jueves, 30 de mayo de 2024

EL CÓMIC Y LA FOTOGRAFÍA SE DAN LA MANO EN 'MUHAMMAD ALI. KINSASA 1974'


Muhammad Ali. Kinsasa 1974 (Diábolo Ediciones)
Fotografía: Pedro Delgado

El boxeo, como los toros, está en decadencia. No tiene el relumbre que tenía hace unas cuantas décadas, no mueve las masas que movía ni las pocas veladas que retransmiten rompen índices de audiencia. Sin embargo, el boxeo sin golpes está más de moda que nunca y todos los días tengo que regañar a algún alumno en el instituto porque pretende moler a golpes las colchonetas grandes del gimnasio. Algunos profesores también se quejan de que hacen sombras en los pasillos, y de que alternan sus manos, a modo de manoplas, para dirigir sus puños. Supongo que detrás de esta moda están cadenas deportivas como Brooklyn Fitboxing y algunos clubes de boxeo de barrio que han cambiado los golpes con sangre por esta nueva forma de boxear sin tener que subir a un ring ni hacerse daño. En lugar de golpear la cara o el cuerpo de un compañero, le pegan al saco o al aire. Una forma válida y divertida de liberar el estrés y de ponerse en forma, que aúna fuerza y resistencia y ha quitado una pátina de agresividad a este deporte o no-deporte, como decía Joyce Carol Oates en On Boxing y nos recordaba José Luis Garci en una de sus columnas hace años.

Fue Joyce –su padre la llevaba de niña al Garden– quien dio con la clave cuando escribió que se juega al fútbol, al tenis, al baloncesto o al béisbol, pero nadie «juega» al boxeo. Se lucha.

 El mundo del cine descubrió muy pronto que no había espectáculo más cinematográfico que el del ring, y el listado de películas no ha dejado de aumentar desde entonces: Battling Butler, de Buster Keaton; El campeón y Luces de la ciudad, de Chaplin; Cuerpo y alma, de Robert Rossen; The Set-up, de Robert Wise; Más dura será la caída, de Mark Robson; Réquiem por un campeón, de Ralph Nelson; Fat City, de Huston; El ídolo de barro, de Mark Robson, Marcado por el odio, de Robert Wise; Gentleman Jim, de Raoul Walsh; Toro Salvaje, de Scorsese; Rocky, de Sylvester Stallone; El luchador, de Ron Howard, The Boxer, de Jim Sheridan o Million Dollar Baby, de Eastwood, la responsable, según Garci, de que se consolidara el boxeo femenino y de que «los gimnasios de todo el mundo se hayan llenado de chicas».

Rocío, una de mis alumnas, con el cómic de Muhammad Ali
Fotografía: Pedro Delgado

 En el mundo literario la producción ha ido a la par, pues muchas de esas películas parten de excelentes novelas. Pero no me voy a detener hoy en ellas, ni en los extraordinarios ensayos que se han escrito sobre este «no-deporte de las doce cuerdas –ahora dieciséis–». Me voy a centrar en un cómic, un medio en el que, desde hace un tiempo, el boxeo también se está ganando su espacio. Un medio gráfico atractivo que sirve de imán para esos alumnos aficionados a los puños que no suelen visitar bibliotecas ni librerías. Y que, de paso, les va a permitir conocer parte de la historia y de los grandes nombres del pugilismo.

 Muhammad Ali. Kinsasa 1974 (Diábolo Ediciones) recoge la pelea de boxeo más famosa del siglo XX. Bautizada como The Rumble in the Jungle, enfrentó a Muhammad Ali, que quería volver a ser campeón del mundo de los pesos pesados, y al entonces campeón "Big George" Foreman, invicto en los últimos 40 combates con 37 victorias por K.O, entre ellas las dos últimas, en las que dejó tumbados en la lona a los dos únicos boxeadores que habían derrotado a Ali.

 La cita fue el 30 de octubre de 1974 en Kinsasa, la capital de Zaire, en el Estadio 20 de mayo. Así que la primera viñeta del cómic es una fotografía en la que se ve a Muhammad Ali entrar en el cuadrilátero. Son las cuatro de la madrugada, hora local e intempestiva para que el combate se retransmita en horario de máxima audiencia en los Estados Unidos, y apretujado entre el público se encuentra el autor de esa imagen, el fotógrafo Abbas de la agencia Magnum. No es un forofo del boxeo y apenas dispone de cuarenta centímetros cuadrados para inmortalizar con su cámara este encuentro.

Página de inicio de Muhammad Ali. Kinsasa 1974
Fotografía: Pedro Delgado

 El combate tenía que haberse celebrado el 25 de septiembre, pero el sparring de Foreman le había abierto una ceja entrenando y si peleaba antes de un mes, su ceja podía volver a abrirse. Por ello, el promotor del encuentro, el exconvicto Don King decidió aplazar el combate.

Cartel del Campeonato del Mundo de los pesos pesados
Kinshasa (Zaire), 1974

 Era el primero que organizaba como promotor profesional y había montado un espectáculo a lo grande. En los tres días previos al combate tendría lugar un festival de música que pretendía hacer palidecer Woodstock, con B. B. King, las Pointer Sisters, Celia Cruz, Etta James, The Spinners, Manu Dibango, Ray Barretto, Miriam Makeba y el mítico James Brown.

