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jueves, 14 de junio de 2018

LAS 24 HORAS DE LE MANS VISTAS POR MI HIJO


Mi Scalextric (Fotografía: Pedro Delgado)

Ahora que Fernando Alonso afronta las míticas 24 horas de Le Mans, les muestro aquí el texto que escribí sobre la prueba. Forma parte del manuscrito No subestimes el poder de Santa Claus, en el que narro, con la voz de mi hijo Enzo, el entrañable viaje que hicimos en noviembre-diciembre de 2009 a Rovaniemi, Finlandia, en el Círculo Polar Ártico. Esa tarde noche, en la que volvíamos a París, el tren se detuvo por una avería en la estación de Le Mans. Veníamos de seguirle la pista a Julio Verne en Nantes, y todavía teníamos los pantalones húmedos por el tormentón que nos había caído esa mañana.
Por algún problema técnico, el tren se detuvo en Le Mans. Aquella demora le sirvió a papá para hablarme de la más mítica de las carreras automovilísticas que se celebran en Europa: las 24 horas de Le Mans. Papá tenía un tío en París, un hermano de su madre, y, de pequeño, por alguna extraña razón, siempre se lo imaginaba en las gradas del circuito siguiendo la prueba. A la noche, el tío Antonio sostenía una taza de café en la mano, con los ojos clavados en la oscuridad de la pista, tan solo iluminada por los faros potentes de los coches, cuyos haces de luz le recordaban a los de su linterna. Hasta el Scalextric que le trajeron los Reyes traía dos Porsches de los que competían en esa carrera de resistencia, en la que vencía aquel vehículo que cubriese la mayor distancia en dichas 24 horas. El tío Antonio le había contado a mi padre, y él me lo contaba a mí, que al principio las carreras se disputaban por carreteras normales, las de toda la vida, pero que luego, por seguridad, las habían confinado a circuitos cerrados, como aquel de Le Mans, carreteras que no llevaban a ningún lado, pistas que morían en el mismo punto del que salían sin haber llegado a ninguna parte. "Como las pistas de atletismo", dijo papá. Al tío Antonio le gustaba aquel trazado. A papá también. Igual que los de Imola y Mónaco. Aunque al principio sólo se permitía un único piloto, ahora son tres los que conforman los equipos. Precisamente, fue el año pasado cuando venció por primera vez un español, Marc Gené, acompañado de un australiano y un austriaco de los que papá no recordaba los nombres.

Los Porsches de mi Scalextric (Fotografía: Pedro Delgado)

 Cierro la entrada deseándole mucha suerte a Fernando Alonso, y les invito a pinchar sobre el siguiente enlace si quieren saber más acerca de No subestimes el poder de Santa Claus.

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2014/12/sos-navideno.html

sábado, 27 de mayo de 2017

EMULANDO A GRAHAM HILL

Ahora que Fernando Alonso se ha propuesto conquistar la Triple Corona (GP de Mónaco, 500 Millas de Indianápolis y 24 Horas de Le Mans), un hito que sólo consiguió Graham Hill, el que fuera bicampeón de Fórmula 1 en los años 60, me he acordado de la cazadora que conservo desde la preadolescencia en el armario. Me refiero a aquella azul que tenía un bolsillo de ojal con solapa con la firma del piloto británico, esa que tantos llevábamos a finales de los años 70. La mía está como nueva, y lo más increíble es que todavía entro en ella, prueba fehaciente de que nuestras madres nos compraban la ropa grande, bien grande, para que la pudiésemos seguir usando si dábamos el estirón.

Chaqueta Graham Hill del año 78
Fotografía: Pedro Delgado

Detalle bolsillo chaqueta Graham Hill año 78 (Fotografía: Pedro Delgado)

Graham Hill, campeón de las 500 Millas de Indianápolis (1966)

"Yo soy un artista, la pista es mi lienzo y mi coche mi pincel". 
Graham Hill

El piloto británico Graham Hill
(no me negaran que tenía pinta de gentleman)

Nota: Desde este blog le deseo mucha suerte a Fernando Alonso. La va a necesitar.