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martes, 9 de agosto de 2022

NACIDOS PARA CORRER, EL LIBRO QUE EMPEZÓ CON UNA PREGUNTA


Nacidos para correr, de Christopher McDougall
Fotografía: Lucía Rodríguez

El mejor corredor no deja huellas.
Tao Te Ching


Durante años oí hablar de Nacidos para correr –ese libro de culto que escribió Christopher McDougall sobre la historia de una tribu oculta, un grupo de superatletas y la mayor carrera de la historia–, lo que hizo que las expectativas estuvieran muy altas cuando comencé a leerlo, algo que siempre es contraproducente. Sin embargo, he de decir, al terminarlo, que no me ha defraudado. Es más, creo que la faja debería llevar una advertencia, algo tipo: «¡Atención, lector! El uso de este libro puede alterar su capacidad cognitiva y provocarle un deseo irrefrenable de salir a correr a todas las horas del día».

Faja del libro Nacidos para correr, de Christopher McDougall (Editorial Debate)

 El libro empieza cuando Christopher McDougall recorre la Sierra Madre mexicana en busca de lo que parece más una leyenda que una realidad: alguien llamado Caballo Blanco.

Algunos decían que Caballo Blanco era un fugitivo; otros habían oído que era un boxeador que huía como una especie de castigo autoimpuesto tras matar a golpes a un tipo en el ring. Nadie sabía su nombre, su edad o de dónde venía. Era como un pistolero del Lejano Oeste [...] Las descripciones y avistamientos estaban por todas partes; aldeanos que vivían a distancias imposibles unos de otros juraban haberlo visto viajando a pie el mismo día y lo describían dentro de una amplia escala que iba de «divertido y simpático» a «raro y gigantesco».
 Pero en todas las versiones de la leyenda de Caballo Blanco siempre se repetían algunos detalles básicos: había llegado a México años atrás y se había internado en las salvajes e impenetrables Barrancas del Cobre para vivir entre los tarahumaras, una tribu casi mítica de superatletas de la Edad de Piedra. Los tarahumaras quizás sean las personas más sanas y serenas del planeta, y los más grandes corredores de todos los tiempos.
 Cuando se trata de distancias enormes, nada puede vencer a un corredor tarahumara. Ni un caballo de carreras, ni un guepardo ni un maratonista olímpico. Pocas personas han visto a los tarahumaras en acción, pero a lo largo de los siglos han ido filtrándose desde las barrancas historias asombrosas acerca de su resistencia y tranquilidad sobrehumana.
 [...] de alguna manera, Caballo Blanco había conseguido llegar a las profundidades de las barrancas. Y ahí, cuentan, fue adoptado por los tarahumaras como un amigo y alma gemela, un fantasma entre fantasmas. Ciertamente, dominaba dos de las habilidades características de los tarahumaras –invisibilidad y resistencia– ya que aun cuando había sido visto recorriendo las barrancas, nadie parecía saber dónde vivía o dónde podría vérsele la próxima vez. Si alguien podía traducir los antiguos secretos de los tarahumaras, me dijeron, era este vagabundo solitario de la Sierra Alta.

 Por alguna extraña razón, siempre relacioné a Caballo Blanco con el Richard Harris de Un hombre llamado Caballo, aquel western que tanto me impresionó de chavea y que dio para toda una saga; así que la cara del actor me acompañó durante la lectura.

Richard Harris en Un hombre llamado caballo

 Sobre los tarahumaras de México, he de decir que ya sabía de ellos antes de abrir el libro. Creo que fue Pepe Zapico quien me habló de ellos y del rarájipari, el juego de carrreras tarahumara, en uno de los cursos de Ed. Física que impartimos en Bolivia. De los tarahumaras y de los Chasquis, mensajeros que recorrían el llamado camino Inca que a lo largo y ancho de aproximadamente 5.000 kilómetros unía el imperio incaico.

