viernes, 23 de diciembre de 2022

PREFIERO QUE ME TRATES DE TÚ


Prefiero que me trates de tú, de Daniel Azcona
Editorial Los Aciertos & Pepitas

En las librerías, las portadas de los libros reclaman nuestra atención desde los escaparates, las mesas de novedades y las estanterías. Algunas te susurran «léeme» con timidez, pero otras te gritan directamente «llévame a casa».

 La portada de Prefiero que me trates de tú, de Daniel Azcona (Hempstead, Nueva York, 1965), es de las segundas, de ahí que haya engrosado mi lista de lecturas. Los créditos del interior no recogen la autoría de esa imagen poderosa, que hace que te detengas delante y tomes el libro entre las manos, que leas la contra y la solapa y pases por caja, pero tras indagar en la editorial (Los Aciertos & Pepitas) he encontrado la fotografía en la Miami University Libraries. Su autor es Frank R. Snyder, y la tomó en junio de 1912 en un instituto de secundaria de Oxford, Ohio. Lleva por título Runners on track with judges at high school track meet 1912. Como se observa, la imagen se recortó y reencuadró para el libro.

Runners on track with judges at high school track meet 1912, Oxford (Ohio)
Miami University Libraries - Digital Collections (Wikimedia Commons)
Fotografía de Frank R. Snyder

 En la misma colección de fotografías, digitalizadas por la Universidad de Miami, se puede ver otra instantánea de Frank R. Snyder tomada en la misma curva, mes y año; aunque en este caso no resulta tan espectacular como la anterior, donde la composición, con ese atleta que gira la cabeza para ver la distancia que lo separa de su perseguidor y el perro que los sigue a dos calles de distancia, es más lírica.

Runners on track with judge at high school track meet 1912, Oxford (Ohio)
Miami University Libraries - Digital Collections (Wikimedia Commons)
Fotografía: Frank R. Snyder

 Estamos ante un libro de relatos, y el primero, en consonancia con la portada, se centra plenamente en el atletismo. Se titula Un atleta de clase familiar, y uno quisiera que no terminara nunca. En apenas cuatro páginas, el autor recoge con brillantez lo que significa para un chaval que su profesor de Ed. Física (en el cuento se dice Gimnasia porque refleja otros tiempos) le seleccione para una competición escolar de campo a través, y cómo eso se convierte en una puerta de acceso al mundo del atletismo.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Fuimos andando desde el colegio hasta la iglesia de Santa Gema. Cronómetro en mano, el profesor de gimnasia nos hizo dar, uno por uno, la vuelta corriendo a la plaza que hay frente a la iglesia. La mayoría de mis compañeros de clase se lo tomaron a broma y ralentizaban el ritmo cuando el profesor dejaba de observarles en su recorrido por el perímetro designado. Por el contrario, yo no podía contener mi excitación. Cuando me tocó a mí, esperé a que sonase su silbato para salir lo más rápido posible y no parar hasta completar el recorrido. Al cruzar una imaginaria meta, el profesor anotó mi tiempo sin decir nada, pero en el camino de vuelta al colegio me invitó a participar en una prueba de campo a través, de tres kilómetros de distancia, que tendría lugar ese fin de semana en los terrenos del colegio Estudio.

 Yo mismo me he visto reflejado en la historia, y he recordado cómo D. Pablo Madrid me llevaba, junto a otros compañeros del colegio Los Olivos, a las carreras de campo a través que se celebraban en la zona de Portada Alta y la feria (hoy día todo eso está urbanizado), donde teníamos que medir nuestra resistencia con la de los integrantes de los equipos de otros colegios.

Pedro Delgado recibiendo una medalla tras una carrera escolar en Los Olivos
Detrás, Pablo Madrid y Javier Palmero, profesores de Ed. Física del centro
Fotografía: Pablo Mayo

 Y espero que mis propios alumnos, a los que en algunas ocasiones he llevado a competir al cross intercentros que organiza el instituto La Rosaleda, también se puedan sentir identificados cuando lean este relato.

Alumnos del IES Isaac Albéniz con su profesor de Ed. Física (Pedro Delgado)
Carrera solidaria del IES La Rosaleda, 5 de diciembre de 2017

Alumnas del IES Isaac Albéniz con su profesor de Ed. Física (Pedro Delgado)
Carrera solidaria del instituto La Rosaleda, 5 de diciembre de 2017

Alumnado del IES Isaac Albéniz en la Carrera Solidaria del IES La Rosaleda
4 de diciembre de 2018. Fotografía: Pedro Delgado

 Si el autor ganó en su etapa escolar el campeonato de Madrid de campo a través, yo a los pocos años de aquellos crosses ya estaba subiéndome a un podio nacional. Fue en el Campeonato de España Escolar del año 1983, celebrado en Santander, donde fui subcampeón de España en los 1.500 m. Entramos en meta casi a la vez, y fueron unas décimas de segundo las que dilucidaron el vencedor. Fue mi primera medalla en un campeonato de España, y la primera vez que aparecía en el diario deportivo Marca. Como se imaginarán, conservo aquel recorte en mis archivos, junto a otro del diario Sur anunciando la participación de los atletas malagueños en el campeonato.

