lunes, 7 de enero de 2019

ANTONIO SOLER: UNO DE LOS NUESTROS


Pedro Delgado y Antonio Soler
Fotografía: Lucía Rodríguez Vicario

Hace muchos años leí en algún periódico que el escritor Antonio Soler (Málaga, 1956) practicó atletismo en su juventud, y que fue un accidente de tráfico lo que le apartó de las carreras y echó en brazos de la literatura. Lo reseñaban de pasada, lo que hizo que me picara la curiosidad, pues yo llevaba corriendo desde los 14 años y nunca lo había visto correr. Pregunté en Carranque a los más veteranos, pero ninguno sabía nada de él, ni siquiera Rodrigo, que antaño había custodiado la entrada a la Ciudad Deportiva. En definitiva, interrogué a tantas personas sin resultado, que di por hecho que aquello era una especie de leyenda urbana, uno de esos bulos que, sin saber muy bien cómo, terminan por recalar en los medios de comunicación.

 Una tarde, hace ya también bastantes años, en la que acababa de salir a correr fuera de la Ciudad Deportiva de Carranque en compañía de Rafael Morales, Francisco Espejo y Juan Sarria, me topé con Antonio Soler. Estaba parado en la esquina de la avenida Santa Rosa de Lima con la del Obispo Ángel Herrera Oria, y sostenía una raqueta de padel o de frontón en las manos mientras conversaba con otra persona. Al vernos llegar nos miró, y hubo un momento, al pasar junto a él, en que nuestros ojos se cruzaron. Durante esos breves instantes, sentí que Soler no me veía a mí, sino al corredor que una vez él había sido. O tal vez sólo fuesen imaginaciones mías. Corrí ese día ensimismado en mis pensamientos, pues por entonces ya empezaba a fantasear con colgar las zapatillas y dedicarme a escribir, cosa que hice, consciente de lo difícil de la empresa, en el año 2001, aplicando la misma constancia y fuerza de voluntad que me caracterizó en mi etapa atlética.

 Volviendo a Antonio Soler, les diré que logré desentrañar aquel misterio el año pasado, al asistir a unas jornadas sobre fútbol y literatura en el Instituto Andaluz del Deporte, de las que ya les hablé en otra entrada*. Allí escuché de su propia boca que había sido deportista, y que había hecho muchos kilómetros en la pista de Carranque, cuando era de ceniza y, luego, cuando tenía un buen tartán. También relacionó el atletismo con la literatura de una manera que no puedo más que suscribir plenamente:
"Yo que he hecho atletismo hasta los 21 años, compitiendo... Para mí el ejercicio de correr, de dar una zancada más, de salvar una distancia, de ejercitar esa voluntad, esa disciplina, tiene mucho que ver con escribir novelas, donde el trabajo de media mañana a lo mejor son cuatro frases que parece que no llevan a nada, lo mismo que en una carrera de fondo veinticinco zancadas parece que no son nada, pero son absolutamente imprescindibles para la carrera. El acto de estar pareciendo agotado, pero sigues y continúas... Y mañana otra vez, y vuelves a la pista, vuelves al campo... Todo eso tiene que ver con escribir una novela. Es una carrera de fondo, en soledad". 
 Hace ya tiempo, el escritor Pablo Aranda me dio el correo de Antonio para que le escribiese y saliese de dudas, pero por cierta timidez no llegué a hacerlo. Así que, al terminar la mesa redonda, me armé de valor y lo abordé. "Usted no lo sabe, pero esta tarde ha resuelto un interrogante que me ha acompañado durante mucho tiempo; aunque ahora, que sé que es verdad que fue atleta, me surgen nuevas preguntas, y esta vez, para no molestarle ahora, sí que se las voy a mandar en un correo".

 Antonio Soler se prestó amablemente a ello, y aquí están mis preguntas y sus respuestas:

Pedro Delgado. Usted corrió hasta los 21 años, lo que significa que si nació en el 56 debió retirarse en el 77, dato que explica mi desconocimiento, y el de muchos, de su breve carrera atlética, pues ese año yo cumplía 11 años y sólo iba a Carranque en verano, como tantos malagueños, para bañarme en la piscina. ¿A qué edad se inició en el atletismo, y qué le motivó a ello?
Antonio Soler. Exactamente el año en que dejé de correr fue el 78, nací a final de año, con lo cual en ese momento del 78 tenía 21 años. Empecé a competir en el colegio Los Olivos, primero en las pruebas internas del colegio, y luego, formando parte del equipo del colegio, contra los otros centros de la provincia. También participé en encuentros interprovinciales y algunos campeonatos escolares. Puede que cuando empezara a competir con el equipo del colegio tuviese catorce o quince años. No lo recuerdo muy bien.