[...] Cuando los españoles llegaron hasta aquellas altiplanicies y se encontraron aquel sistema postal lo describieron en sus crónicas destacando la extraordinaria capacidad de los indígenas para la carrera.
 Se cuenta que un indio de la tribu "chasqui" de Cuzco, la capital de los incas del Perú, invertía cinco días para llegar a Quito, capital del Ecuador, distancia y tiempo que en la actualidad nos parece inverosímil.
 Por otro lado se afirmaba que una noticia podía llegar en tres días con sus noches desde Cuzco hasta Lima, capitales que están separadas por 650 kilómetros.
 Estos datos nos llevan a pensar que los correos de los indios Incas alcanzaban una velocidad no igualada por ningún otro pueblo, lo que sólo puede explicarse por un entrenamiento comenzado desde la misma infancia.
Pepe Zapico –Libro de texto Aristo 1º ESO–
***
[Rarájipari] Ángel se puso en pie y dividió a los niños en dos equipos de niñas y niños mezclados. Luego sacó dos pelotas de madera del tamaño de una bola de béisbol y le dio una a un jugador en cada equipo. Hizo una señal levantando seis dedos; los niños correrían seis vueltas desde la escuela hasta el río, haciendo una distancia total de aproximadamente cuatro millas. Los dos chicos dejaron caer las pelotas al suelo y arquearon un pie, de manera que la bola se mantenía en equilibrio en la punta de sus dedos. Lentamente, se enroscaron sobre sí mismos, colocándose en cuclillas y...
 –¡Vayan!
 Las pelotas pasaron silbando delante de nosotros; habían salido disparadas de los pies de los chicos como lanzadas por un bazuca, y los niños salieron en estampida detrás de ellas. [...] Marcelino alcanzó la pelota de su equipo cuando todavía estaba rodando. La acuñó con maestría con la parte superior de sus dedos para lanzarla nuevamente hacia el camino sin apenas detener su carrera. 

Rarájipari, juego de carrera tarahumara. Fotografía: Norawas.org
Pueden ver sus reglas en: https://elfistoldeldiablo.com

 El impulso que llevó a Christopher McDougall a escribir este libro, el origen de su aventura en pos de ese tipo escurridizo llamado Caballo Blanco, está en la sencilla pregunta que le hizo a su médico: «Doctor, ¿por qué me duele el pie?».

 Ja, ja. Perdonen que me ría, pero es que la respuesta del doctor me recordó a las que me daba mi hermano, también médico, cada vez que me lesionaba. «Su problema es que corre»; «el cuerpo humano no está diseñado para soportar esa clase de abuso»; «cada pisada golpea cada una de tus piernas con una fuerza equivalente al doble de tu masa corporal. De la misma manera que un martilleo constante en una roca de apariencia impenetrable, con el tiempo la convertirá en polvo, la carga del impacto relacionado con el hecho de correr puede, en última instancia, dañar tus huesos, cartílagos, músculos, tendones y ligamentos».

–Entonces, ¿no hay nada que pueda hacer? –pregunté al doctor Torg.
Se encogió de hombros.
–Puedes seguir corriendo, pero volverás a buscar más de estas –dijo, golpeando con la punta del dedo la enorme aguja llena de cortisona que estaba a punto de clavarme en la planta del pie.

 «Cómprese una bicicleta», fue la recomendación del doctor Torg, uno de los mejores especialistas en medicina deportiva del país, al bueno de McDougall. El podólogo al que recurrió para tener una segunda opinión le dio el mismo diagnóstico: «Parece que tiene el síndrome del cuboides». «Debería pensar en encontrar otro deporte que no sea correr».

 Un tercer diagnóstico, el de la doctora Davis tras verlo correr en un vídeo a cámara lenta, lo llevó al mismo punto de partida.

–¿Por qué me duele el pie?
–Porque correr es malo para ti.
–¿Por qué correr es malo para mí?
–Porque hace que te duela el pie.

 Dos años después, mientras McDougall paseaba su cuerpo de baloncestista por México para escribir un reportaje sobre una estrella del pop que había desaparecido en el país, se encontró con una revista de viajes en español en la que hablaban de los tarahumaras.

De pronto, una foto de Jesucristo corriendo por una pendiente de rocas me llamó la atención. Una inspección más detallada reveló que si bien podía no ser Jesucristo, sin lugar a dudas se trataba de un hombre en bata y con sandalias corriendo hacia abajo en una montaña de escombros. Empecé a traducir el pie de foto, pero no alcanzaba a entender por qué estaba en tiempo presente; parecía una fantasiosa leyenda acerca de un extinto imperio de superhombres evolucionados. Poco a poco fui entendiendo que tenía razón, excepto por los adjetivos «extinto» y «fantasiosa».

 Según el historiador mexicano Francisco Almada, un campeón tarahumara corrió una vez 435 millas, el equivalente a salir a correr en Nueva York y no detenerse hasta llegar a Detroit. Otros informes, decía el artículo, hablan de corredores tarahumara recorriendo 300 millas cada uno. Eso son casi doce maratones seguidas, mientras el sol sale, se pone y vuelve a salir. ¿Cómo es posible que no se lesionen?, se preguntó McDougall.

