A un deportista siempre se le presupone sentido del humor, pues no hay otra forma más práctica y sensata de encarar la derrota y el triunfo, de convivir con ambas circunstancias; es por eso por lo que espero arrancarle una sonrisa a María al final de esta entrada.
María Vasco, la única atleta española que ha logrado una medalla olímpica (bronce en los 20 kilómetros marcha en Sidney 2000), se retiró la semana pasada, a los 37 años, de la alta competición; con un palmarés que también incluye otro bronce en los Mundiales al aire libre de Osaka, en 2007 (cuando nadie apostaba por ella, pues el año anterior sólo había sido decimoquinta en los Europeos de Gotemburgo), un quinto puesto en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y un décimo en su quinta y última cita olímpica en Londres 2012.
El bronce del Mundial fue como el retorno del Ave Fénix, un ave que estos días vuelve a arder para renacer con otras metas e ilusiones: reflotar su club de atletismo, adentrarse en el mundo de la moda, correr una maratón... ¡¡¿Correr una maratón?!! Pues sí, María Vasco, que como marchadora tuvo prohibido despegar los dos pies del suelo, quiere ahora volar y correr esos 42 kilómetros que tanta atracción despiertan últimamente.
Con su retirada, la marcha atlética, esa especialidad errada, se queda sin su mejor referente. ¿Especialidad equivocada? Bueno, esto nos lleva al título de la entrada, pues con mucho sentido del humor Oscar Tusquets Blanca nos arranca una sonrisa en su libro de ensayos Todo es comparable (Editorial Anagrama) al hablar de esos deportes mal proyectados.
"(El deporte como proyecto) El proyecto de cualquier deporte debe favorecer que el resultado de la contienda sea justo y objetivo. Para que se mantenga el reconocimiento colectivo de la equidad de una competición es imprescindible que su reglamento sea claro y posible de aplicar y que sus jueces lo hagan con equidad; pero cuanto menor sea su intervención, menos subjetivas sus decisiones, y menos determinantes para el resultado final, mucho mejor para el deporte en cuestión. [...] Hay deportes mejor ideados y desarrollados que otros. A un deporte bien proyectado le podemos pedir varias cosas, que sea bello, competido, divertido, que dé posibilidades de remontar al que va perdiendo, que mantenga la emoción hasta el último segundo, que no sea sangriento..., pero quizás una de las exigencias más importantes es que su resultado sea justo y no dependa de la arbitrariedad de un juez. [...] El otro ejemplo de deporte equivocado es la marcha atlética. Como en el caso del waterpolo, es mucho más fácil imaginar su nacimiento que entender su supervivencia. La marcha debieron de inventarla un jocoso grupo de boyscouts que aburridos, no sé si por la excursión, por lo de la buena acción diaria o por no tener chicas, parieron la enfermiza idea de desafiarse a una carrera en la que estuviese prohibido correr. La idea en sí -desplazarse velozmente sin levantar los pies- ya resulta daliniana, como las carreras de sacos pero sin fiesta de fin de curso ni risas, pero lo peor es que, llevados por la seriedad de sus uniformes, los jovencitos decidieron llevarla hasta los Juegos Olímpicos, hazaña que lógicamente consiguieron. Como es preceptivo, tuvieron que redactar un reglamento y allí comenzaron los problemas; ¿cuándo dejamos de andar y comenzamos a correr? Dictaminaron que comenzamos a correr cuando en algún momento los dos pies están en el aire, por lo que es absolutamente obligatorio que en la marcha siempre tengamos un pie en contacto con el suelo. Esta imposición contra natura no sólo obligó a los marchadores a contonearse en unos andares equívocos, que provocaron las inmediatas chanzas de mal gusto por parte de los camioneros que se cruzaban con ellos en la carretera, sino que también hizo imprescindible que una cuadrilla de jueces persiguiese al pelotón para ver si hacían trampas. Pero a simple vista esto no es sencillo; durante siglos los hombres tuvieron dudas sobre si un caballo al galope tenía en algún instante las cuatro extremidades en el aire o no. Tuvieron que llegar las fotografías en serie Mybridge, que fueron financiadas precisamente para aclarar una importante apuesta sobre el particular, para que tuviésemos la certeza de que efectivamente el caballo durante una fracción de segundo tiene las cuatro pezuñas en el aire.