Antonio Soler (a la dcha.) en el laboratorio de ciencias del Colegio Los Olivos
Archivo fotográfico Padre Mayo

P.D. No sabía que había estudiado usted en Los Olivos, y me emociona descubrir que ambos llegamos al atletismo de la misma manera. Yo me fui de allí al terminar 1º de BUP, a Martiricos. Aunque luego también pasé por el Polígono de Cártama y el Cánovas del Castillo. Pero eso no viene ahora al caso. ¿Terminó usted sus estudios allí?
A.S. No, no acabé allí mis estudios. Estuve seis años y me fui a repetir curso al instituto Cánovas del Castillo, donde hice sexto de bachiller y COU.

P.D. ¿Para qué pruebas entrenaba? ¿Y lo hacía por su cuenta o bajo la dirección de algún entrenador?
A.S. En el colegio, empecé compitiendo en campo a través, de ahí pasé a 800 en pista. Recuerdo que en el colegio la "pista", era de tierra, sin calles. Y no sé muy bien si la longitud era muy exacta. Como federado básicamente corrí 400. En el colegio tuve un par de entrenadores, como federado uno que me daba, normalmente por medio de algún compañero, el plan de entrenamiento semanal. Yo estudiaba por las tardes, que era cuando entrenaba la mayor parte de los atletas del CAIM, así que los veía muy poco.

P.D. El club CAIM se fundó en febrero de 1976, por lo que no sé si llegaría usted a militar en él. ¿Llegó a pertenecer a algún club?
A.S. Sí, estuve en el CAIM.

P.D. Pues en eso también coincidimos. ¿Recuerda las marcas que hizo y en qué categorías?
A.S. En el CAIM básicamente hice 400, recuerdo que ocasionalmente y más por recordar los tiempos escolares que por otra cosa hice algún 800. No recuerdo con exactitud las marcas, en 400 estaba rondando los 50 segundos. En 800 bajé algunas veces de los dos minutos.

(En un correo posterior, Antonio me apuntó los tiempos que tenía anotados, donde se puede ver la progresión de sus marcas).

Marcas de Antonio Soler

P.D. ¿Participó en algún campeonato?
A.S. Recuerdo algunas competiciones interprovinciales en Andalucía, algún viaje a Sevilla, Granada, pero no el rango que aquello tenía.

(Tras preguntarle en otro correo si recordaba su participación en el Campeonato de España de Selecciones Provinciales de 2ª categoría que se celebró en Segovia en el año 76, donde corrió el 800 y el 4x400 –tal como me apuntó Antonio Castro que en aquella época viajó como delegado–, me dijo que tenía un recuerdo vago de aquellos viajes; aunque sí recordaba bien un campeonato de cross en Tarragona, pero ese dentro del ámbito escolar).

P.D. ¿Qué recuerdos guarda en la memoria de aquella época?
A.S. Yo andaba dividido en varias facetas. Aunque leía desde niño, en esa época había empezado a leer con bastante más rigor, vislumbraba la posibilidad de dedicarme a algo creativo, por otro lado estaba estudiando, andaba en una especie de montaña rusa personal, con las primeras relaciones sentimentales más o menos fuertes, escapadas con amigos, los primeros viajes. El atletismo era una parcela más, importante pero no decisiva. Alguna vez me lo dieron a entender en el club aunque nunca de un modo directo. Diríamos que no hacía vida de atleta ortodoxo. Pero los recuerdos alrededor del atletismo siempre son buenos. El mejor de todos aquella sensación de libertad que me producía correr rápido, sin cansancio, una verdadera liberación. También el compartir muchos kilómetros entrenando con algunos amigos. Fundamentalmente, y por los horarios coincidentes, entrenaba con Santi Rodríguez Cánovas, que hacía obstáculos, y Ángel López, que corría 1.500 y 800. También tuve amistad con Felipe Vicaría. Felipe y yo intentábamos pisarle los talones a Carlos Azulay en 400.

P.D. Azulay fue socio fundador del CAIM, y como atleta llegó a tener el récord nacional de 400 metros vallas y decathlon, siendo campeón de España absoluto en 400 metros vallas en 1983. También lo fue de decathlon en 1981 y 1988, de heptathlon en 1985, y de octathlon en 1982 y 1987. Es un mito del atletismo malagueño, y todo un ídolo para la gente del CAIM.

