jueves, 2 de enero de 2025

LO IMPORTANTE NO ES GANAR EL PALIO, SINO CORRER CON DIGNIDAD


Palio de Siena, Italia
Fotografía: Amazon.com

Decía el poeta romano Marco Valerio Marcial que «la vida no consiste en vivir, sino en tener salud» (Non est vivere, sed valere vita est). Quizás por eso, conforme me hago cada vez más mayor, sólo le pido al nuevo año salud. Para mí y para los míos. Que no falte ningún miembro de la familia al terminar el año.

 Al igual que el acto de correr una prueba, los doce meses del calendario reproducen la vida entera a escala menor: el nacimiento, el desarrollo y la muerte al cabo de los 365 días para, afortunadamente para muchos, volver a empezar. Como es normal, este año tendremos momentos buenos y malos, pruebas que confrontar y obstáculos que superar antes de atravesar la línea de meta.

 «Para vivir bien cada individuo debe luchar por dar un sentido a su vida, por hacer que merezca ser vivida». A ello nos invitaba Nuccio Ordine (1958-2023) –escritor y profesor de literatura Italiana en la Universidad de Calabria y autor de libros como La utilidad de lo inútil, Clásicos para la vida o Los hombres no son islas– desde las páginas de El País Semanal en abril de 2022, en una reflexión filosófica sobre la calidad de vida. Pero no existe un modelo global que seguir, nos decía, aunque «a lo largo de los siglos, filósofos, artistas, escritores y científicos han intentado orientar su vida hacia objetivos que pudieran hacerla más digna».

 Hay en su artículo una interesantísima reflexión sobre el acto de participar en una carrera, que entronca con el tema de los dos capítulos finales del último libro que les reseñé: Correr es una filosofía. Por qué corremos (Duomo Ediciones), de la también italiana Gaia De Pascale.

 La hace al hablarnos del astrónomo y filósofo Giordano Bruno, que «dedicó extraordinarias reflexiones al tema de la dignidad de la vida, haciendo coincidir de forma ejemplar su existencia con el esfuerzo por buscar la verdad y la perfección».

Es este esfuerzo, independientemente del resultado, el que da auténtico sentido a nuestra existencia: incluso una derrota puede convertirse en gloriosa si nos hemos empeñado con todas nuestras fuerzas en el camino hacia la meta. Este es un nudo esencial que abarca muchas páginas de sus obras italianas y latinas.
 Y precisamente, en este contexto, Bruno se interroga sobre la actitud que se debe adoptar en la aventura del saber y en la de la vida. Así, en su primer diálogo italiano, La cena de las cenizas (1584), el filósofo indaga sobre las dificultades inherentes a toda empresa difícil. Las habilidades requeridas y las pruebas que pasar son muchas. Pero lo más importante no es tanto «ganar el palio», sino correr con dignidad: «Aunque no sea posible llegar al extremo de ganar el palio, corred sin embargo y haced todo lo que podáis en asunto de tanta importancia, resistiendo hasta el último aliento de vuestro espíritu (...) No solo merece honores el único individuo que ha ganado la carrera, sino también todos aquellos que han corrido tan excelsamente como para ser juzgados igualmente dignos y capaces de haberla ganado, aunque no hayan sido los vencedores». El elemento fundamental es la actitud, no el resultado. La victoria no depende solo de nosotros. Pero el fin de nuestra competición no es el palio. Lo que importa es la experiencia que realizamos al correr hacia la meta. De hecho, solo durante el viaje será posible enriquecerse, adquiriendo los conocimientos que nos harán seres humanos heroicos, seres humanos dignos, seres humanos capaces de luchar todos los días para ser mejores. Seres humanos capaces de transformar su filosofía en una forma de vida.
Carrera Palio de Siena, 16 de agosto de 2017
Fotografía: Gabriele Forti
 El Don Quijote de Cervantes podría ser considerado el héroe por excelencia que lucha por dar sentido a su vida. Contra la opinión de sus contemporáneos –convencidos «de que todos los libros de caballerías son falsos, mentirosos, dañadores e inútiles para la república» hasta el punto de echarlos a la hoguera sin piedad–, el valeroso hidalgo no duda en tomar el difícil camino de la caballería, inspirado por la gratitud, por la única necesidad de servir con entusiasmo a sus ideales. Cervantes, en definitiva, hace de la contradicción uno de los grandes temas de su novela: si las invectivas contra los libros de caballerías suenan como una incitación al desengaño, en el Quijote encontramos también la exaltación de la ilusión que, a través de la pasión por los ideales, logra dar sentido a la vida. La inutilidad y la gratitud de sus aventuras aún pueden dejar huella; revelan la necesidad de afrontar con valentía incluso las empresas destinadas al fracaso. Hay derrotas gloriosas de las que pueden surgir grandes cosas con el tiempo: «La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira, como el aceite sobre el agua».
 Y entre los objetivos más nobles que pueden dar sentido a nuestra vida está también el de cultivar la solidaridad humana. Auguste Comte escribió: «El deber y la felicidad consisten igualmente en vivir para los demás». Y la felicidad de vivir para los demás ha sido evocada varias veces en la literatura. Pienso en el Wilhelm Meister, de Goethe, o en Guerra y paz, de Tolstói, en sus profundas reflexiones sobre la alegría que genera su esfuerzo derramado para humanizar a la humanidad.
 Vivir bien, en definitiva, no consiste solo en cuidar nuestro cuerpo: no bastan los placeres que experimentamos con el deporte, la dieta mediterránea y los llamados «centros de bienestar». Y del mismo modo, para defendernos del riesgo de las enfermedades, no basta con seguir los preceptos de la industria médica, que a veces se convierten en obsesiones machaconas. Para el cuidado de uno mismo, también es necesario prestar atención a la salud mental y moral. Cultivar la salud física como un momento de recarga y luego retomar, en la vida cotidiana, los locos ritmos de producción basados en la rapidez y la acumulación de bienes materiales no solo es peligroso, sino también poco gratificante. Dejando de lado los estilos de vida ideales que nos ofrecen el consumismo desenfrenado y el neoliberalismo rapaz, deberíamos aprender a perder el tiempo, a dedicar nuestra atención a actividades que no tengan nada que ver con el lucro o con cualquier interés material. Aprender a apartar la mirada de nosotros mismos por un momento nos permitiría tomar conciencia de la progresiva destrucción del planeta y de las terribles desigualdades que están ensanchando el abismo entre unos pocos privilegiados y muchos sufridores.
 Leer un libro, escuchar música, visitar un museo, ver un atardecer no significa perder el tiempo, sino ganarlo para alimentar nuestro espíritu, cultivar nuestras relaciones humanas y dar dignidad a nuestra vida. Se trata de modelos alternativos, en clara oposición a las modas dominantes que empobrecen la idea del bien vivir. Modelos sobre los que los clásicos y el arte nos invitan a reflexionar. Vivir con dignidad no significa pensar solo en el estrecho perímetro de nuestros abyectos egoísmos. Porque, como recordaba también Albert Einstein en una declaración epigramática publicada en The New York Times, «solo una vida vivida para los demás es una vida que merece ser vivida».
Nuccio Ordine, El País Semanal nº 2.376

El escritor y profesor de Literatura Italiana Nuccio Ordine

 Si quieren acceder este 2025 a lo que el escritor italiano llama «esa vida que merece ser vivida», hagan caso a sus palabras.