¿No deberíamos ser nosotros –los que tenemos zapatillas de tecnología punta y plantillas hechas a medida– los que no estuviéramos heridos, y los tarahumaras –que corren mucho más, en terrenos rocosos y con calzado que difícilmente se puede calificar como tal– constantemente machacados?

 El artículo que tenía que escribir para el New York Magazine sobre la cantante pop le pareció de inmediato soporífero, así que movió cielo y tierra para volver allí, esta vez de la mano de la revista Runner's World, e investigar y escribir acerca de lo que había leído en aquella revista.

Christopher McDougall

 Este libro, traducido al español por Diego Salazar, nos muestra los pasos de McDougall en pos de ese reportaje: primero, a la búsqueda de Arnulfo Quimare, el más grande corredor tarahumara vivo, proveniente de un clan de primos, cuñados y sobrinos casi tan buenos como él; luego, a la búsqueda de Caballo Blanco, «ese discípulo de Arnulfo venido del mundo moderno».

Arnulfo Quimare y Micah True, más conocido como Caballo Blanco

 Las aventuras que vive y los personajes que se le cruzan en la decisión de desvelar los secretos de los tarahumaras, alimentan sus páginas, a la vez que nos muestran cómo McDougall da rienda suelta al atleta que lleva dentro, entrenándose para uno de los mayores retos de su vida: una carrera de ochenta kilómetros, organizada por Caballo Blanco, que enfrentará a la tribu contra los más locos corredores estadounidenses.

Urique era un pueblo minero cuyos mejores días habían terminado hacía ya más de un siglo, así que solo tenía dos cosas de las que sentirse orgulloso: un paisaje tremendamente escarpado y sus vecinos tarahumaras. Y ahora, por primera vez, un grupo de exóticos corredores foráneos había hecho todo este viaje para medirse contra ambos, así que se había convertido en mucho más que una carrera: para la gente de Urique, era una oportunidad única en la vida de demostrar al mundo exterior de qué estaban hechos.
 Incluso Caballo estaba sorprendido de descubrir que la carrera había sobrepasado sus expectativas y se estaba convirtiendo en la Ultimate Fighting Competition de las ultramaratones clandestinas.

 A través de sus páginas también nos adentraremos en el mundo de las ultramaratones, como la salvaje Leadville Trail 100 de Colorado o la Western States Trail Ride 100 de California, dos ultras de un centenar de millas (160,934 kilómetros) que atraen a los tipos más duros e intrépidos del mundo.

La Leadville Trail 100 equivale a cerca de cuatro maratones enteras, la mitad del recorrido realizado a oscuras, con dos ascensos de ochocientos metros justo en el medio. La línea de salida de Leadville se encuentra al doble de la altitud en la que los aviones presurizan sus cabinas, y a partir de ahí todo es cuesta arriba. [...] Es el único fin de semana en que los hoteles y la sala de urgencias están llenos a la vez.
***
Ken había oído hablar de un tipo en California, un pelucón de la montaña llamado Gordy Ainsleigh, al que una yegua se le quedó coja justo antes de la mayor competición mundial de resistencia para caballos, la Western States Trail Ride. Gordy decidió correr de todas formas. Se presentó en la línea de salida con zapatillas de correr y preparado para correr a pie cien millas a través de la Sierra Nevada. Bebió agua de los arroyos, los veterinarios de las paradas médicas le midieron las constantes vitales y superó la marca de veinticuatro horas por diecisiete minutos. Como era de suponer, Gordy no era el único lunático de California, así que al año siguiente otro corredor se sumó a la carrera de caballos... y otro más el año siguiente... y otro más el siguiente... hasta que, en 1977, los caballos fueron desplazados y la Western States se convirtió en la primera carrera de cien millas a pie del mundo.

Película sobre la Western States 100 de 2010, en la que se enfrentaron cuatro ases del ultra trail –Anton Krupicka, Kilian Jornet, Hal Koerner y Geoff Roes– en la ruta que seguían los caballos que llevaban el correo postal desde el lago Tahoe a Auburn.

 McDougall nos habla del fugaz paso de los tarahumaras por la escena de las ultramaratones estadounidenses, y de cómo las historias acerca de sus victorias en Leadville se extendieron por el país.

«Parecían moverse con el terreno –dijo un espectador sobrecogido–. De la misma manera que el viento o la niebla se mueve a través de las montañas».

