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domingo, 20 de noviembre de 2022

PAN Y CIRCO


Montaje: Pedro Delgado

Quería escribir una entrada sobre los aspectos desagradables que rodean al Mundial de Fútbol de Qatar, pero motivos de peso, de los que ya les hablaré en otra ocasión, me impedían centrarme delante del ordenador. Hoy, al abrir las páginas del diario Sur, me topé con este texto del escritor y columnista Antonio Soler, y pensé que ya no era necesario que yo escribiese nada.

Pan y circo
Por Antonio Soler

Lo escribió Juvenal allá por el año 100 antes de Cristo a la vista de la decadencia del sentido crítico en Roma. Luego lo hemos ido repitiendo en distintas versiones. Ahora resucita a raíz del mundial que hoy empieza en Qatar. Es el mundial del despropósito, el del petróleo, el de la liga partida y el de la resignación ante el cash, la pasta, la plata, el dólar, da igual en qué idioma o jerga se exprese. Y también se ha convertido en el mundial de la ética. Miles de trabajadores inmigrantes, esclavos en la práctica, han muerto en las obras de los estadios levantados en medio de la polvaranca, las cabras y las torres petrolíferas.

 Pero allí vamos. Los países del jardín europeo, que dijo Borrell, los de la jungla, los bosquimanos y las superpotencias. Porque lo dice el señorito/jeque de Qatar que quería su mundial y porque finalmente hay que seguir con el circo. Si en ese país no se respetan los derechos humanos, si la mujer vive como en la edad media y la democracia es un cuento chino, habrá que tragárselo, porque la pelota sigue rodando en la cancha global. El presidente de la FIFA, con el nombre, adecuado para la ocasión, de Infantino, ha salido en defensa del país organizador y ha llamado hipócritas a los críticos. Pero no se trata de hipocresía. Se trata de reconocimiento, de aceptación. De saber dónde pisamos y qué hay bajo el césped. Cuánta miseria hay bajo esa alfombra, en los cimientos de esos estadios y de esos hoteles de lujo extra.

 Europa, según Infantino, debe pedir perdón por los últimos trescientos años de abusos coloniales. El pasado, las guerras napoleónicas. Matusalén. Maniobra infantil del forrado Infantino. Porque no se trata del ayer, sino del hoy. Del presente de un país que representa, justamente, el pasado, por mucho dinero, plata o guita que tenga. El pasado moral encerrado en rascacielos de oro. Infantino se siente hoy, según ha confesado, catarí, africano, gay, discapacitado y trabajador. Cualquier cosa con tal de que la pelota y la plata sigan rodando. Mejor habría hecho Infantino en no apelar a la historia y aceptar humildemente las condiciones del planeta, el movimiento macroeconómico y la necesidad del circo por una parte del pueblo. No sé si con eso de trabajador, Infantino quería decir que también se siente obrero, marxista. El inventor de aquello aseguró que la religión era el opio del pueblo. El fútbol es el nuevo opio, el nuevo circo y para muchos hooligans la nueva religión. Pues eso. Para qué buscar más explicaciones ni apelar a tres o veinte siglos de historia. Hay que ir a misa, al estadio, comulgar con el gol y purgar los pecados. Amén.

 

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