Carlos Azulay con el estadounidense Edwin Moses. Fotografía: Página web club CAIM

Carlos Azulay (izq.) en la final de los 400 metros vallas en el Campeonato de España de 1983
Fotografía: Revista Atletismo Español
https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2015/02/duelo-al-sol.html

¿Conserva usted memorabilia de su etapa atlética? Fotografías, recortes de periódicos, hojas de resultados, diplomas, medallas, equipaciones, zapatillas de clavos..., objetos de los que no haya querido desprenderse y que le recuerden o le conecten con aquella época de su vida.
A.S. No guardo nada. Una fotografía en blanco y negro y algo borrosa durante un entrenamiento,

"Te adjunto también una foto, la única mía que he encontrado corriendo en aquella época. Es de la primera carrera que organizó la peña El Bastón, esa que acababa en Gibralfaro. Fui de los primeros, pero realmente no recuerdo el puesto, la foto, tan movida en la que no se me reconoce demasiado, me la hizo una amiga desde un coche, por el paseo de Sancha".

y también, al menos hace poco lo vi, el carnet* del CAIM, no recuerdo si de 1.977 o 1.978.
*Esa ficha federativa tiene un valor histórico, así que, en cuanto Soler la encuentre, la adjuntaremos a esta entrevista. De hecho, su infructuosa búsqueda es lo que ha demorado esta entrevista cumplimentada en enero de 2018.

P.D. Tengo entendido que tuvo una fractura en la pierna a causa de un accidente de tráfico. Después de aquello, ¿por qué optó por la retirada en lugar de retomar los entrenamientos?
A.S. Fue una fractura muy importante. Estuve casi un año sin poder andar. La recuperación total duró un año y medio. Con 23 años, la carrera por terminar, la amenaza de la mili por delante y un futuro bastante incierto en el que la literatura cada vez tenía más importancia para mí, me hicieron desistir de cualquier posibilidad de competir medianamente en serio. Sí lo hice en el ejército, durante dos o tres meses, lo suficiente como para darme cuenta de que ya no tenía mucho sentido.

P.D. He leído en alguna parte que en el hospital empezó a escribir un relato, y que su hermana lo envió al Ignacio Aldecoa y le dieron el segundo premio. ¿Es eso cierto?
A.S. Sí, es exactamente así. Y fue el momento en el que dejé el atletismo aunque luego, en el ejército competí en 400, algo circunstancial y para librarme de algunas guardias. En cuanto a lo del relato aquel, lo escribí casi entero, en una mañana, en el hospital, adonde fui a parar a causa de un accidente de tráfico. Efectivamente mi hermana lo envió al premio Ignacio Aldecoa y me dieron el segundo premio. Unos pocos años después volví a participar y me concedieron el primer premio, entonces ya único. Lo que no es cierto, como alguna vez se ha contado, es que empezara a escribir debido a mi estancia en el hospital. La literatura no es una vocación súbita, llevaba leyendo continuamente desde la infancia, la literatura cada vez era más importante para mí y si no hubiera estado en el hospital habría escrito ese libro en mi casa.

P.D. Durante todos estos años y desde su retirada, ¿ha seguido el atletismo a nivel local e internacional?
A.S. He seguido las grandes competiciones, Campeonatos del Mundo, Olimpiadas, campeonatos europeos y algunos grandes mítines.

P.D. ¿Podría darme el nombre de algunos corredores a los que haya admirado o seguido?
A.S. Siempre admiré por encima de cualquier otro a Sebastian Coe. Su modo de correr, tan elegante, tan vibrante, me emocionaba.

Sebastian Coe

 También me gustó muchísimo, Fernando Mamede, el mediofondista y luego fondista portugués.

Fernando Mamede

 El finlandés Lasse Viren, Said Aouita, José Luis González.

Lasse Viren

José Luis González y Said Aouita

 En velocidad tuve debilidad siempre por Pietro Mennea. Como se ve algunos ya casi prehistoria atlética.