James Brown live in Kinshasa (Zaire), 1974

 Ali luchaba por reconquistar el título que había detentado hasta 1970, y George Foreman, campeón titular, necesitaba un combate espectacular para consolidar su reputación. Don King les había ofrecido a cada uno la friolera cifra de cinco millones de dólares, y había volado al Zaire para entrevistarse con el presidente Mobutu y amarrar el escenario.

Pág. 26 de Muhammad Ali. Kinsasa 1974
Fotografía: Pedro Delgado

 Preside las gradas el retrato de Mobutu, que ha rebautizado el Congo como "República del Zaire" y a la antigua Lóopoldville como Kinsasa. El presidente también había cambiado su nombre y el mariscal Joseph Désiré Mobutu era ahora Mobutu Sese Seko KuKu Ngbendu Wa Zabanga (El guerrero todopoderoso que va de conquista en conquista y deja fuego a su paso).

Nunca pude comprobarlo, pero me dijeron que, de hecho, significaba «El gallo que no deja salir a ninguna gallina del corral». 

El retrato de Mobutu preside las gradas del Estadio 20 de Mayo
Kinsasa (Zaire), 1974. Fotografía: Abbas

 El dinero no cambió de nombre, pero sí de manos, y «el país, de los más ricos de África gracias a sus recursos, se hundió poco a poco en la crisis... mientras su presidente y allegados se enriquecían».

 Ali aterrizó el primero en el país y se ganó rápidamente la simpatía del pueblo, más cuando Foreman llegó con su pastor alemán, el perro que utilizaban los colonos belgas para reprimir las insurrecciones populares. De ahí el «¡Ali, bomayé!» (¡Ali, mátalo!) que le gritaban en lengua lingala. Aun así, para los especialistas el mejor era George Foreman.

Pág 28 y 29 de Muhammad Ali. Kinsasa 1974 (Diábolo Ediciones)
Fotografía: Pedro Delgado

 Igual que el escritor estadounidense Norman Mailer describió con palabras aquella pelea en El Combate, el fotógrafo iraní Abbas recogió aquel enfrentamiento en imágenes, usando dos cámaras: una para el blanco y negro y otra con carrete a color. Para él cada instantánea era un momento en suspenso, congelado, detenido, «como cuando le damos al pause en un vídeo».

Lo que me interesaba era dar la impresión de que la gente a la que fotografiaba después seguía haciendo lo que hacía. Como si yo no les hubiese molestado.

 Aunque a Abbas no le gustaba hablar de sí mismo, Muhammad Ali. Kinsasa 1974 nos da ciertas pinceladas sobre su vida. Yo ya lo conocía: en 2002 visité la exposición Abbas. Visiones del Islam, que organizó Fundación "la Caixa" en Málaga y, rendido ante su arte, salí de allí con el catálogo de la exposición bajo el brazo. Junto a él irá en la estantería este libro, mezcla de documental, fotorreportaje y novela gráfica.

Catálogo de la exposición fotográfica de Abbas en Málaga
Fotografía: Pedro Delgado

 Por supuesto, el guión de Jean-David Morvan, que conjuga las instantáneas de Abbas con los dibujos de Rafael Ortiz, también se detiene en la historia de los protagonistas del campeonato.

Páginas 38 y 39 de Muhammad Ali. Kinsasa 1974 (Diábolo Ediciones)
Fotografía: Pedro Delgado

Páginas 40 y 41 de Muhammad Ali. Kinsasa 1974 (Diábolo Ediciones)
Fotografía: Pedro Delgado

Pág 53 de Muhammad Ali. Kinsasa 1974
Fotografía: Pedro Delgado

Páginas 54 y 55 de Muhammad Ali. Kinsasa 1974 (Diábolo Ediciones)
Fotografía: Pedro Delgado

 Ali había jurado que iba a bailar sin parar alrededor de aquel bloque de mármol que era Big George, pero me van a permitir que no les hable más del combate, por si son ajenos a él y desconocen el desarrollo y el resultado del mismo.

Fotografía a doble página del combate tomada por Abbas (Magnum Photos)
Fotografía: Pedro Delgado

 Tampoco les hablaré de la anécdota que vivió Abbas al final de aquella pelea. Mejor que se sorprendan ustedes al descubrirla.

Pág 89 de Muhammad Ali. Kinsasa 1974
Fotografía: Pedro Delgado

 Una vez leído el cómic, podrán sumergirse en los valiosos extras que contiene el libro: una detallada narración de Jean-David Morvan sobre cómo surgió el proyecto Magnum Photos; pruebas de otros dibujantes para las diferentes propuestas; las 20 páginas que ya había dibujado el argentino Horacio Altuna de este cómic antes de retirarse del proyecto por motivos personales; más fotos de las que tomó Abbas en aquel combate y la cronología y el palmarés de Muhammad Ali.

