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jueves, 16 de julio de 2015

EL TOUR DE FRANCIA, GALLO NERO Y LOS DOS PEDRO DELGADO




Precisamente ahora que se corre la ronda gala, he terminado de leer El Tour de Francia de Mario Fossati. Comparto con el periodista de Monza (fallecido hace un año y medio) el gusto por los mitos y las gestas deportivas, así que ha sido para mí un placer leer cómo fue el día a día de la prueba hace 63 años, pues el Tour que Mario Fossati nos narra, con ese minimalismo estilístico que le caracteriza, es el de 1952: el segundo Tour de Francia que ganó Fausto Coppi, el gran expreso italiano.

 Imagino lo que tuvo que ser para Mario Fossati viajar a Francia como cronista de La Gazzetta dello Sport, tras sobrevivir, unos años antes, a la campaña rusa en la Segunda Guerra Mundial. La alegría de vivir la fiesta ciclista junto a la joie de vivre la vida después de casi perderla pues, como cuenta Enrico Curró en la introducción, "de los catorce amigos de la taberna Robbiati llamados como soldados a la estepa para servir de parapeto en la retirada de los alemanes, él fue el único que volvió del río Don".


Mario Fossati


 En aquel Tour de 1952, que Fausto Coppi estuvo a punto de no correr por un problema de ego con Bartali, el italiano cambió la maglia rosa del último Giro por el maillot amarillo del líder de la prueba francesa. Y lo hizo en la décima etapa, la que afrontaba el Alpe d'Huez.


Fausto Coppi en la ascensión al Alpe d'Huez en el Tour de Francia de 1952

 El Alpe d'Huez no es una colina, sino una montaña. La colina, en las carreras ciclistas, representa algo cóncavo, algo local (por expresarlo de alguna manera), el paisaje. El Alpe d'Huez tenía la plenitud de la montaña. Es la subida, la ascensión total.

 Por entonces, el director técnico del equipo italiano era el excampeón Alfredo Binda. Un Binda que tuvo que lidiar con los egos y los intereses de unos y otros a la hora de confeccionar el equipo, y desplegar su táctica sobre las carreteras francesas, moviendo sus piezas, como si de una  partida de ajedrez se tratara, en función de las innumerables y no siempre previsibles circunstancias que se iban presentando.

 -¿Qué adversarios pueden estar a nuestro nivel? Faltan Bobet, Kübler y Koblet. Su ausencia no nos beneficia. La igualdad no ayuda a los mejores, premia a los peores. Dado que temen a Coppi y a Bartali en las subidas (y al primero también en la contrarreloj), tratarán de atacar y batir a los nuestros en las etapas supuestamente fáciles, que de fácil no tienen nada: en las etapas llanas.

 Mario Fossati seguía la carrera "desde el espejo retrovisor de una enorme motocicleta que pilotaba Alippi, un probador de coches de Moto Guzzi", y después visitaba el hotel de la delegación italiana para tomar una copa e intercambiar impresiones con Alfredo Binda. Luego escribe, pero sin "transformar en fantásticos a los personajes de su historia".

 La tienda del guerrero es el hotel, el lugar en el que el campeón desvela a sus más íntimos los misterios de la carrera, manifiesta sus dudas, confía sus temores y lanza sus desafíos.

 Por supuesto, en un deporte como el ciclismo, en el que las rivalidades "no se apaciguan ni después de la línea de meta", y en ese equipo nacional con Coppi, Bartali y Magni como primeras figuras y un destacado elenco de gregarios, se vivirá la tensión entre sus dos primeras espadas,

 Incluso una entrevista, una palabra o una idea pueden ser utilizadas o falseadas por quienes quieren sembrar cizaña. Y la cizaña, como dicen en Cittiglio, no hace falta sembrarla, porque ya crece sola.

pero también la reconciliación entre ambos corredores cuando Coppi le dé su bote de agua a Bartali en el Galibier (aunque aún hoy muchos siguen discutiendo quién cedió la botella) o, sobre todo, cuando Gino Bartali le pase su rueda a Coppi en la etapa Sestriere-Mónaco.


Fausto Coppi y Gino Bartali en la ascensión al Galibier
Fotografía: Carlo Martini

  Agitaba un ejemplar de L' Équipe. Señalaba el rótulo de una ilustración (el cambio de rueda entre Gino y Fausto): Coppi, que ya ha quitado su rueda, agachado, con su cabeza contra la de Gino, en el momento en el que coge la rueda que le ha cedido Gino. La amistad entre estos dos hombres tal vez (¡!) haya nacido justo en este preciso instante.

Bicicleta Bianchi con la que Fausto Coppi ganó el Tour de 1952


 La proeza de ganar Giro y Tour en el mismo año ya la había conseguido Coppi en 1949. Un Giro que ganaría por quinta vez en 1953, año en el que también fue Campeón del Mundo. Desgraciadamente, el Campionissimo murió prematuramente en 1960, a los 40 años de edad, después de contraer la malaria en una prueba que disputó en el antiguo Alto Volta (actual Burkina Faso), un país que visité, ajeno a este detalle, allá por 1997.

