Zátopek, Aloha! Editorial, la novela gráfica de Jan Novák y Jaromír 99 Fotografía: Lucía Rodríguez |
Aunque Zátopek se retiró de la competición en 1958 y murió hace 19 años, sus logros permanecen entre nosotros y nos siguen impresionando como el primer día. La sola mención de su nombre evoca el genio de ese atleta, sus cabalgadas y sus medallas. La discusión saldada con esas tres sílabas rotundas y sonoras al dilucidar quién es el mejor atleta de la historia. En esto reside la magia de los más grandes deportistas. Eternos mientras haya quien los admire. Inmortales cada vez que alguien escribe sobre sus gestas: Jean Echenoz en Correr o Jan Novák y Jaromír 99 en la novela gráfica Zátopek.
De la novela del francés ya les hablé en 2014, así que hoy voy a hablarles del cómic de los checos, publicado por Aloha! Editorial hace dos veranos. Un volumen que se abre con un excelente prólogo del atleta olímpico Juan Carlos Traspaderne (Logroño, 1956), campeón de España de maratón en 1983. Ese mismo año, el español corrió sobre el asfalto de Helsinki en 2h.11.34, su mejor marca personal y récord nacional en la época.
Juan Carlos Traspaderne |
Es libertadJuan Carlos Traspaderne, corredor olímpico.
La tarde del catorce de agosto de 1983, entré en el Estadio Olímpico de Helsinki para terminar la prueba de maratón del primer Campeonato del Mundo de Atletismo. Algo menos de un minuto transcurrió desde la entrada al estadio hasta cruzar la línea de meta, pero puedo decir que ese escaso minuto fue, sin duda, el más intenso que he vivido en mi vida.
Entraba en un estadio olímpico repleto de amantes del atletismo que ovacionaban a todos los participantes por la gesta que estaban a punto de finalizar.
Abajo, en la pista, me sentía pequeño ante las dimensiones de la emoción colectiva y me sentía grande ante la emoción que me embargaba.
Entraba con la incredulidad de quien todavía no se cree lo que está haciendo, pero la realidad me esperaba en la línea de meta: dos horas once minutos treinta y cuatro segundos en la prueba de la maratón.
Entraba también con miedo: ¿Y si me lesiono? ¿Y si no llego a la meta? Eso no debía ocurrir, pero era una posibilidad, y quizás fue por ese temor que no esprinté lo suficiente y dejé que me adelantaran dos participantes en el estadio. Entraba recordando todo lo realizado para llegar a este momento. Esos entrenamientos a las once de la noche o a las seis de la mañana, siempre en función de mis horarios de trabajo. Ese sacrificio impuesto a la familia. Esos fines de semana en los cuales no me movía más que para entrenar, ya que el resto del tiempo lo necesitaba para recuperarme de la fatiga acumulada. Recordaba esos desprecios de la gente al verme entrenar por las calles… Eran otros tiempos.
Entraba por la misma puerta por la que el tres de agosto de 1952 entró un tal Emil Zátopek para proclamarse campeón de maratón en la Olimpiada de Helsinki, con dos horas veintitrés minutos y tres segundos. Fue su primera maratón, y en aquella misma olimpiada ya había ganado los cinco mil y los diez mil metros. Logró pues una hazaña única, y quizás irrepetible, en la historia olímpica.
Sentí un gran honor por poder compartir el mismo espacio en la distancia con uno de los grandes mitos de la historia del atletismo.
Entraba cuando Robert de Castella, con dos horas diez minutos y tres segundos, se proclamaba como primer campeón del mundo.
Al final de ese minuto, crucé la meta en el puesto doce. ¡Qué lástima esos dos puestos que perdí, por pecar de prudente! Vi la marca que había conseguido y me dije: "Sí, sí, esto merece la pena". No porque ahora me lo fueran a reconocer y todo serían adulaciones por lo conseguido. No, no por eso. Merece la pena porque te has llevado al límite, porque te has demostrado a dónde te pueden llevar la determinación, el trabajo, la humildad, la confianza, la constancia y el apoyo de las personas: a lograr objetivos que redundan en tu mejora personal. ¿Y todo esto por hacer una marca en una maratón?
Sí, por una maratón.
¿Pero qué es una maratón? Desde luego, es mucho más que correr cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros.