 Y junto a los grandes corredores tarahumaras –Arnulfo y Pedro Quimare, Avelado, Silvino, Manuel Lara, Manuel Luna, Victoriano Churro, Cerrildo Chacarito, Felipe Torres, Martimano Cervantes, Juan Herrera, Sebastiano y Herbolisto–, aparecen nombres claves del ultratrail –como Ann Trason, Scott Jurek, Jenn Shelton, Billy Barnett, Ted Descalzo, Eric Orton, Karl Meltzer, Catra Corbett, Lisa Smith-Batchen, Tony Krupicka o los hermanos Eric y Kyle Skaggs–, junto a figuras clásicas del atletismo –como Roger Bannister, Zatopek, Ron Clarke, Steve Prefontaine, Frank Shorter, Bill Rodgers, Alberto Salazar, Haile Gebrselassie, Khalid Khannouchi, Paula Radcliffe, Deena Kastor o Alan Webb– y entrenadores de la talla de Arthur Lydiard, Joe Vigil o Vin Lananna.

Scott Jurek corriendo con Arnulfo Quimare en las Barrancas del Cobre (México)
Fotografia: Luis Escobar

 Durante algunos capítulos, McDougall se olvida de Caballo Blanco para analizar esa obra de ingeniería que es el pie humano. Ahora sé de dónde surgió esa «moda» de correr descalzo, en chancletas o con zapatillas minimalistas, frente a las zapatillas tradicionales con mayor amortiguación, y toda esa controversia que aún nos acompaña. Por cierto, he de anotar que cada vez que Christopher mencionaba la «fascitis plantar», un escalofrío me recorría la espalda. Y es que fueron siete años y medio los que pasé sin poder correr por esa dolencia. Y aún hoy, cuando llevo corriendo desde el desconfinamiento, no hay día que corra sin temor a sentir el fatídico pinchazo.

Una vez que la fascitis plantar le clava los colmillos a uno (...), corre el riesgo de quedar infectado de por vida. Basta echar un vistazo por cualquier foro de corredores en Internet para encontrar, con toda seguridad, un buen puñado de mensajes de aquejados por la FP rogando por una cura. Todo el mundo sugiere rápidamente los mismos remedios –tablillas nocturnas, medias elásticas, ultrasonido, electroshock, cortisona, plantillas ortopédicas– pero los mensajes pidiendo ayuda siguen aumentando porque parece que ninguno de esos remedios funciona realmente.

 El texto incluye además un curioso e interesante ensayo sobre la teoría del Hombre Corredor y la caza por persistencia, que nos lleva a descubrir que, como dice el título, todos hemos nacido para correr. Y, por supuesto, nos desvela los enigmas que rodean la figura de Caballo Blanco: ¿quién es y por qué y cómo llegó hasta allí?

Micah True, nacido Michael Hickman, y conocido como Caballo Blanco
Fotografía: Billy Cody (via Mike Havenar) / The New York Times


P.D.: Esta entrada está dedicada a Micah True, Caballo Blanco, que falleció el 27 de marzo de 2012. Su legado, en forma de carrera (la Ultramaratón Caballo Blanco), continúa. Y la película documental Run Free, dirigida por Sterling Noren, recoge su historia.

Cartel Run Free, de Sterling Noren


 Y por si se quedaron enganchados al tema, les dejo Goshen, la película documental sobre los tarahumaras, producida y dirigida por Dana Richardson y Sarah Zentz.


jueves, 10 de marzo de 2016

DE ULTRA TRAILS, MARATONES ALPINAS Y MUJERES VALIENTES



Normalmente no escribo ninguna crítica literaria sobre manuales de entrenamiento o de técnica deportiva, más que nada, porque lo que menos hay en esos libros es literatura. Sin embargo, esta vez voy a hacer una excepción. Y la voy a hacer por cuatro motivos. El primero: porque fue el azar, en forma de error, el que trajo este libro al buzón de casa (esperaba la novela Insularidad, de Ralp del Valle, de la que ya les hablé en otra entrada*). El segundo: porque me hizo recordar mi participación en la Maratón Alpina del Aneto en 1999. El tercero: porque me va a permitir hablarles de tres mujeres valientes, dos malagueñas que tomaron la salida en la última Mont Blanc, esa especie de Everest para los corredores de Ultra Trails, y una vasca que conocí en las VI Jornadas de Literatura, Cine y Montaña de Vitoria. Y el cuarto: porque me sirve de excusa para mostrarles el cartel y el vídeo de la I Trail Ciudad de Málaga, que se celebrará en nuestra ciudad el 25 de septiembre de este año, organizada por los amigos de Málaga Sport.