Hoy, gracias a la cámara superlenta, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que todos los marchadores tienen los dos pies en el aire durante unas centésimas. Pero, a pesar de esta evidencia, una pandilla de ridículos jueces continúan vigilando a los marchadores y de vez en cuando y de forma aleatoria le sacan a alguno la señalita de advertencia. La cosa está tan poco clara que se necesitan tres amonestaciones para quedar eliminado -como si de niños hubiésemos necesitado tres pajas para quedar condenados-, pero cuando se exigen cosas tan antinaturales hay que tener un poco de manga ancha.
Napoleón Bonaparte, que era un poco grandilocuente pero no tonto, dijo en una ocasión: "No dictes nunca una ley que no te veas capaz de hacer cumplir." Sabio consejo que lamentablemente nuestros boyscouts no siguieron; claro que, dada su educación británica, Napoleón no debe de estar entre sus lecturas obligatorias".
El libro es de mi mujer, que se dedica a esto de las bellas artes (ver su blog Manchando lienzos manejando colores), pero hay en él tres ensayos que harán las delicias de todos los aficionados al deporte.
P.D.: Esta entrada va dedicada a María Vasco, a la que le deseo la mayor de las suertes en la nueva etapa que comienza, y también a mis amigos marchadores y exmarchadores: Kiko Rodríguez (ver su blog Historias de un marchador patético que se cree que no lo es) y Rafael Martín.
Hola Pedro lo primero es felicitarte por el blog y después agradecerte la dedicatoria. Siempre he pensado que la marcha era una disciplina poco agradecida, no por la especialidad en sí, sino por el poco reconocimiento a una prueba para mí, complicada, dura y desconocida. Y por otro lado no he sido un marchador de vocación ya que fue la primera especialida de probé y en ella me quedé, quizás me hubiese sido más facil destacar en la carrera, si hubiese hecho la misma cantidad de km corriendo, Al contrario de lo que piensan muchos corredores mediocres, no todos los marchadores lo hacen porque no ¨valen para correr¨. También creo que la tecnología está ahí para utilizarla, pero al igual que pasa en el futbol, todo queda en manos de un juez o un árbitro.
ResponderEliminarRecuerdo una discusión el la residencia Blume, con los saltadores, cuando Valentín Masana batió el recort de España de 50 km, había hecho la cuarta marca mundial de todos los tiempos, y los periódicos deportivos así lo equiparaban con otras pruebas, los saltadores (los mejores de España de ese momento) se echaron las manos a la cabeza, y me decían ¨como pueden comparar casi 9 mtrs de salto con hacer 3h38´ andando en 50 km¨ y yo solamente les contesté con una cita de Rodrigo Gavela, alguien que realmente había bajado a los infiernos ¨cuando pases el umbral del dolor y entres en el terreno de la agonía,
le encontrarás el sentido ¨ y podrás valorar algo que en otras especialidades, en su vida deportiva no pobrán comprobar, ya que el umbral de ese de dolor es insignificante en comparación.
Un abrazo, Rafa
Rafa, gracias por tu comentario. Tienes razón en todo. La anécdota de los saltadores me recuerda a Otal, el mítico lanzador del CAIM, que con mucha guasa siempre me decía que el 10.000 figuraba en el programa atlético para que la gente pudiera irse a comer el bocadillo. Por cierto, muy acertada la cita del maratoniano Rodrigo Gavela, amigo al que hace un montón de años que no veo.
EliminarPor si alguien no lo sabe, Rafael Martín Jiménez, del club Nerja de atletismo, fue internacional en marcha y cuando se retiró se dedicó a las carreras de montaña (ganó la XV subida al Veleta en 1999) y a su gran pasión: el montañismo.
Otro abrazo, Rafa, ya sabes el aprecio que te tengo.
Y no olvidar que María Vasco fue la primera de nuestas atletas portada de la revista Interviú.
ResponderEliminarMe alegra verte asomar por aquí, Toni. Seguro que tu comentario ha subido las visitas de la web de Interviú, con el respetable buscando ver esas fotos.
EliminarDe paso, aprovecho tu comentario para animar a los seguidores a visitar tu blog, el cual responde a un nombre más poético y bonito que el mío, homenaje quizás a ese gran título de Fenimore Cooper: El último mohicano.
Andanzas mundanas de un corredor mohicano & friends.
tonitom.blogspot.com
Un abrazo, Toni.