En los años ochenta los ideólogos de Margaret Thatcher difundieron la historia de que algunas escuelas públicas británicas prohibían a los miembros de sus equipos de atletismo ganar más de una carrera al año con el fin de fomentar el igualitarismo y evitar que ningún niño se sintiera agraviado. Sospecho que es una historia falsa pero, curiosamente, me resulta familiar. Cuando era niño formé parte de un equipo infantil de atletismo. Lo entrenaba Rufino Carpena, que de joven había sido un gran atleta.
Carpena nació en el barrio de pescadores de Gijón, comenzó a trabajar a los once años y la leyenda decía que en los años cincuenta su entrenamiento consistía en ir y volver corriendo todos los días a la empresa siderúrgica donde estaba empleado. Como era de esperar, en nuestro equipo infantil siempre ganaban las competiciones oficiales los mismos niños: concretamente, los que corrían más rápido. A final de curso, Carpena organizaba una entrega de premios para nivelar las cosas y que ningún niño se quedara sin medalla. Los premios eran completamente surrealistas, con categorías inventadas: "niña de primer año de benjamines nacida en el primer semestre que no haya faltado a ninguna carrera de campo a través", y cosas así. Creo que aquella ceremonia tan loca y bastante divertida no sólo era un reparto de premios de consolación para los perdedores, sino que también era una manera de que los ganadores entendieran que la competición es sólo una parte de la práctica deportiva, incluso en un deporte individual como el atletismo. En realidad, si sólo se trataba de saber quién era el niño que corría más rápido, todo aquel esfuerzo era absurdo: los entrenamientos, los viajes, las carreras en las que participaban cientos de niños… Todo el mundo sabía desde el inicio de la temporada quiénes eran los mejores. Así que la entrega de premios de consolación de aquel equipo de atletismo también servía para decirle a la gente más rápida que, en realidad, tampoco era para tanto y evitar que se le subieran los humos. El resto de los atletas no son una comparsa de los mejores, una decorado pintoresco para que muestren su superioridad.
Como no podía ser de otra manera, tras leer esto me acordé de Yasti y de Francis, de Juani y de Carmeli, de Pepe y de todos los que no menciono, y de los premios que entregaban al final de la temporada en la escuela de atletismo del Club Nerja en Málaga. Nadie se quedaba sin una medalla.
Entrega de premios en la escuela de Málaga del Club Nerja de Atletismo Ciudad Deportiva de Carranque, 24 de junio de 2009 Fotografía: Pedro Delgado |
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