Cartel del I Trail Ciudad de Málaga

https://www.facebook.com/760715327387589/videos/799871266805328/

 El boom del running ha ido parejo con el auge de las carreras de montaña y de las ultra trails, y, como dice Kilian Jornet en el prólogo del manual del que les estoy hablando, "cada vez son más los que se sienten atraídos por el placer de correr en plena naturaleza y, como no, de expresar y poner a prueba la competitividad que llevan dentro". Sin embargo, como apunta el autor, Eduard Barceló, en la introducción, se están viendo auténticas barbaridades realizadas por todo tipo de corredores en relación a la carga de entrenamiento y competiciones.

 Antes, en la preparación atlética, teníamos una temporada de invierno y otra de verano, con dos picos de forma que coincidían con los Campeonatos de España de Cross o Pista cubierta en invierno y el Campeonato de España al aire libre en verano. Ahora, con la irracionalidad de los calendarios, muchos van a lo loco, de carrera en carrera, sin un objetivo claro. La gente lo quiere correr todo, y eso no puede ser, pues sólo te lleva a la fatiga, a las lesiones y a los malos resultados.

 Ante la proliferación de pruebas y el hecho de que éstas no se agrupen en una época determinada del año, el autor opta por una racionalización de las competiciones y una planificación por bloques (lo que, haciendo referencia a cada bloque, se conoce como ATR: Acumulación, Transformación y Realización), proponiéndonos planes de entrenamientos pensados tanto para los corredores que se inscriben en una ultra por primera vez, con el simple objetivo de ser capaces de terminarla, hasta los corredores de más nivel que tratan de mejorar en la clasificación o de rebajar el tiempo invertido. Llegados a este punto, comentaros que los duendes hicieron de las suyas en el proceso de edición y faltan unas páginas al final del capítulo 9 (entre la pág. 104 y 105 del libro deberían ir otras cuatro páginas que completan el plan de entrenamiento). Este error ya se subsanó en la segunda edición, pero los que tengáis la primera, podéis descargaros ese tercer bloque, el de Realización, en:
http://url.desnivel.com/eut

Nueva pág. 105.1: "Bloque 3: realización"
Nueva pág. 106.1: "Rutina 7: gimnasio"
Nueva pág. 107.1: "Flexibilidad"
Nueva pág. 108.1: "Bloque 3: realización"

 El libro tiene además muy en cuenta lo complicado que es compaginar los entrenamientos con las obligaciones laborales, la familia, las relaciones sociales y el ocio; de ahí, precisamente, que este manual esté pensado para aquellos corredores que quieren conseguir unos buenos resultados deportivos cuando no disponen de mucho tiempo para entrenar. Y, por supuesto, también hace referencia al equipamiento deportivo, a la nutrición e hidratación durante la prueba y a la gestión psicológica para "sobrevivir" a una ultra.

Marcapáginas

 Mi primera y única experiencia en carreras de montaña, fue en la Maratón Alpina del Aneto. Una prueba durísima, de 42 kilómetros 195 metros, con salida y meta en el pueblo de Benasque, y cuyo recorrido te llevaba hasta la misma cima del Aneto, que con sus 3.404 metros de altura es el pico más elevado de los Pirineos y el segundo de la Península Ibérica después del Mulhacén. Allí arriba, había que cruzar el Paso de Mahoma, tocar la cruz de piedra y volver.

Nike Aneto X - Treme Marathon

Perfil del recorrido de la Nike Aneto X - Treme Marathon

Detalle del folleto de la Alpine Running Valle de Benasque
Nike Aneto X - Treme Marathon

 Yo viajé a Benasque en 1999, invitado por la organización. Venía de ganar la Maratón de Badajoz con un crono de 2h y 23minutos, y mi intención en el Aneto era clasificarme para el Campeonato de Europa de Maratón Alpina. Tenían plaza los 7 primeros, y entre ellos iba cuando llegamos corriendo a la cota de nieve. Entonces comprendí que aquello no tenía nada que ver con el tipo de maratón al que yo estaba acostumbrado. Aquello era otra cosa y, lógicamente, requería otro tipo de entrenamiento. Hacía un rato habíamos tenido que recoger en un puesto las gafas de sol, los guantes y un cortavientos; algunos también unos bastones, entre ellos el italiano Ettore Champretavy, a cuya espalda me pegué. A ese ritmo el objetivo era posible, pero el problema era que en aquellas duras rampas ya no se podía correr. Se ascendía andando, pisando fuerte en la huella que dejaba el de delante. De cuando en cuando, nos topábamos con montañeros que, perfectamente equipados con ropa térmica, botas, crampones y piolets, se echaban a un lado para dejarnos pasar, llevándose las manos a la cabeza al ver que ascendíamos con zapatillas de deporte, mallas y mangas cortas. Al llegar a una pared de roca, donde teníamos que valernos de una cuerda para trepar, nos amontonamos unos cuantos corredores. Aún no me había llegado mi turno cuando me crucé con el primer clasificado que, increíblemente, ya iba de regreso a Benasque. Cuando lo vi tumbarse en el suelo, y descender como si fuese una especie de bobsleigh humano, fui yo el que se llevó las manos a la cabeza. Grandes piedras asomaban por encima de la nieve, y el tipo, con suma pericia, clavaba los codos en ella para modificar la trazada y salvarlas. Aquello fue para mí una verdadera sorpresa, y mientras me dirigía de nuevo hacia la cumbre, no dejaba de darle vueltas a que tendría de realizar el descenso de aquella manera. Iba lo más rápido posible, pisando sobre los escalones que habían formado las huellas de delante, como si subiese una escalera hacia el cielo. No estaba acostumbrado a aquel tipo de esfuerzo, y pronto perdí el compás del italiano.
 De tanto en tanto, me adelantaban por la derecha algunos corredores, blandiendo con habilidad sus bastones mientras levantaban las rodillas. Creo que alcancé la cumbre en el puesto 22. Entonces, ocurrió algo mágico: alcé la vista del suelo y me quedé mudo ante aquel paisaje. Desde que había llegado a la nieve no había hecho más que mirar la huella y los pies del de delante, y ahora mis ojos miraban en rededor extasiados, deteniéndose en aquellos hondos valles, en aquellas montañas nevadas sobre las que flotaban algunas nubes algodonosas, de bordes bien definidos en aquel cielo azulado.

Pedro Delgado Fernández en la Nike Aneto X - Treme Marathon
1999

 Me quedé allí como petrificado unos minutos, hasta que el frío y el trasiego de corredores me hizo reaccionar. Comencé a bajar a la carrera, y, tras pasar la pared de rocas, puse el cuerpo en forma de V para descender como había visto hacer al primero. Pero yo no tenía aquella pericia. Ni yo ni los que iban a mi vera, que llevaban los codos ensangrentados. Para evitar que mis codos acabasen igual, trataba de frenar o de cambiar de dirección con las manos enguantadas, pero estas se me enrojecían y congelaban. Sabiendo ya inalcanzable el objetivo, decidí relajarme y pararme a beber y a comer algo más sólido que los geles en los puestos de avituallamiento, tomándome mi tiempo para disfrutar de las vistas, y dejando pasar a los atletas que me seguían en los pasos complicados, en los que había que saltar de piedra en piedra tratando de no reducir la velocidad. Cuando quedaron atrás los peñascos, volví a coger un ritmo normal de carrera, pero cada vez que había que bajar por alguna rampa más pronunciada de lo normal, se me cogían hasta los cuádriceps, obligándome a hacer pequeños altos en la carrera.

Pedro Delgado Fernández en la Nike Aneto X - Treme Marathon

 Aquella mañana llegué muy alejado de los puestos de cabeza, concretamente en el puesto 44, marcando un tiempo de cuatro horas y cuarenta y cinco minutos. La prueba la había ganado Quico Soler, que decían era guarda forestal, y segundo y tercero habían llegado Joan Cardona y Sergi Rodríguez. El italiano había entrado el cuarto, y un ruso, del que no recuerdo el nombre pero que creo recordar era el campeón de Europa en aquella época, terminó retirándose.

Clasificación masculina de la Maratón Alpina de Benasque
Nike Aneto X - Treme Marathon 1999

 Después de aquella experiencia dejé a un lado estas pruebas, pues aquello me pareció que era salir de Guatemala para meterme en Guatelpeor. Preparar aquellas carreras requería de muchísimo más tiempo del que se necesitaba para preparar una maratón de ciudad, y bastante difícil era ya conciliar la vida deportiva con la familiar y laboral como para tener que redoblar los tiempos de entrenamiento.

 Quienes sí se han lanzado a esa locura de las maratones alpinas y las ultra trails, son dos amigas bien conocidas en el atletismo malagueño: Yolanda Fernández y Toñi Rodríguez, atletas veteranas del Club Cueva de Nerja-UMA que en agosto consiguieron completar la Ultra Trail del Mont Blanc, una de las pruebas de montaña más duras del mundo.

