jueves, 1 de febrero de 2024

DEL DON DEL CORRER


Del Don del  Correr, de José Luis Conde Caveda
Fotografía: Pedro Delgado

Me reencontré con José Luis Conde en el 40 aniversario del INEF de Granada. Él era de la 1ª promoción, y yo de la 5ª, por lo que sólo coincidimos un año en la facultad; sin embargo, durante muchos años nos vimos en las carreras, tanto de pista como de campo a través, pues ambos pertenecíamos al mundo del atletismo. Me comentó que acababa de publicar un libro sobre el acto de correr y, al decirle que tenía un blog deportivo en el que escribía reseñas, fue a su coche a traerme un ejemplar. Le dejé un bolígrafo para que me lo dedicara y me anotó su correo para que le diera mi opinión.

Dedicatoria de José Luis Conde (Del Don del Correr)
Fotografía: Pedro Delgado

 El libro se titula Del Don del Correr, y lo he estado leyendo estos días. Es así como me he enterado de que José Luis sufrió un ictus, una urgente operación de corazón, una infección hospitalaria y una profunda depresión que lo tuvo apartado de todo algo más de un año; y es por ello que estemos ante una historia de superación.

 Del Don del Correr comienza con un pistoletazo de salida, y termina con la llegada a meta. «El transcurso de la narración está contenido en los escasos 2 minutos –segundos arriba, segundos abajo– que un disciplinado y voluntarioso amateur puede tardar en recorrer la distancia de 800 metros lisos», que es la distancia en la que compitió José Luis Conde durante más de veinte años.

José Luis Conde Caveda (Cádiz, 1963)
Fotografía: solapa Del Don del Correr

 Conde hizo sus primeros pinitos en el mundo del atletismo en el instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, pero no fue hasta el verano de sus diecisiete cumpleaños que quiso empezar a entrenar con regularidad, cuando contempló por televisión la final de 5.000 metros de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, ganada por el marroquí Said Aouita.

[...] así que pensé: "Yo quiero ser como ese, ese que despertó mi corazón aquella tarde-noche estival del mes de agosto, ese admirado por su tribu allá en el África del Norte, agasajado y venerado por su pueblo cuando volvía de las contiendas atléticas, el primer héroe con el que yo había vibrado en esta existencia". Su memorable nombre, Said Aouita, apodo con el que más tarde me nombrarían cariñosamente mis amigos, no porque corriese ni mucho menos tanto como él, ni porque me colgara medallas en ilustres campeonatos, sino porque teníamos una tez y un semblante que nos hacía parecer pertenecer a la misma honorable tribu.
Said Aouita, oro en 5.000 m
Juegos Olímpicos Los Ángeles 1984
 Así que, sin saberlo, esa tarde de emociones desbordadas iba a cambiar probablemente la trayectoria de mi vida. De ser un chico normal al que le podrían gustar las mismas cosas que a casi todos los chicos normales de esa edad, me convertí en un chaval un poco raro, al que a partir de ese momento le gustaría experimentar con poner el cuerpo al límite de sus posibilidades, o dicho más coloquialmente, un chico al que le gustaría sufrir hasta el extremo de forma gratuita y experimentar con las más que incómodas y boicoteadoras sensaciones del nerviosismo precompetitivo, la extenuación de una de las pruebas más exigentes del atletismo; pero por otro lado, disfrutar del éxtasis de los momentos posteriores, del placer del descanso del guerrero al concluir las hazañas deportivas con las mejores duchas, comidas, siestas y compañías que uno jamás pudiese haber imaginado.
***
 Por todo lo anterior, he ido comprobando, que en este deporte no se puede jugar a ganar, ya que las probabilidades de éxito en este nivel de realidad son una entre todos los que participen, haciendo que el grado de frustración se multiplique exponencialmente en tanto en cuanto nos limitemos exclusivamente a la premisa de ganar. Por lo tanto, y por todas estas ideas expuestas, soy de la opinión de que en este noble deporte hay que jugar a superarse, a divertirse, a crecer como personas, a relacionarse, a ayudarse, a conocer los límites y aprender a convivir con ellos, a disfrutar por el esfuerzo y no tratar de engañarnos ni de engañar a otros que son parte de nosotros mismos, a disfrutar de los paisajes y los pasajes, a disfrutar del buen tiempo y buenas caras, de los encuentros, de los viajes y de las celebraciones y comidas en tan gratas compañías... y cuando somos capaces de valorar todas estas cualidades, es posible que no ganemos "la carrera", pero es seguro, que ganaremos en otras muchas cosas, sobre todo, en cada aspecto que valoremos y disfrutemos, ya que en este disfrute, nos ganaremos a nosotros mismos, que por ende, es de lo único que trata este juego de la vida; de disfrutar, como bien dijo el poeta Neruda en su gran obra: Confieso que he vivido.

 Pero José Luis Conde ha querido ir más allá de lo deportivo en estas páginas autobiográficas, cargadas de evocaciones y anécdotas que van desde su infancia y adolescencia a su vida adulta, y, como nos dice David Cárdenas en el prólogo, salpica el texto de «profundas reflexiones existencialistas que acarician lo filosófico». En el texto de la contracubierta, extraído de ese prólogo, el profesor de la Facultad de Ciencias del Deporte nos apunta lo siguiente:

Este libro es una oda a la carrera más difícil de cubrir, la propia vida. Relata la transformación de una persona sencilla que debió superar situaciones complicadas, tanto físicas como emocionales, y que encontró en el deporte una forma de llegar a conocerse a sí mismo y a las personas que le marcarían para siempre. Un ensayo de introspección íntima que seduce al lector y lectora, y los invita a meditar sobre su propio camino.

 José Luis Conde, en la difícil tarea de exponer su propia corriente interna, ha escrito, sin rencor ni pudor, un texto muy personal y honesto, lástima que, no siendo José Luis un literato, los editores no hayan cuidado la edición y realizado una revisión a fondo del texto. Es algo que se agradecería en una segunda edición.

 Por lo demás, me alegra comprobar que, como diría su padre, «por encima de las nubes, siempre luce el sol». Un sol al que, por cierto, les recomiendo no mirar directamente a ninguna hora del día. Y si van a correr bajo sus rayos, usen protección. Que el cáncer de piel es una cosa muy seria.


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