 Miro a Fausto y pienso en una máxima ciclista según la cual la grandiosa facilidad del estilo no consiste más que en un esfuerzo, en cierto modo, poco manifiesto.  
 *** 
 Coppi vuela: las llantas de sus ruedas no pesan. Fausto escala, como levitando. La bicicleta de Le Guilly está pegada al asfalto. 
 *** 
 Como sabemos, un campeón es aquel que, durante la carrera, afronta ritmos prohibitivos cuando es necesario, pero va despacio siempre que puede. Fausto lo bordaba. 

 Por edad, Coppi me pilla tan lejos como Anquetil, Bahamontes, Eddy Merckx o Luis Ocaña. Mi ciclismo está emparentado con los franceses Bernard Hinault y Laurent Fignon, el escocés Robert Millar, los colombianos Enrique Parra y Lucho Herrera, los italianos Claudio Chiappucci y Gianni Bugno, el americano Greg LeMond, el suizo Tony Rominger y, por supuesto, los españoles Ángel Arroyo, Marino Lejarreta, Álvaro Pino, Pedro Delgado y Miguel Induráin (seguramente me olvido de algunos nombres ahora).

 Como ven, hace mucho tiempo que dejé de seguir las retransmisiones ciclistas, tras tantísimos y sonados casos de dopaje. Por eso me ha gustado leer la crónica de aquel Tour del 52 que nos brinda la editorial Gallo Nero (http://www.gallonero.es/), pues siento ese ciclismo en blanco y negro, más próximo al de los ochenta y noventa que al ciclismo actual. Es como cuando uno ve en algún documental las imágenes de Cassius Clay bailando sobre el cuadrilátero. Cualquier combate de Mohamed Ali contra Sonny Liston, Frazier, Foreman o Norton es cien veces más memorable que el último y cacareado enfrentamiento del siglo entre Mayweather y Pacquiao. No hay color. Y no sólo porque las retransmisiones fuesen en blanco y negro, sino porque la calidad de los púgiles es bien diferente.

  A mí, el ciclista que más me gustaba de todos era Pedro Delgado. Por tocayo y por levantarme del asiento como ninguno: memorable su descenso a tumba abierta en los Pirineos en su debut en el Tour de 1983; su caída en el de 1984; su abandono por el fallecimiento de su madre en el de 1986; su pugna con el irlandés Stephen Roche, no apta para cardíacos, en el de 1987; su victoria en el de 1988; su despiste y tercer puesto en el de 1989; su cuarto puesto en 1990...


Pedro Delgado Robledo (Fotografía: Graham Watson)


 Debido a esa coincidencia en el nombre y el primer apellido, he compartido curiosas anécdotas con el ciclista a lo largo de toda mi carrera deportiva, la ultimísima durante la Feria del Libro de Madrid, cuando algunos seguidores del ciclista se acercaron a buscarlo a la caseta de Desnivel, en la que yo firmaba esa tarde. Venían con un ejemplar de A golpe de micrófono (las peripecias de un ciclista de élite reconvertido en periodista deportivo) bajo el brazo, y se encontraban conmigo y con mi Carta desde el Toubkal (Ediciones del Genal, 2015).

 En un post titulado La primera vez*, del 26 de octubre de 2014, ya les hablé sobre la primera vez que nos confundieron, pero, sin duda, la que más repercusión tuvo, llegando a salir incluso en el informativo de Telecinco, fue la que voy a mostrarles ahora:


El País, miércoles 6 de febrero de 2002


Diario As, miércoles 6 de febrero de 2002


Diario Málaga, febrero 2002


Contraportada As Andalucía, 22 de octubre de 2002


 Ya ven que la anécdota es de las buenas. Por cierto, y como no podría ser de otra manera, esta entrada está dedicada a mi tocayo, el ciclista Pedro Delgado Robledo (a ver si vuelvo a engancharme a sus retransmisiones), y a la editora de Gallo Nero, Donatella Ianuzzi, a la que felicito por su proyecto editorial.


*http://pedrodelgadofernandez.blogspot.com.es/2014/10/la-primera-vez.html




3 comentarios:

  1. Como siempre Pedro no paras de sorprenderme, ahora que Yo me dedico a este duro deporte del ciclismo, me ha alegrado este recuerdo a Fausto Coppi , en este pequeño relato que has hecho....como siempre lo bordas!
    Yo que tuve que dejar el Atletismo por las lesiones, puedo asegurar que el deporte de las dos ruedas no se queda atras en la exigencia del esfuerzo.
    De nuevo quiero aprovechar para mandar un saludo a todos los blogeros....y en especial a ti Pedro y mi amigo del alma Juan Sarria.Un abrazo

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    1. Jaja, no me acordaba que te habías pasado al ciclismo. Gracias por tu comentario. Y tienes toda la razón sobre la exigencia de la bicicleta. Tengo subrayado otra frase en el libro que dice: "El ciclismo era un oficio de pobres y para pobres. Un proceso de lucha, de selección, de supervivencia".
      A ver si nos vemos y te dejo el libro. Te va a gustar. Por cierto, la editorial Gallo Nero ha publicado otro título sobre este deporte: El Giro de Italia. Y está firmado por el gran escritor italiano Dino Buzzati, autor de El desierto de los tártaros.
      Un abrazo, Eduardo. Y lo dicho, a ver si nos vemos.

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  2. Día triste. Esta madrugada, a los 74 años, se nos fue Mohamed Ali, el boxeador más grande del mundo.
    Descanse en paz.

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