Yolanda Fernández bajando hacia el refugio Bonatti
CCC (modalidad 100 Km) Mont Blanc 2014

Toñi Rodríguez en la carrera de Jarapalos 2015

 A ellas he querido hacerles unas preguntas, trascribiendo aquí sus respuestas.

Pedro Delgado: ¿Por qué os dedicáis a algo tan duro como la ultradistancia?

Yolanda Fernández: Un día pasé por Chamonix y vi una carrera que me enamoró. Se llamaba UTMB y decidí que cuando "dejase el atletismo", entrenaría para hacerla, porque me parecía una locura como atleta. Y un día haces 20 Kms, otro 30, otro 80... y de repente empieza a picarme la curiosidad de cuánto puedo hacer sin parar. Y buscando retarme a mí misma, me encuentro haciendo carreras de ultra distancia.


Toñi Rodríguez: Yo creo que porque supone un gran reto personal, el saber que puedes lograrlo y que sólo depende de ti.


PD: Yolanda, tú has participado dos veces seguidas en la UTMB. Y tú, Toñi, después de esta experiencia, tienes intención de repetir en la próxima edición. ¿Cómo definiríais esta carrera?

YF: El primer año, en el 2013, hice la modalidad de 100 Km (CCC) para terminarla, y lo hice en 21 horas. Le dije a mi marido que creía que si la preparaba el año siguiente, podría estar en podio, y él me animó. Ese 2014 repetí en la CCC, y acabé la 9ª en la general de mujeres y 1ª de mi categoría, parando el crono en 16 horas y 20 minutos.


Yolanda en el podio de la categoría 40-50 de la CCC Mont-Blanc
100 Km Mont Blanc, 2014

Yolanda Fernández con el trofeo/cencerro que todos ambicionan
CCC (100 Km) Mont Blanc, 2014

Así que este año pasado di el salto a lo grande... UTMB 170 Km. Desgraciadamente una caída en el kilómetro 73 hizo que no pudiera correr más, así que decidí no retirarme y acabarla andando con tres amigos que tampoco iban bien, llegando en 44 horas y 50 minutos. Así que han sido 3 veces las que he participado, dos en la "chica" y una en la "grande". Esta carrera para mí es "la madre de las carreras", tanto en organización como en voluntariado y dispositivos. Todo dispuesto para que el atleta atraviese los Alpes por tres países, disfrutando de sus paisajes y de su gente. Es un lugar especial, donde te sientes tan pequeño que sólo existes tú y la montaña, sin importar quienes sean tus rivales. Ese día, Mont Blanc te pone a prueba a ti mismo. Y más vale que lo hagas bien o te iras para casa formando parte de ese 45% de atletas que no terminan de darle la vuelta a la montaña. Es la carrera a la que todo corredor de montaña debería ir al menos una vez en la vida. ¿¿Que si repetiría?? ¡¡Si me lo pudiera permitir económicamente, iría cada año!! Es como preguntarle a un atleta que ha ido a un Mundial que si volvería a ir. ¡¡Por supuesto!!

TR: Quedé tan impresionada con mi debut en la carrera corta de UTMB (55 Km) que nada más terminar me dije a mí misma que tendría que volver. Primero a la OCC (100 Km) y, por supuesto, me marqué como reto la UTBMB (prevista para 2018).


Toñi Rodríguez en la carrera del Mont Blanc 2015

PD: Aparte de en los Alpes, ¿en qué otras montañas habéis corrido?

YF: He  participado en la Transgrancanaria (125 Km y 84 Km), que consiste en atravesar la isla de Gran Canaria de sur a norte; la Haria Extreme, dando vueltas a la isla de Lanzarote; la Volta Cerdañya Ultrafons en los Pirineos; la Ultra Trail Sierra de Tramuntana en Mallorca; la Ultra Trail Gran Vuelta a Peñalara en Madrid y la Ultra Trail Sierra Nevada en Granada.


TR: Tengo aún poca experiencia en la montaña, apenas llevo 18 meses inmersa en ella. Aparte de Mont Blanc, el resto de mis pruebas han sido en Sierra Nevada y en nuestra provincia. El siguiente reto será el próximo mes de abril en la Ultra de Madeira.


PD: ¿Estáis compaginando las carreras de montaña con las de asfalto o vais a centraros en los ultratrails?


YF: Un ultra, a pesar de ser con lo que más disfruto, te pasa mucha factura, tanto a nivel muscular como del sistema nervioso, por lo que hacer más de 3 o 4 al año el cuerpo no lo aguanta o acaba pagándolo; así que mientras me recupero de uno a otro, disfruto con los crosses, los duatlones y las carreras de asfalto, ya que me gusta competir en todo tipo de pruebas, aunque éstas últimas me destrozan los gemelos.