Es llevar tu determinación de lograr un objetivo para el que es necesario explorar tus límites físicos y psíquicos.
Es libertad. ¿Qué mayor grado de libertad se puede sentir cuanto tu elección te lleva al límite?
Es encontrarte contigo mismo, mediante el diálogo que se establece entre tus deseos conscientes y tu instinto de protección.
Es ser consciente de que el primer límite es el tuyo propio; no importan tanto tus rivales, porque el primer rival eres tú mismo.
Es demostrarte tu capacidad para superar sentimientos negativos que se producen en la prueba y en los entrenamientos.
Es persistir en el esfuerzo cuando tu cuerpo y tu mente te dicen "para". En ese momento solo te queda la voluntad.
Todos esos sentimientos provocan una emoción que te recorre a lo largo de la prueba y que explota cuando has terminado. Cuando el resultado es negativo o lo conseguido no cumple con tus expectativas, te queda la satisfacción de haberlo intentado, y de haberte encontrado contigo mismo. La primera vez que oí hablar de Emil Zátopek fue el veintiséis de enero de 1975 en mi debut en el Cross de Lasarte. Recuerdo escuchar a mi entrenador, Iluminado Corcuera, decir que este cross había sido ganado por gente de la importancia de Emil. Efectivamente, Zátopek ganó la prueba ese mismo día en 1958, en su última carrera como atleta. Entonces hice poco caso a aquel comentario. Hoy puedo decir que, gracias a Emil Zátopek, yo soy un poco como soy y he podido tener el honor de escribir estas líneas en su recuerdo y tributo.
La maratón es una prueba que está llena de ejemplos de vida, de humildes personas y grandes atletas que, como Emil Zátopek, son capaces de decir: "Sí quieres correr, corre la milla. Si quieres cambiar tu vida, corre la maratón".
Gracias, Emil.
Aloha! Editorial ha tirado la casa por la ventana para ofrecernos una edición de lujo, con tapas duras y sobrecubierta; una portada que da gusto ver de cara en la estantería, con el personalísimo dibujo de Jaromír 99, en mate y a cuatro tintas: salmón, beige, azul y negro.
Pedro Delgado hojeando la novela gráfica Zátopek en la Ciudad Deportiva de Carranque Fotografía: Lucía Rodríguez |
El tomo comienza en 1952, cuando Emil y Stanislav Jungwirth, un prometedor corredor de la milla, entrenan juntos en el parque forestal Houstka, en la ciudad de Stará Boleslav, en las inmediaciones de Praga. Ambos pertenecen al Club Deportivo o Unidad de Educación Física Dukla Praga, perteneciente a las Fuerzas Armadas de Checoslovaquia, un club que aún existe. Y Emil trata de enseñarle al joven Jungwirth (al que llama cariñosamente Yogur) sus peculiares métodos de entrenamiento mientras se preparan para los juegos olímpicos de ese año. Ideas novedosas y métodos nunca antes probados. Algunos poco heterodoxos:
–¡Venga! ¡Ahora solo con una inspiración!
–¿Cómo con una inspiración?
–Fácil, ¡cogemos aire y vemos quién llega más lejos!Luego Jan Novák, el guionista, da un salto en el tiempo y se va a 1922, año de nacimiento del atleta, y a 1929, para mostrarnos la infancia del hijo del carpintero. También su entrada en la fabrica de calzado Bata con tan solo quince años; la invasión alemana en 1939; sus carreras con el equipo de la fábrica; su primeros planes de entrenamiento de la mano del doctor Haluza, también corredor de fondo; sus primeros récords; el fin de la guerra en 1945; su primer campeonato de Checoslovaquia y su ingreso en el ejército.
–Entonces, allá en Zlin, ¿quién te entrena? Nadie, ¿verdad? Con nosotros en el ejército vas a tener los mejores entrenadores, los mejores médicos, ¡los mejores masajistas!
Ahora ya no será como en la guerra, ahora se viajará al extranjero, ¡ahora vas a representar a la patria! ¡Y fuera hay otra competencia!
¡No puedes vencer a esos tipos siendo un zapatero de Zlin!En febrero de 1948, los comunistas tomaron el poder en Checoslovaquia, y su vida se vio alterada de nuevo. Mientras prepara los cinco mil y diez mil metros de los Juegos Olímpicos de Londres, conoce en las pistas de atletismo a la lanzadora Dana Ingrová. Ambos nacieron el mismo día, del mismo mes y del mismo año, así que parecen predestinados a casarse. Juntos formarán una de las parejas más bonitas del atletismo mundial. Emil la ayuda y anima a mejorar en los entrenamientos, y Dana consigue la mínima olímpica en lanzamiento de jabalina.