Narración del guionista Jean-David Morvan sobre cómo surgió el proyecto
Fotografía: Pedro Delgado

Una de las páginas dibujadas por Horacio Altuna
Fotografía: Pedro Delgado

Contenido extra de Muhammad Ali. Kinsasa 1974 (Diábolo Ediciones)
Fotografía: Pedro Delgado

Cronología de Muhammad Ali (Magnum Photos / Diábolo Ediciones)
Fotografía: Pedro Delgado

 Tras dejarlo en la estantería será el momento de sumergirse en las filmaciones que pululan por internet de aquel mítico combate. Una vuelta a los 70.

 Y a los que no ven apropiado el boxeo para los estudiantes o el público en general, les recordaré lo que dijo una vez el escritor y cineasta Gonzalo Suárez, que estudió filosofía y fue boxeador, cuando le preguntaron cómo casaban ambas disciplinas. Su respuesta fue que no sólo casaban, sino que lo hacían muchísimo pues ambas se unían en el paso atrás. En verlas venir y, a poder ser, esquivarlas.

 Me parece muy buen consejo para estos tiempos que corren.

Nota: Si les gustó la reseña, los animo a compartirla y a hacerse seguidores del blog.

martes, 23 de abril de 2024

¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!


Togo, de Óscar de Marcos, en la biblioteca del IES Isaac Albéniz de Málaga
Fotografía: Pedro Delgado

Con motivo del Día del Libro y aprovechando que el Athletic Club ganó recientemente la Copa del Rey, los alumnos de 2º A de mi instituto, el IES Isaac Albéniz de Málaga, recomiendan la lectura de Togo, novela escrita por el jugador del Athletic Óscar de Marcos y editada por la Fundación Athletic Club con motivo del Festival Letras y Fútbol 2019.

 Y para que todos puedan leer esta novela en este día tan señalado, les dejo aquí el enlace a la Fundación Athletic Club donde han habilitado un enlace de descarga digital gratuita del libro (en el mismo, aceptan donaciones para proyectos sociales y culturales):

https://athleticclubfundazioa.eus/donaciones/

 También les dejo un segundo enlace con la reseña que escribí sobre Togo en Calle 1:

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2020/07/futbol-y-literatura-iii.html

¡Feliz día del libro!

jueves, 4 de abril de 2024

EL JUEGO INFINITO DE JORGE VALDANO


El juego infinito de Jorge Valdano
Fotografía: thesefootballtimes.co

Desde hace muchos años sigo la sección que tiene el exfutbolista Jorge Valdano en el diario EL PAÍS. Me gusta no sólo por lo que cuenta, sino también por cómo lo cuenta. Y porque rompe ese viejo y falso tópico que aleja al deportista del intelectual.

 Aquí les dejo los dos últimos artículos que he recortado y guardado entre las páginas de un libro:

EL JUEGO INFINITO / JORGE VALDANO

Psicólogo de la viveza

Ya que están de moda, hablemos de los árbitros. Tipos, como usted o como yo, narcisistas, influenciables, contradictorios... Los hay débiles, que respetan la voluntad de la mayoría, y los hay valientes, virtud que cuando se exhibe, toca extremos chulescos. En general son buena gente, pero la psicología de la masa acepta con desgana cualquier decisión que tomen. Los árbitros, pobres, no tienen hinchada propia.

 Para sacar ventaja ante la autoridad arbitral se ha empleado dinero, el método más burdo y corrupto; el miedo, al que hay muchas formas de convocarlo; o la astucia, que es un atajo simpático que toma la inteligencia para influir.

 En este último grupo hay personajes hímnicos. Carlos Salvador Bilardo es uno de ellos. Le debe su celebridad tanto a sus títulos como a su personalidad algo estrafalaria. Un hombre detallista hasta lo obsesivo, austero, supersticioso y con un sentido pragmático que, en ocasiones, lo arrastraba hasta más allá de los límites éticos. Podía ser burdo o fino para sacar ventaja. Tan capaz de decirle al médico de su equipo que a los adversarios hay que pisarlos cuando al pobre hombre se le ocurrió atender a un rival que cayó lesionado cerca del banco de suplentes, como de aplicar sofisticados mecanismos psicológicos para obtener un pequeño beneficio en un partido. Ese era el mejor Bilardo.

 En el Mundial de México, al terminar un partido de la fase de clasificación, estábamos en el vestuario festejando el triunfo con una felicidad infantil y apareció Bilardo como un poseído:

 –Valdano, –me dijo– dame tu camiseta.

 –¿Y eso? –pregunté.

 –Me la pidió Arppi Filho.

 –¿Y ese quién es?

 –Un árbitro basileño.

 Le dije que si pedía mi camiseta en un equipo en el que jugaba Maradona era un desubicado, pero la cosa no estaba para bromas:

 –Dame, dame, dame...

 Ansioso como era me quitó la camiseta de un tirón y El Gringo Giusti, magnífico compañero de equipo que estaba en quinto de Bilardología, cerró el capítulo:

 –No te preocupes, que algo va a sacar a cambio.