TR: A mí me gusta compaginar con carreras de asfalto y preparar a conciencia al menos una media maratón al año. El asfalto ayuda también para preparar la montaña, donde muchas veces encuentras zonas muy corribles y es fundamental llevar un buen ritmo.

Entrada en meta de Toñi Rodríguez en la OCC (100 Km) del Mont Blanc
27 de agosto de 2015

PD: Por último, ¿qué consejo le daríais a los atletas de running que quieren probar a correr carreras de montaña? ¿Se lo aconsejaríais o creéis como yo que es salir de Guatemala para meterte en Guatelpeor?

YF: Nooo, al contrario. A toda aquella persona que esté pensando en dejar el atletismo porque ya no se ve tan rápido o se ve mayor para estar en pista, que haya perdido la ilusión por competir en llano, o incluso que tenga dolores articulares por haber machacado mucho y no pueda correr a diario, le animaría primero a andar por la montaña y, con una progresión adecuada, empezar a correr por ésta. Va a encontrarse sensaciones nuevas que le engancharán, paisajes y lugares que jamás hubiese imaginado, un compañerismo fuera de toda rivalidad y, sobre todo, se encontrará a sí mismo luchando contra la naturaleza, en un pulso que sólo acaba cuando subes a su cima. ¿Consejo? Que disfrute de la montaña poco a poco, como la vida, bebiéndola a sorbos pequeños para disfrutarla, que hay escalones que no deben saltarse, y que de 20 Km a 170 Km hay muchos pasos intermedios que deben repetar -30, 40, 60 Km...-, de lo contrario la montaña te pondrá en tu sitio lesionándote.


Yolanda Fernández entrando en meta acompañada de Dani y las niñas
CCC (modalidad 100 Km), Mont Blanc 2014

TR: Yo los animo a probar, es una experiencia muy distinta al asfalto, principalmente por el contacto con la naturaleza.

PD: Muchas gracias por responder a mis preguntas. Espero que sigáis con vuestros retos, subiendo y bajando montañas, y que esta entrevista sirva para animar a muchos otros a salir a correr a la naturaleza.


YF: Gracias a ti Peri, ¡¡nos vemos por la cima...!! ¿¿Te animas??


TR: Pero que no se dejen engañar, la montaña es si cabe más dura que el asfalto. Aunque evidentemente supone un reto donde pueden encontrar una nueva motivación, como me ha ocurrido a mí.


 Bueno, ya sé que el post se alarga y vivimos en la era de la brevedad, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de hablar de Maite Maiora Elizondo, una corredora vasca de trail running a la que conocí el pasado mes de noviembre en las VI Jornadas de Literatura, Cine y Montaña que organizan en Vitoria la Facultad de Letras de Vitoria-Gasteiz y el Bilbao Mendi Film Festival.

Maite Maiora en Mont Blanc 2015
(3ª en Vertical Km y 2ª en Cross)
Fotografía: IOSU

 Maite Maiora, que es la Campeona de España de Carreras de Montaña de 2014 y 2015, dio allí una conferencia con el título de Cuando descubrí el trail running, una ponencia que pueden ver en el siguiente enlace:
http://ehutb.ehu.eus/es/video/index/uuid/56531a8ec0521.html


 Por casualidades de la vida, Maite vino a correr la última edición de la Maratón de Málaga, prueba en la que quedó tercera; pero, por esas mismas casualidades, no pude ir a verla. Así que desde aquí le envío un abrazo y mi enhorabuena.

Maite Maiora en la VI Maratón de Málaga (2015)
Fotografía: Álvaro Cabrera

Maite Maiora, 3ª clasificada en la VI Maratón de Málaga

Maite Maiora 3ª en el podio de la VI Maratón de Málaga

Nota: Después de redactar esta entrada, he de reconocer que valoro de otra forma mi experiencia alpina, y creo que incluso volvería a repetirla; aunque eso sí, focalizando la atención en el disfrute del paisaje en lugar de en la clasificación. ¿Y ustedes? ¿Se animan? Pues ya saben, el 25 de septiembre en Málaga. Pero recuerden el lema: Nadie dijo que fuera fácil. Así que... ¡a entrenar!

https://www.facebook.com/760715327387589/videos/799871266805328/

*http://pedrodelgadofernandez.blogspot.com.es/2015/09/insularidad-de-medias-maratones-y.html