¡Pista!, ¡Calle! o ¡Calle 1! es lo que se grita al corredor que ocupa dicha calle de la pista, cuando hace series a un ritmo menor que otro que viene por detrás, con la intención de que se aparte.
Calle 1 es también un blog sobre atletismo, una remembranza de aquellos tiempos en los que uno podía gritar esa especie de contraseña. Un blog en el que relacionar el atletismo con la literatura, el cine, el arte y los viajes; en definitiva, con todo aquello que nos hace más agradable la vida.
¡A sus puestos, caballeros! Cambridge sport, 7 de marzo de 1936. Fotografía: H. Allen
Todas las tardes, cuando salgo a correr, me topo con irresponsables que se saltan las normas a la torera. Que corras en pareja, si la otra persona convive contigo, lo entiendo y es válido, pero que vayas corriendo con un amigo o con un grupo de amigos, es que no lo puedo entender. ¡Y encima se quejan porque no hemos pasado a la Fase 1! Mucho aplaudir a los sanitarios a las ocho de la tarde y luego van y hacen lo que les da la gana. Mirad la impotencia de este enfermero, a ver si os enteráis.
Ya no tendrán que hacer el decatlón en casa como el italiano Simone Cairoli. Mañana sábado, día 2 de mayo, comienza la Fase 0 del Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad, permitiéndose la actividad deportiva. Así que, por favor, no nos chillen desde los balcones.
A partir de mañana se permitirán entrenamientos individuales de profesionales y federados, así como entrenamiento básico de ligas profesionales y actividad deportiva profesional sin contacto.
En el ámbito no profesional, se permite la actividad deportiva sin contacto (montar en bici, correr, patinar, surf, etc.) siempre que se haga de forma individual y con la protección adecuada (distancia, mascarilla en deportes no acuáticos cuando sea posible, etc.). El horario será de 6:00 a 10:00 y de 20:00 a 23:00, y aunque para correr no hay limitación kilométrica, no se podrán desplazar en coche, moto o transporte público a otra zona de su municipio para hacer deporte. También les recuerdo que aunque los convivientes pueden salir a pasear en pareja (con limitación de un kilómetro a la redonda desde el domicilio), los que salgan a hacer deporte deben hacerlo de forma individual, y que la actividad física debe realizarse de manera continuada evitando paradas innecesarias en las vías o espacios de uso público. Tampoco se podrá salir más de una vez al día, algo difícil de controlar, por lo que el Ministerio de Sanidad apela al sentido común de los ciudadanos.
Consejos de la Consejería de Educación y Deporte para la Fase 0 ¡Ojo! No se pongan sus mejores galas si van a lavar la ropa a a 60ºC
En la Fase 1, a partir del 11 de mayo, se procederá a la apertura de centros de alto rendimiento con medidas de higiene y protección reforzadas y, si es posible, turnos; también se permitirá entrenamiento medio en ligas profesionales.
En cuanto a la práctica deportiva no profesional, se abrirían instalaciones deportivas al aire libre sin público (sólo para practicar deportes en los que no exista contacto: atletismo, tenis) así como actividades deportivas individuales con previa cita en centros deportivos que no impliquen contacto físico ni uso de vestuarios.
De las fases 2 y 3 ya les hablaré más adelante, cuando veamos que se cumplen las normas y no hay rebrotes de gravedad que nos hagan dar marcha atrás.
Por el bien de todos, seamos responsables. En nosotros está volver a esa "nueva normalidad". Y si es una normalidad menos consumista y menos contaminante, que mire más por el medioambiente, mejor que mejor.
¡Y dosifiquen sus esfuerzos estos primeros días! No sea que se lesionen después de tanto esperar.
Hace dos domingos leí un artículo en El País que hablaba sobre estos días de confinamiento y pandemia. Un texto que firmaba Kiko Amat, escritor (su última novela es Antes del huracán (Anagrama, 2018)) y periodista. Y como me gustó, y en la parte final sale a colación el rugby, de una forma que me pareció muy tierna y emotiva, he decidido compartirlo con ustedes.
DÍAS MARCADOS CON X
Por Kiko Amat
La última vez que marqué los días con X fue en 1990, cuando hacía la mili en la base de submarinos de Cartagena y me llamaban El Mesías ("porque me quedan días"). Las ristras de X de mi calendario significaban que me hallaba a las puertas de la vida civil. El confinamiento de la covid-19 se parece a aquello solo en lo malo. En la mili estabas hacinado contra tu voluntad, junto a extraños, igual que ahora (¡es broma, familia!), pero al menos se veía un final diáfano. No existía la posibilidad del "repunte del contagio", y por tanto dormías con menos congoja.
En resumidas cuentas: sabes que el confinamiento está haciéndote perder la razón cuando el servicio militar obligatorio empaña tus ojos de añoranza.
Antes dije que marco los días con X, pero en realidad las grafitean mis hijos, triscando con fecunda alegría, como straight edges en pleno subidón de gaseosas. Para ellos esto es raro y divertido, pero resulta que yo soy escritor. Ya hacía esto. Era mi "hábito de arte", como decía Flannery O'Connor.
Ahora el único hábito que mantengo es esperar a que se abra la puerta de mi despacho y aparezca un jeto amigable (o autoritario) invitándome a zumba, Zelda, kung-fu, cineclub balcánico o vermut en el terrado (a lo último me apunto, si insistís). El arte se fue al carajo en algún punto de la segunda semana. Y, sin embargo, la situación actual me resulta fascinante. Crecí con El día de los trífidos. De niño solo podía conciliar el sueño si me imaginaba flotando por el cosmos en una cápsula individual. El paisaje de los cuentos que escribía era un planeta de calles vacías.
No estoy diciendo que disfrute del escenario presente. Estoy diciendo que me resulta familiar, y lo familiar, por asqueroso que sea, siempre conserva una cierta mullidez.
A mi padre también le encantaban los sitios angostos y el confinamiento solitario, pero dejaron de encantarle de repente, cuando pilló el coronavirus y nos prohibieron verle. Estuvo ingresado varias semanas en el hospital de Sant Boi. El día que le dieron el alta fui a recogerle, y me lo encontré ya en la puerta, en silla de ruedas, junto a una enfermera enmascarada. Mi padre, que de joven arrastraba a jugadores contrarios por el fango, había perdido peso y llevaba barba de días. Le vi débil. Salí del coche y me acerqué a él y no podíamos abrazarnos, así que nos saludamos con golpes de mentón, como ingleses. La enfermera me lo entregó y lo empujé hacia el coche. Olía a sudor y ropa sin lavar. Su expresión era de cansancio, fastidio y tristeza, como si esta vez le hubiesen derrotado, aunque no era así; el virus no pudo con su robusto andamio de exrugbista.
Déjame un momento al sol, me dijo, poniéndose en pie. Le dejé allí mientras yo iba abriendo el maletero. Mi padre observó algo a mi espalda, rió y negó con la cabeza. Me volví. En la tapia de ladrillos rojos del cementerio vecino, junto a los nichos visibles, enfocada hacia las ventanas del hospital, colgaba una pancarta enorme donde se podía leer: Todo va a salir bien. NO ESTÁIS SOLOS.
Por favor, a no ser que seas Rocky Balboa o Mariano Rajoy, no salgas todavía a la calle a hacer deporte porque esto es lo que te espera.
Aguantad hasta el 2 de mayo. Ese día, si no repuntan los contagios, el Gobierno permitirá salir a correr o a realizar cualquier otro tipo de actividad física. Ánimo, que ya falta menos.
John Chappory y Rafael Morales tras correr los 800 metros (año 1984) Morales fue 1º y Chappory 2º. Prueba de Liga de Club en la 1º fase Pista del Arroyo de la Miel, Benalmádena (Málaga) Fotografía: José A. García Calle
Llevamos un mes de encierro, y los que estamos en compañía intentamos vivir los días como los científicos que están en la Antártida o los astronautas de la Estación Espacial Internacional. Al igual que ellos, nos centramos en el presente y no en lo que no se puede controlar; intentamos levantarnos y acostarnos a una hora prudente para que no se nos trastoque el sueño; leemos, escribimos, escuchamos música o vemos películas para que no se deteriore el funcionamiento cognitivo de nuestro cerebro; hacemos ejercicio físico para no aumentar de peso, liberar endorfinas y no perder musculatura; intentamos ser agradables y respetar el espacio del otro para que no haya conflictos; y le hacemos fiesta a los pequeños placeres que nos va deparando el día (un té o un café perfecto, un vermú a su hora, con su soda y su rodajita de naranja, observar los gorriones, mirlos y palomas que se dejan caer en el patio o la terraza, acariciar la cabeza y el lomo de nuestra mascota distraídamente...).
Ayer oí que son casi cuatro millones ochocientas mil personas las que viven solas en España, y que ya llevan cuatro semanas sin poder acercarse a sus amigos y familiares. Treinta y un días de encierro y cero abrazos. Un desafío mayúsculo comparado con el nuestro, los que podemos abrazarnos, besarnos y agarrarnos la mano para espantar el desánimo. A todas ellas les mando desde aquí un abrazo. Y otro para los dos amigos que encabezan esta entrada.