 Recibí el comentario con indiferencia, sin saber muy bien cómo interpretarlo. El Mundial avanzó con emociones fuertísimas y 20 días después de aquel episodio nos ganamos el derecho de jugar la final. Nunca, ni como jugador ni como entrenador ni como comentarista, me desvelaron los árbitros, pero en aquella ocasión la designación me arrancó una sonrisa: el árbitro sería el señor Arppi Filho. No le di importancia.

 Pero Bilardo era un hombre que consideraba crítica cualquier insignificancia de la que pudiera sacar una pequeña ventaja y conocía a fondo el alma humana, de modo que aquí encontró una oportunidad a su medida. El día de la final, antes de jugar el partido en la pizarra, empezó su charla técnica con una recomendación que definió su perfil y le dio la razón a mi compañero Bilardólogo:

 –El único que le reclama al árbitro es Valdano. Hay que ser muy hijo de puta para sacarle tarjeta amarilla a un jugador que te ha regalado su camiseta. Así que aquel día, entre mis pesadas misiones futbolísticas, estuvo la de acosar a Arppi Filho durante todo el partido. Como había previsto nuestro insuperable psicólogo de la viveza, sin consecuencias disciplinarias. Al revés, mi amigo Arppi recibió mis protestas con una sorprendente amabilidad.

EL PAÍS, 3 de febrero de 2024

Carlos Bilardo junto a Maradona en la final del Mundial de México 1986
Fotografía: Ferdi Hartung – Jaroriro! (rondomagazine.com)

***

EL JUEGO INFINITO / JORGE VALDANO

Dos goles y un apretón de manos

Semana FIFA para las selecciones. Los aviones privados salen de aquí para allá trasladando a grandes estrellas del fútbol. Por contraste, viene a mi memoria el día de mi debut. Existen crónicas, pero ni una sola imagen de aquel partido. Era otra edad geológica. Es junio de 1975 y la selección Argentina se enfrentaría a Uruguay. César Luis Menotti hizo su lista de convocados, pero River y Boca se negaron a ceder a varios de sus jugadores. Un mes antes yo había sido campeón del Mundial Juvenil de Toulón (Francia) bajo las órdenes de Menotti y estuve entre los nuevos elegidos. Un llamado urgente para rellenar la convocatoria.

 Vamos a la secuencia. Newel's Old Boys, de Rosario, mi equipo, jugaba de local. Después del partido, el entrenador me dio la noticia: estaba citado para viajar con la Selección. Era miércoles por la noche y el partido se jugaría el viernes en Montevideo. Ya de madrugada encontré un precario tren nocturno para hacer el viaje hacia Buenos Aires, en asientos con listones de madera que me dejaban el cuerpo a rayas cuando intentaba dormir. De la estación, a toda prisa, al aeropuerto donde esperaba la delegación. Era mediodía del jueves y yo era un zombi.

 Fui suplente. Entre los titulares había dos grandes ídolos: Bochini, un talento puro fascinante, y el Beto Alonso, jugador de una elegancia superior. Verlos de cerca justificaba el viaje.

 Cuando se llevaba una hora de partido calenté durante algunos minutos y en el 67 entré sustituyendo al Loco Houseman, un genio díscolo. Uruguay acababa de empatarnos: 1 a 1.

 Pisando el minuto 80, un centro medido me encontró en el segundo palo. Le pegué un frentazo cruzado hacia abajo, la pelota botó, pegó en el palo y entró. Para morirse de alegría: era mi debut, era el estadio Centenario, hacía veinte años que Argentina no le ganaba a Uruguay y el centro me lo había servido el Beto Alonso. Todo eso junto no había entrado en ninguno de mis grandes sueños.

 Cinco minutos después, en la mejor jugada del partido, Alonso y Bochini empezaron a tirar paredes como albañiles de un palacio, y me propusieron entrar en la sociedad. Bochini me dio una pelota y se la devolví; me dio una segunda y también la devolví... Si alguien le daba una pelota a Bochini y salía corriendo hacia el área contraria, lo normal era encontrarse al arco de frente. Fue lo que ocurrió y, para que no me acusaran de tímido, casi le arranco la cabeza al portero. 3 a 1 para Argentina. Uruguay, que nunca se rinde, marcó el segundo poco antes del final.

 Yo estaba en el clásico momento esto no me está pasando a mí. Pero era verdad porque Menotti me estaba esperando en la boca del túnel y con su voz de barítono me preguntó: "¿Qué ha hecho, nene?" y me dio la mano como si no fuera un nene, sino un hombre. Bajé las escaleras y me encontré a un fotógrafo de la revista El Gráfico, que había visto de lejos la escena. Me pidió que le volviera a dar la mano a Menotti para la foto. Entre que El Gráfico era mi biblia futbolística y que yo no podía estar más feliz, obedecí.

 Subí, le toqué el hombro y cuando Menotti se giró, puse cara de triunfador y le dije: "Cesar, este señor dice que nos demos la mano otra vez para hacer una foto". Contestó con la voz más ronca aún: "Nene, la mano se da una sola vez y en serio".

 Me tiré de cabeza a la boca del túnel y desaparecí. Pero visto desde la distancia, fue una gran tarde: dos goles para Argentina en mi debut y una lección de vida.

EL PAÍS, 23 de marzo de 2024

Jorge Valdano con Cesar Luis Menotti en el Nou Camp de Barcelona en 1984
Fotografía: The Sun

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Nota: Como esta no es la primera vez que Jorge Valdano aparece en este blog, les dejo aquí los enlaces a otras entradas donde disfrutar de la sabiduría del astro argentino.

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2019/03/el-futbol-como-peligro-y-como-esperanza.html

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2020/12/feliz-navidad-sincronias-en-torno-diego.html

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2021/06/de-la-copa-america-y-la-eurocopa.html

 También pueden leer más artículos en la página web oficial de Jorge Valdano o en la web del diario EL PAÍS.

https://valdano.es/

https://elpais.com/autor/jorge-valdano/


jueves, 28 de marzo de 2024

TIEMPO DE PENITENCIA


Oumaiz da positivo por dopaje
Fotografía: Pedro Delgado

Me enteré del positivo de Ouassim Oumaiz por el telediario: el plato de comida en la mesa, mi expresión de sorpresa y la mano mandando callar a la familia para escuchar con detalle la noticia. Doping por GHRP-2, un péptido o proteína que estimula la producción de la hormona del crecimiento. Lo que hace en los niños con déficit de producción de hormona del crecimiento es estimular su secreción propia por la hipófisis, y en las personas sanas estimula la creación de masa muscular y la pérdida de grasa corporal, acelerando además la recuperación física tras los entrenamientos.

 Quedé impactado, y en lo primero que pensé fue en su padre, Abderrahim Oumaiz, con el que tantos duelos deportivos tuve, y en Enrique López Cuenca y la familia atlética del Nerja, que tanta fe y esperanzas tenían puestas en él. A Ouassim lo vimos crecer como persona y como atleta desde que era un crío, y todos celebramos sus éxitos y su llegada a la élite. También sufrimos con sus altibajos, sus trastornos anímicos y sus inesperadas desapariciones. Así que lo más suave que puedo decir es que, como decía aquella pintada, todos hemos sido engañados.

Fotografía: Twitter @misstrainwreck

 Su entrenador, Antonio Serrano, igual de sorprendido que nosotros, le ha pedido que asuma la culpa, pida perdón y tire de la manta, pero el atleta de momento, quizás mal aconsejado o avergonzado por los hechos, se ha enrocado en que esto es una equivocación y ni conoce la sustancia ni sabe cómo esta ha llegado a su cuerpo.

 Dice el refrán que de «aquellos polvos vienen estos lodos», quizás esto venga de la relajación y la irregularidades de la CELAD (Comisión Española para la Lucha Antidopaje en el Deporte), que llevó en enero a un grupo de 78 atletas de élite a firmar un manifiesto contra su director José Luis Terreros, ya destituido, tachándolo de falta de profesionalidad al saberse de casos de expedientes abiertos por dopaje sin sancionar. Ahora es a Silvia Calzón a quien le toca airear y sanear la agencia antidopaje. Trabajo no le va a faltar con tanto tramposo.

Cambio de director en la agencia antidopaje española
Fotografía: Pedro Delgado

 No corren buenos tiempos para el atletismo en lo que llevamos de año. Han sido tres meses negros. Negrísimos. Enero nos trajo la muerte de la campeonísima Carmen Valero, y febrero la de Kelvin Kiptum, plusmarquista mundial de maratón, en un accidente de tráfico.

Noticia del fallecimiento de la atleta Carmen Valero
Fotografía: Pedro Delgado

Noticia del fallecimiento de Kelvin Kiptum
Fotografía: Pedro Delgado

 Y en cuanto a dopaje, enero llegó con las sanciones a Abdelaziz Merzougui y Ben Daoud por presentar anomalías en sus pasaportes biológicos; febrero con el culebrón Mo Katir, quien después de declararse inocente y decir que iba a pleitearlo, aceptó la inhabilitación de dos años por fallos de localización en tres controles antidopaje; y este mes de marzo nos trae el positivo de Ouassim Oumaiz, cuatro casos que, sin duda, ensucian la reputación del atletismo español. A todos ellos les aguarda, como en estas fechas, un tiempo de penitencia.

 Mi opinión sobre el doping ya la saben por otros artículos, caña a los que hacen trampas y sanciones de por vida. El atletismo debe de ser un deporte de gente honesta, con todo lo que ello implica.

http://pedrodelgadofernandez.blogspot.com.es/2013/11/el-derecho-destruirse.html

http://pedrodelgadofernandez.blogspot.com.es/2014/03/estoy-cansado.html

http://pedrodelgadofernandez.blogspot.com.es/2014/03/la-hora-de-los-tramposos.html

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https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2015/12/robo-o-hurto.html

http://pedrodelgadofernandez.blogspot.com.es/2016/02/el-cuento-chino-de-ma-junren-y-sus.html

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2016/03/esto-es-para-mear-y-no-echar-gota.html

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2017/02/por-fin-un-poco-de-cordura.html

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2017/04/para-llorar.html

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2018/02/cria-cuervos-y-te-sacaran-los-ojos.html


jueves, 29 de febrero de 2024

EL AMOR TE HACE CORRER MÁS


El gran libro de los pájaros (Blackie Books)
Ilustración de Alexandre Reverdin
Cuando están en época de cortejo, los colibríes pueden alcanzar una velocidad (en vuelo picado) de hasta noventa y cinco kilómetros por hora. El amor te hace hacer cosas.
 La semana pasada escribí una reseña sobre El gran libro de los pájaros (Blackie Books, 2023) en mi otro blog; y como tengo subrayadas algunas líneas en las que aparece el atletismo o la educación física he decidido anotárselas aquí.
Una vez se posó un gorrión sobre mi hombro durante un instante mientras trabajaba en el jardín y sentí más orgullo por esa distinción que por cualquier medalla que hubiera podido colgarme.
Henry David Thoreau
***
El gran libro de los pájaros (Blackie Books)
Ilustración de Alexandre Reverdin 
EL BUITRE
–Franz Kafka–
Érase una vez un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado mis zapatos y mis calcetines y ahora me picoteaba la carne. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos a mi alrededor y luego tiraba otro.
 Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba todos esos ataques del buitre.
 –Estoy indefenso –le dije–. Apareció de la nada y empezó a picotearme, lo quise espantar y hasta pensé romperle el cuello, pero estos animales son muy fuertes y se notaba que me quería saltar a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora son solo unos jirones de carne inservibles.
 –No lo permita, caballero –dijo el señor–, un tiro bien dado y adiós al buitre.
 –¿Le parece? –pregunté–, ¿querría usted encargarse del asunto?
 –Encantado –dijo el señor–. voy a casa y traigo el rifle, ¿podrá aguantar media hora más?
 –No lo sé –le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí–: Por favor, vaya a por el rifle y al menos lo intentamos.
 –Bueno, bueno –dijo el señor mientras se alejaba–, me doy prisa.
 El buitre había escuchado nuestro diálogo tan tranquilo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo como si nada. Me di cuenta de que lo había comprendido todo, pero ya era tarde: alzó el vuelo, retrocedió para lograr el impulso necesario y, como un atleta que arroja la jabalina con todas sus fuerzas, encajó sus fauces en mi boca, hasta el fondo. Al caer de espaldas sentí un rayo de alegría, como una liberación. Mi sangre salía de las profundidades y se desbordaba, ahogando al buitre por completo.
***
EXPIACIÓN
–Elisa Victoria–
Sé que no fue así, pero así es como lo recuerdo. Mientras ocurría pensé que la situación era mejorable y pronto pude complacerme en comprobar que las imágenes habían sido retocadas al almacenarse en mi memoria. Han pasado cuatro meses y la alteración que encuentro cuando abro el archivo es tan apropiada y profunda que cualquiera diría que han pasado treinta años.
 Se había desmayado delante de todo el mundo, desplomándose grácilmente sobre los brazos de los que la rodeaban. Alrededor, su padre joven, sus tías, sus primos, sus amigas, nueve personas paradas cortando el paso en medio de la avenida peatonal más ancha y concurrida de la ciudad. Yo me había sentado en un escalón con una botella de agua entre los pies, un cuaderno sobre el regazo, un boli congelado en la mano derecha, y la llevaba viendo venir varios minutos, acercándose a lo largo de más de doscientos metros. Había pasado mucho tiempo pero había sido fácil reconocer su cara entre la lejana multitud. A medida que se aproximaban, todavía en actitud distendida, reconocí también a sus familiares. Sus voces no me llegaban, solo me llegaba el cantar de los vencejos volando de un edificio a otro, cada vez más rápido, cada vez más bajo. Caía la tarde, el cielo rosa y naranja haciendo juego con las luces de la ambulancia que alguien había llamado, y ella dejando de ser sostenida por una cascada de familiares para pasar a los brazos de dos enfermeros. Solía interpretar yo ese papel. Éramos compañeras de mesa. En aquellos pupitres pegados compartimos todos los apuntes, los materiales y los cuchicheos durante dos cursos. Le trencé el pelo negro en docenas de horas libres, escuché sus historias nocturnas los lunes a primera y ella escuchó las mías a segunda, nos hicimos fotos a oscuras con flash en los baños sin ventana, yo escribía y ella bailaba y cada una hacía bien lo suyo sin meterse en el terreno de la otra. La gente da por hecho que lo que escribo es todo cierto, a la gente le gusta mucho preguntar eso para sentirse extraña después, sea cual sea la respuesta, pero lo que escribo es todo mentira. Incluso si mi propósito era contar la verdad.
 En los brazos de los enfermeros distinguí los míos sujetando su tronco porque a ella le gustaba la clase de Educación Física cuando había que ensayar una coreografía, pero no cuando había que correr y si había que correr se desplomaba de camino al gimnasio. La sujetábamos entre varias y la acompañábamos a un silloncito que había en secretaría. Todas queríamos quedarnos con ella para saltarnos también la clase pero solo yo, por ser la compañera de pupitre, tenía el privilegio de permanecer a su lado, y siempre encontraba la manera de conseguir una toallita limpia que colocarle mojada sobre la frente, de sujetarle la mano y sacudirle los pies para justificar mi presencia. Estaba bastante convencida de que el desvanecimiento no era real, me parecía sospechoso que solo ocurriera justo aquellos mismos días a aquellas mismas horas, pero a mí tampoco me gustaba correr y si era todo un teatro nos estaba beneficiando a las dos. Desmayada en mis brazos no había llegado a tener más de dieciocho años. En los de los enfermeros acababa de cumplir treinta y tres. Sus primos habían envejecido mucho mientras su padre seguía teniendo un aspecto fresco en la distancia. Parecía más joven que yo. La depositaron en una camilla plegable y al cambiar de postura abrió los ojos para mirar al cielo un instante y volverlos a cerrar.
 Los vencejos la durmieron, los vencejos la mecían. No sé si era fingido, si era mentira. Creo que sí, como siempre, y eso no lo hizo menos hermoso. Los vencejos trinaban en el aire y los ruidos de la ciudad resultaban atronadores, pero en mi recuerdo el papel tiene el tacto de una trenza a medio hacer y no se oye otra cosa que su canto.
El gran libro de los pájaros (Blackie Books)
Ilustración de Alexandre Reverdin

 Si ustedes son de los que sacuden los manteles en la terraza para que los pajarillos picoteen las miguitas o de los que les ponen un comedero con semillas y trocitos de fruta y un cuenco con agua para que beban y se bañen, seguramente disfrutarán con la reseña:


El gran libro de los pájaros (Blackie Books)
Fotografía: Pedro Delgado

lunes, 12 de febrero de 2024

CURTISS HILL, EL HOMENAJE DE PAU AL AUTOMOVILISMO


Lanita leyendo Curtiss Hill (Escápula Comics), de Pau
Fotografía: Lucía Rodríguez

La verdad es que no  hay muchos cómics que traten el tema deportivo, y si encima nos centramos en algunos deportes en concreto, menos aún. Por eso, supongo que los aficionados al motor y el automovilismo habrán recibido con los brazos abiertos a Curtiss Hill, el cómic del mallorquín Pau publicado por la editorial Escápula en 2020.

 El libro huele a aceite y gasolina, y en cuanto lo abres escuchas el ruido de los motores y los pistones. Ya en la primera viñeta sentimos las vibraciones del volante en la palma de las manos, la fuerza centrífuga, la acrobacia y el equilibrio de los neumáticos que vuelan sin abandonar del todo el suelo. Un instante tras el que la curva se disuelve gradualmente en la recta.

Páginas de inicio de Curtis Hill. El mejor amigo del perro
Escápula Comics. Copyright by Pau

Páginas de inicio de Curtiss Hill. El mejor amigo del perro
Escápula Comics. Copyright by Pau

 El cómic de Pau tiene un encanto especial, a lo que contribuye el tono sepia de sus páginas y sus personajes antropomórficos. Esos perros, esas aves, esos conejos, esos felinos que visten y se comportan como seres humanos son, sin duda, el gran acierto y la seña de identidad del artista.

 Y luego está la documentación, el estudio de la época para que nada desentone en sus páginas. Los chaquetones, los guantes, los casquetes de cuero y las grandes gafas que llevan los pilotos; el diseño de los coches; la cámara de fotos con la que inmortalizan el momento de sujetar la copa que acaban de ganar... Todo está medido al detalle.

Detalle página 26 de Cutiss Hill (Escápula Comics)
Copyight by Pau

 El dibujo es tan detallista, que hasta podemos sentir la nube de polvo y humo que levanta el coche de delante. Una nube en la que se tenía que meter a ciegas el coche de detrás si quería adelantar, pegándose a la trasera hasta alcanzarlo y poner el morro de su coche por delante, momento en el que la nube se abría y volvías a ver la pista delante de ti. A veces, alguno excediéndose en los derrapes y yendo a estrellarse contra las balas de paja colocadas al borde de la pista.

Últimas viñetas de la página 18 de Curtiss Hill (Escápula Comics)
Copyright by Pau

Tres primeras viñetas de la página 19 de Curtiss Hill (Escápula Comics)
Copyright by Pau

 Con todo ello no me extraña que Curtiss Hill se alzara con el premio Ciutat de Palma de cómic 2019, y que años después de salir en Francia (Éditions Paquet), Reino Unido (Dark Horse Comics) y Holanda (Dark Dragon Books) –también salió en catalán en la misma Escápula Comics– todavía nos llegue el runrún del motor encendido.

Viñetas 4 y 5 de la página 15 de Curtiss Hill (Escápula Comics)
Copyright by Pau

En los convulsos años 30, el millonario, filántropo y piloto Curtiss Hill es el ídolo de todas las perritas, ganando carreras limpiamente gracias a su ingeniero mecánico Dino Canino. Su máximo rival Rowlf Zeichner, por el contrario, es antipático y tramposo. Pero el instinto de la fotoperiodista Maugène Berk le dice que no todo es lo que parece en esta historia de lucha por la victoria, el amor... ¡y la vida!

La fotoperiodista Maugène Berk en la última viñeta de la página 19
Curtiss Hill. El mejor amigo del perro (Escápula Comics)
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 El duelo entre los pilotos Curtiss Hill y Rowlf Zeichner, con el trasfondo de la llegada al poder de Hitler y el partido nazi, nos acompañará a lo largo del cómic, reservándonos una grata sorpresa al final.