Zátopek (Aloha! Editorial), la novela gráfica de Jan Novák y Jaromír 99 Fotografía: Lucía Rodríguez |
En Londres Emil gana el oro en los 10.000 metros –le saca 200 metros al segundo clasificado marcando un nuevo récord olímpico con un tiempo de 29:59,6– y la plata en los 5.000 metros. Dana lanzó cerca de su mejor marca y se clasificó en el séptimo puesto.
Zátopek, Aloha! Editorial, novela gráfica de Jan Novák y Jaromír 99 Fotografía: Lucía Rodríguez |
En la página 137, las viñetas de Jaromír 99 nos devuelven al inicio de la novela. Tras el entrenamiento, mientras se asean y se cambian de ropa en el vestuario, nos enteramos de los problemas políticos que tiene Jungwirt para ir a la siguiente olimpiada (Helsinki 1952), pues su padre está preso en un campo de trabajo por subversión al estado –en realidad por largar contra el gobierno en un bar–. Emil se tomará el caso como algo personal, y a riesgo de ser juzgado y castigado por desacato, llegará a tensar la cuerda hasta el punto de renunciar a los Juegos.
Si Jungwirt consiguió correr los 1.500 metros en Helsinki es algo que deberán averiguar ustedes leyendo esta novela gráfica; lo que sí sabemos, porque es historia, es que Dana se hará con el oro en jabalina, y Emil se colgará al cuello lo que parece imposible: tres medallas de oro, en los cinco mil, los 10.000 mil metros y la maratón –siendo éste su estreno en la distancia de Filípides–, que lo mantienen como el mejor atleta de fondo de todos los tiempos.
Zátopek, de Aloha! Editorial, sobre el tartán de la pista de atletismo de Carranque Fotografía: Lucía Rodríguez |
Lo que no recogen las viñetas, potentes y algo expresionistas de Jaromír 99, es algo que sucedió diez años después de su retirada del atletismo y que lo honra todavía más como persona. Ocurrió durante la Primavera de Praga, cuando el líder del país, Alexander Dubcek, trataba de reformar el régimen comunista; algo que no fue bien visto por la Unión Soviética y sus aliados del Pacto de Varsovia, que enviaron sus tropas a ocupar el país. Cuando los tanques aparecieron por la ciudad, el pueblo, y con él Zátopek, salió a la calle a protestar por la injerencia soviética, algo por lo que sufriría represalias. Se le expulsó del ejército, donde tenía el grado de coronel, y lo mandaron a trabajar a las minas de uranio. Luego lo pondrían a barrer las calles de Praga. Cuentan que la gente salía a barrer las aceras antes de que él pasara para ahorrarle tamaña humillación.
Personalmente, me siento identificado en algunas cosas con Zátopek, al que empezaron a llamar la Locomotora Humana tras su paso por Helsinki.
–Tenía dos opciones: una, desgastar a los otros corredores durante la carrera, o dos, perder al final. Elegí la primera opción.
***
–¿Por qué corre tan rápido? Le hubiera bastado con un tiempo normal para ganar.
–Porque quiero aprender a correr, y no ir de listo. No quiero ir detrás de un rival para ganarle al final. A mí no me importa cansarme. Para eso entreno.
–El respondió: "Correr lento, ¿para qué?"Y como estos, hay otros detalles que compartimos y de los que ya les hablé en el artículo que le dediqué a la novela Correr de Jean Echenoz.
https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2014/01/correr-el-libro-acerca-de-zatopek.html
Por último, comentar que en las últimas páginas figura un apartado de notas, apuntes interesantes que te hacen volver a repasar las viñetas del libro. Unas son de Carlos Traspaderne y otras de la traductora, Ester Vignolles Podhradska, a la que desde aquí le doy las gracias por verter por primera vez la obra al español. También se las doy a Adriana Bañares, fundadora y directora de la editorial Aloha!, por apostar por este proyecto.
Nota: Gracias a Juan Sarria hijo, que se prestó a mostrarnos su gemelaco en la fotografía que abre este artículo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario