caballero con Fermín Cacho, campeón olímpico en los 1.500 metros
Fotografía: Archivo personal de Paco Caballero

José Manuel Abascal, medalla de bronce en los 1.500 metros de los Juegos Olímpicos de 1984, habla sobre Paco Caballero y el Cross de Sonseca

Sur, de Antonio Soler (Editorial Galaxia Gutenberg)
Fotografía: Lucía Rodríguez

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2019/01/antonio-soler-uno-de-los-nuestros.html

 Me acuerdo de tener que darme de baja a mediados de marzo por la agravación de mi fascitis plantar y de una tendinopatía en el tendón del tibial posterior; de ponerme de nuevo en manos de Antonio Jurado, mi fisioterapeuta de toda la vida, y de estar leyendo su primera novela, El árbol de la cucaña, mientras me ponía ondas de choque en la camilla.

Pedro Delgado leyendo en el Centro de Rehabilitación Larios
Fotografía: Lucía Rodríguez

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2019/04/antonio-jurado-fisioterapeuta-y-escritor.html

 Me acuerdo de haber visto en abril retornar al porche de casa a gorriones y golondrinas, y de ponerles comida y sentarme en el banco a observarlos. De Notre Dame en llamas, y de inyectarme factores de crecimiento en la inserción de la fascia plantar en el calcáneo.

 Me acuerdo del vuelo nocturno de mi hijo Enzo a los mandos de una Piper en mayo, y de ir a recogerlo a las tres de la mañana al aeropuerto de Málaga. De volver ese mes al instituto, aún con dolor en el talón al caminar, y de alternar días de ciclismo con otros de natación en la piscina de la Universidad para tratar de ponerme en forma. De la aparición de John Ruskin, con motivo de su bicentenario, en el Cementerio inglés de Málaga. Y, algo menos prosaico, de preguntarme por qué tienen que poner La Noche en Blanco el mismo día de Eurovisión.

Un fantasmal y magistral John Ruskin hace su aparición en el minuto 29:34

 Me acuerdo de la graduación de 4º de mi hijo Pedro en junio. También de la de mis alumnos –fue un placer darles clase y, sobre todo, verlos crecer–.

Alumnos de 4º de ESO del Isaac Albéniz de Málaga
Fotografía: Pedro Delgado

Alumnos de 4º de ESO del IES Isaac Albéniz de Málaga
Fotografía: África Caro

Alumnos de 4º de ESO del IES Isaac Albéniz de Málaga
Fotografía: Pedro Delgado

 Me acuerdo del concierto que dio Rod Stewart en julio en Fuengirola y de lo bien que envejece. También del de los míticos The Beach Boys en el Starlite de Marbella, y del de La Bien Querida con el poeta Alejandro Simón Partal en el jardín de la Casa Gerald Brenan de Churriana.

Cartel concierto Rod Stewart en Fuengirola

 Para ver el concierto completo: https://www.youtube.com/watch?v=0JXJz-RJadY

The Beach Boys en el Starlite Festival (Marbella, 11 de julio de 2019)
Fotografía: Lucía Rodríguez

Alejandro Simón Partal y La Bien Querida
Casa Gerald Brenan en Churriana

https://es-es.facebook.com/GPONChurrianaTV/videos/467764890678495/

https://cartadesdeeltoubkal.blogspot.com/2019/07/playa-o-piscina.html

 Me acuerdo de las obras de reforma que realizamos en casa en el mes de agosto, y de lo terrible que es tener toda la casa patas arriba.

Fotografía: Pedro Delgado

https://cartadesdeeltoubkal.blogspot.com/2019/10/la-baraka-y-otros-textos-marruecos.html

 Me acuerdo del comienzo de curso en septiembre, de las caras nuevas y las ya conocidas.

 Me acuerdo de nadar como si no hubiese un mañana un 2 de octubre en la playa de Guadalmar, del miedo que pasé y del alivio que sentí al poder evitar una tragedia. También de tragarme casi todas las retransmisiones del Campeonato Mundial de Atletismo celebrado en Doha; del keniata Eliup Kipchoge, que prefirió viajar a Viena en lugar de a Qatar para bajar de las dos horas en una maratón prefabricada y de laboratorio; del revuelo que causaron sus zapatillas de alta tecnología que valen cerca de 300 euros, y del daño que me hice en la espalda al levantar un mueble con uno de mis hijos.

Pedro Delgado, De La Fuente y Calle 
Jornada deportivo-recreativa en la playa de Guadalmar
Málaga, 2 de octubre de 2019

Campeonato Mundial de Atletismo en Doha 2019

Kipchoge rodeado de liebres en su récord no homologado de Maratón
1 hora 59 minutos y 40 segundos (Viena, 12 de octubre de 2019)
Fotografía: Agencia Reuters

Eliup Kichoge con sus zapatillas voladoras
El primer hombre en bajar de las dos horas en maratón

 Me acuerdo de ponerle a los alumnos la película Invictus, de las cuatro sesiones de rugby y de que los Springboks volvieron a ganar el campeonato del mundo de ese deporte el día 2 de noviembre. También de lo graciosa que estuvo Yolanda Ramos en la inauguración del Festival de Cine Fantástico de Málaga en el  cine Albéniz.

Cartel de la película Invictus

Cartel Copa Mundial de Rugby
Japón 2019

Sudáfrica campeona de la copa del mundo de rugby (Japón, 2019)

Tecla Lumbreras y Yolanda Ramos en la inauguración del Fancine
 Málaga, 2019

 Me acuerdo de ver entrar en meta al keniata Martin Cheruiyot en la Maratón de Málaga que se celebró en diciembre, y de lo bonito que hubiese sido que ganara el 2º clasificado, Elud Kibet, quien se cayó en la pasada edición a tres metros de la meta cuando iba segundo y fue adelantado por dos atletas.

Martin Cheruiyot vencedor de la Maratón de Málaga 2019
Fotografía: Pedro Delgado

Elud Kibet segundo clasificado en la Maratón de Málaga 2019
Fotografía: Pedro Delgado

Dramática llegada de Elud Kibet en la Maratón de Málaga de 2018

  Me acuerdo de los familiares y amigos que ya no están.

 Me acuerdo, por último, de la sorpresa (pensaba que mis dos agapornis eran machos) de ver que Tiberio ha puesto cuatro huevos.

Tiberio mirando a cámara, con Leonardo y los huevos al fondo
Fotografía: Pedro Delgado