Últimas tres viñetas de la página 36 de Curtis Hill
Escápula Comics. Copyright by Pau

Página 37 de Curtis Hill. El mejor amigo del perro
Escápula Comics. Copyright by Pau

 Es este un cómic que no tiene edad, pero que entusiasmará a todos esos críos que sueñan con coches y banderas a cuadros. Un tebeo fruto de una exitosa campaña de crowdfunding durante la pandemia, que llegó a las librerías en noviembre de 2020. Por cierto, que Pau rinde homenaje a todos los que hicieron posible esta aventura en la guarda del libro.

Agradecimiento de Pau a los que financiaron a través de Verkami la edición del libro
Copyright by Pau

 Lo que me parece que no le va a perdonar Lanita a Pau es esa avería en el volante del coche del conejo.

Viñetas 3 y 4 de la página 53 de Curtiss Hill (Escápula Comics)
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 Fuera bromas, y aprovechando que hoy toco el tema automovilístico, les voy a recomendar también una novela que leí hace tiempo y me entusiasmó. Se titula Esta historia (Editorial Anagrama, 2007), y en ella Alessandro Baricco nos narra la vida y el sueño de Ultimo Parri.

Literatura y automovilismo
Esta historia (Anagrama) y Curtiss Hill (Escápula Comics)
Fotografía: Pedro Delgado

Ultimo se llamaba así porque había sido el primer hijo.
 –Y Ultimo –había precisado de inmediato su  madre, en cuanto recuperó el conocimiento tras el parto.
 De manera que fue Ultimo.
 Al principio parecía que no estuviera por la labor. En los primeros cuatro años pilló todas las enfermedades posibles. Lo bautizaron tres veces: el cura no se veía capaz de darle la extremaunción a algo tan pequeño, con aquellos ojos que tenía: debido a ello, cada vez se decantaba por el bautismo, aunque sólo fuera por no volverse sin haber suministrado un sacramento.
 –Daño no le va a hacer.
 Y, en efecto, Último siempre salió vivo del paso: pequeño, delgado, blanco como un trapo, pero vivo. Tiene un corazón fuerte, decía su padre. Una flor en el culo, decía su madre.
 Por todo ello seguía con vida cuando, a la edad de siete años y cuatro meses, en noviembre de 1904, su padre se lo llevó al establo, le señaló las veintiséis vacas de raza piamontesa, que eran todo su patrimonio, y le comunicó que todavía no debía decírselo a la mamá, pero estaban a punto de liberarse, de una vez por todas, de aquel montón de mierda.
 Hizo un gesto amplio, tirando a solemne, que abarcaba todo aquel local, oscuro y pestilente. Luego escandió con lentitud:
 –Garaje Libero Parri.
 Libero Parri era su nombre. Garage era una palabra francesa que Ultimo nunca había oído. De buenas a primeras pensó que debía de significar algo así como «criadero» o, como mucho, «lechería». Pero no comprendía cuál era la novedad.
 –Repararemos automóviles –aclaró, lapidario, su padre.
 Y ésa sí que era, en efecto, una novedad.
 –Todavía no existen los automóviles –precisó la madre, cuando al final fue informada del asunto, una noche, en la cama, con la luz apagada.
 –Es una cuestión de meses. Y en cuanto llegue ese momento existirán –la informó Libero Parri, su marido, metiéndole la mano por debajo del camisón.
 –Que está el niño.
 –No hay problema: también habrá trabajo para él, aprenderá.
 –Que está el niño, saca esa mano de ahí.
 –¡Ah! –dijo Libero Parri, acordándose de que en invierno dormían todos juntos en la misma habitación, para ahorrar en estufas.
 Se quedaron un rato así, en una ligera bonanza comunicativa. Luego él volvió al ataque.
 –Ya he hablado con Ultimo del tema. Él está de acuerdo.
 –¿Ultimo?
 –Sí.
 –Ultimo es un niño, tiene siete años. Pesa veintiún kilos y tiene asma.

 Es una novela sobre las carreras automovilísticas, la Gran Guerra y la historia de amor de su protagonista con Elizaveta, una joven aristócrata rusa venida a menos tras la revolución bolchevique. El anhelo de Ultimo Parri no lo revelaré aquí, prefiero que lo descubran ustedes, pero sí les diré que es un plan precioso. Como el trabajo de Pau en Curtiss Hill (si pueden, háganse también con el sketch book del cómic).

Sketch book de Curtiss Hill by Pau (Escápula Comics)
Fotografía: Lucía Rodríguez

Nota: Mil gracias a Pau por posibilitar la reseña y permitirme mostrar las páginas de Curtiss Hill en este blog. Y a todos aquellos a los que les gustan los cómics, les invito a visitar su página web, donde podrán seguir sus últimos trabajos, con atención especial al primer tomo de Las cinco banderas, donde nos muestra la odisea de su abuelo, primero en la Guerra Civil y luego en la II Guerra Mundial.

Las cinco banderas 1 by Pau
Escápula Comics

https://www.escapula.com/editorial/