Pietro Mennea

P.D. Comparto la admiración por todos esos atletas, aunque yo era más de Carlos Lopes que de Mamede. En un par de ocasiones le he visto por Carranque con una raqueta en la mano. No sé si para jugar al padel o al frontón. ¿Qué deportes practica ahora? Y si sale a correr de vez en cuando, ¿qué sensaciones tiene?
A.S. Jugaba a frontón hasta hace un par de años. Eso sí lo he mantenido durante veinte años seguidos. Ya a comienzos de los setenta iba a Carranque a jugar a frontón, todos los veranos, durante horas. Después lo retomé a principios de los noventa. Ahora de vez en cuando corro en una cinta, a veces he ido por la carretera interior de Gibralfaro. La sensación que tengo es que antes corría mucho.

P.D. Se ha dejado alguna vez llevar por la añoranza y se ha calzado las zapatillas para participar de forma anónima en alguna de las clásicas malagueñas, como la Mini Maratón de la Peña El Bastón, la Media Maratón Ciudad de Málaga o la Carrera Urbana Ciudad de Málaga?
A.S. No, no he participado en ninguna de esas carreras después de aquello. Sí lo hice, creo que debió de ser en 1.977 o 78, en una que salía de los alrededores de la carretera de Cádiz y acababa en Gibralfaro, me parece que era la de la Peña el Bastón. Como se ve mi memoria atlética necesita un engrase, pero son cuarenta años de distancia, casi un maratón de años.

P.D. A pesar del interés que despiertan, gracias al boom de las carreras, no hay muchos libros que aúnen literatura y atletismo. De esos pocos que hay, ¿cuál o cuáles le han gustado más?
A.S. Sobre todo "La soledad del corredor de fondo", de Alan Sillitoe. También me parece muy buena "La media distancia", de Alejandro Gándara.

La media distancia, de Alejandro Gándara y La soledad del corredor de fondo, de Alan Sillitoe
Fotografía: Lucía Rodríguez Vicario

P.D. Yo llevo unos años enredado en una novela sobre Jean Bouin, el atleta francés que da nombre a la clásica barcelonesa. No quisiera ser impertinente, pero ¿cómo es que usted, que suele nutrirse de sus propias vivencias en sus novelas, todavía no ha escrito nada relacionado con el mundo del atletismo? ¿A qué cree que se debe eso?
A.S. No lo sé, hay bastantes aspectos de mi vida personal que no han aparecido en mis libros. En cualquier caso, en la novela que estoy escribiendo ahora* hay unos capítulos titulados "Diario del Atleta", y ahí se cuenta algo sobre la experiencia de correr, mucho más sobre la experiencia interna que sobre la competición.

*Antonio Soler se refería a "Sur" (Ed. Galaxia Gutenberg), novela recientemente galardonada con el I Premio de Narrativa Alcobendas Juan Goytisolo, y de la que aquí daremos cuenta próximamente.

Sur, de Antonio Soler (Ed. Galaxia Gutenberg)
Fotografía: Lucía Rodríguez Vicario

P.D. Como guionista de cine que también es usted, ¿qué película relacionada con el atletismo le ha llamado más la atención?
A.S. Se me viene a la cabeza una quizás muy obvia pero que creo que tiene mucho encanto, "Carros de fuego", y otra vez, ahora en forma de película "La soledad del corredor de fondo".



P.D. El otro día escribí una entrada acerca de lo que usted contó en el IAD, sobre lo que suponía salir a correr a la calle en pantalón corto hace 30 años**. ¿Podría cerrar esta entrevista con otra anécdota?
A.S. Alguna del mismo corte, cuando a veces, con Santi Cánovas, entrenábamos de noche y alguna vez nos tomaron por gente que huía de algo o de alguien, de la policía, me imagino.

P.D. Muchas gracias por su atención y por dejarme remover en todos esos recuerdos. Sin duda, el deporte perdió un atleta, pero la literatura ganó un escritor.

**https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2017/03/los-corredores-han-tomado-la-ciudad.html

*https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2017/02/futbol-y-literatura.html

Antonio Soler (Málaga, 1956) obtuvo el Premio Andalucía de Novela en 1993 con Modelo de Pasión, el Premio Andalucía de la Crítica en 1995 con Los héroes de la frontera, el Premio Herralde y Premio de la Crítica en 1996 con Las bailarinas muertas, el Premio Primavera en 1999 con El nombre que ahora digo, el Premio Nadal en 2004 con El camino de los ingleses –llevada al cine por Antonio Banderas con un guión del propio Soler– y el Premio Narrativa Juan Goytisolo el pasado 2018 con Sur. Sus novelas se han traducido a una docena de idiomas, y ha impartido conferencias y cursos en numerosas universidades e instituciones culturales de Europa, Hispanoamérica, Estados Unidos y Canadá.

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