Pedro Delgado Fernández, subcampeón de España escolar en los 1.500 m

Escolares malagueños al Campeonato de España de Atletismo (Diario Sur)
(Por esos duendes de las imprentas, hay un error en el segundo de mis apellidos)

 Un atleta de clase familiar recoge además una anécdota curiosa, porque el autor es hijo de Rafael Azcona, novelista y guionista con trabajos tan reconocidos como Plácido, El verdugo, La escopeta nacional, Belle époque, El pisito, El cochecito, La niña de tus ojos o Los muertos no se tocan, nene. Pues bien, Azcona padre acompaña a Azcona hijo al campeonato de campo a través de la Comunidad de Madrid que se celebra en la Casa de Campo. Allí, antes de la salida, el hombre parece estar absorto en su periódico; sin embargo, cuando dan la salida, el hombre parece tener el don de la ubicuidad, animando y cantando los tiempos aquí y allá. Y es que, como dice el refrán: De casta le viene al galgo.

Sello dedicado a Rafael Azcona, 2011

 Rafael Azcona (Logroño, 1926-Madrid, 2008), que era un lector empedernido, decía que todas las noches de su vida había leído. Estoy seguro de que le habría encantado llevarse el libro de su hijo a la cama para comprobar una vez más lo dicho, que de padres gatos, hijos mininos. Ahí están su humor, su visión del mundo, su escepticismo, el tema de la muerte y la vejez, incluso algún detalle fetichista, como el que aparece en el segundo de los relatos, El mundo rendido a sus pies, donde los pies son el objeto de deseo. Una historia un tanto loca en la que aparece el director de cine Quentin Tarantino, el actor Brad Pitt y la sensual Morelia, de pies egipcios.

 No hay mal que por bien no venga va de dimisiones y de azares y dones que te cambian la vida. En él, de manera trasversal, aparece un par de veces la maratón de Valencia.

A las 9:00 ese domingo, nueve mil corredores iniciaron la prueba. Era un día claro y soleado, sobre los 18 ºC. Mis entrenamientos habían sido claramente insuficientes, pero arropado por la marabunta de atletas, animado por el público y la música rock a lo largo del recorrido logré completar la carrera y lo celebré como si la hubiera ganado, brazos en alto, sonriendo, llorando, agradecido a los muchos que habían donado a la asociación. Eso sí, me dolió el cuerpo durante una semana.

 El cuento que da título al libro, Prefiero que me trates de tú, trata de las sesiones del autor con su fisioterapeuta, otra historia con la que, a poco que hayas estado lesionado, es fácil identificarte, sobre todo si tu fisio es del género femenino.

Desde hace seis meses una bursitis en la cadera me produce dolor al andar, me impide correr y a veces incluso me molesta para dormir. La causa del dolor puede ser diferente según con quién se consulte. Para la medicina moderna, mi dolor se debe simple y llanamente a una artrosis, que debe tratarse con fármacos. Para la medicina tradicional china, se trata efectivamente de una artrosis, pero la causa es una obstrucción del Qi (energía) y la Xue (sangre), ocasionada por un debilitamiento del Wei Qi (energía defensiva), y debe ser tratada con agujas. Y para los expertos en relaciones emocionales, mi dolor se debe a que tengo dificultades para decidirme a pasar a la acción, para ir hacia lo que deseo, y la intensidad de mi dolor es una indicación del grado de mi actitud derrotista. Para desmentirlos a todos, me puse rápidamente y sin demora en manos de Charlotte Coe, una fisioterapeuta del barrio que me recomendó mi médico.

 En Hasta que la muerte nos separe, el protagonista asiste a su propio velatorio. Islas y dioses hawaianos, inmersiones acuáticas y una peculiar venganza al son de un ukelele.

 Cierra el volumen Con renovadas energías, el relato que más me ha gustado de todos, con un final tan redondo como el de No hay mal que por bien no venga. Dicho cuento lo protagoniza la madre del autor, Susan Youdelman, y gira en torno a una mudanza, al insólito contenido de unos paquetes que su difunto marido (Rafael Azcona) había pedido unos días antes de su muerte y a unas misteriosas cajas que éste dejó en el trastero. No sé a qué grado llega esta autoficción, pero en una entrevista a Rafael Azcona que vi después en la televisión, el hombre deslizó una verdad que comparto: «El dinero sirve para no pensar en el dinero». Rafael decía que no solía jugar, pero que si alguna vez le tocaba algo, sería su pensión, pues al dejar su trabajo de contable por el de guionista, no había cotizado lo suficiente como para tener una pensión digna. Entonces pensé de nuevo en lo que guardaba en aquellas cajas, que no crean ustedes que era dinero contante y sonante, y sonreí. Todo me pareció muy Azcona. Igual que este libro de relatos.

 Azcona padre, que era muy fan de Woody Allen, dijo en una entrevista lo siguiente sobre el neoyorquino: «Es alguien que está creando un cuerpo de ficción, donde se mezcla la realidad a su alrededor con su mundo personal y familiar. Y es de una riqueza...». Pues si viviera, creo que justo eso diría ahora de su hijo.

Daniel Azcona 

 

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