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martes, 8 de julio de 2025

LA SAUNA FINLANDESA DE PIRO MILKANI


Increíble, pero cierto de Piro Milkani (La Tortuga Búlgara Ediciones)
Fotografía: Enrique Sánchez

La sauna finlandesa
Checoslovaquia, Estado independiente desde 1918, logró históricamente una espléndida reputación mundial en el terreno deportivo. El atletismo, el hockey, el fútbol y los deportes de invierno la situaron, a nivel internacional, en el grupo de los países punteros, y ello a pesar de no haber superado nunca los quince millones de habitantes. Para los jóvenes checoslovacos de posguerra, la pareja formada por Emil Zátopek y Dana Zátopková se convirtieron en símbolo de inspiración. Zátopek con cuatro plusmarcas olímpicas y Zátopková récord mundial de lanzamiento de jabalina. Nacieron casualmente el mismo día, un 23 de noviembre de 1922. Era una pareja de atletas que, en términos de popularidad, superaban a cualquiera de las figuras políticas, académicas o artísticas de su tiempo. Zátopek, el símbolo de la juventud checoslovaca, fue aún más querido cuando en 1968 denunció públicamente la invasión rusa y, como resultado, fue privado de cualquier función y actividad deportiva y terminó de modesto trabajador en una empresa de pozos de agua, y ello hasta 1990, cuando estalló la Revolución de Terciopelo. Tras el disidente Václav Havel, era el segundo en popularidad, posición que conservó hasta el día de su muerte en el año 2000.
Emil Zátopek y Dana Zátopková hacia 1955
Fotografía: e-Sbírky, Národní Muzeum 
 ¿Y por qué sucedía algo así? Porque tanto en la Primera República de 1918 a 1938, como en la Segunda, de 1945 a 1990, el movimiento deportivo era absolutamente masivo. Su punto culminante fueron los Juegos gimnásticos Sokol (halcón) de la Primera República y la Espartaquiada Nacional de la Segunda, en la que participaron más de medio millón de deportistas.
 Cabía ser estudiante de arte, medicina o ciencias exactas, pero los programas deportivos, en los ciclos medio o superior, eran completos e iguales. El voleibol, la natación, el esquí en las montañas nevadas eran programas de cada facultad.
 Tras haber participado en las disciplinas deportivas que se podían practicar en las instalaciones de la ciudad, en el verano de 1958 y en el marco del programa deportivo, a los alumnos de la Academia de las Artes, juntos con los de la facultad de Agricultura, nos iban a desplazar a Trebon, ciudad medieval del sur de Chequia, en la que también estaban las mejores instalaciones deportivas para preparar las competiciones internacionales.
 Practicaríamos allí las disciplinas deportivas que no era posible ejercitar en Praga. Bádminton, béisbol, tenis, remo y natación en lagos eran parte del programa de quince días. Condiciones ideales. Villas en el interior del bosque y, un poco más allá, un lago.
 El profesor de educación física, un hombre de mediana edad, macizo y encantador, en las horas de descanso nos enseñó muchas cosas, si bien no nos hablara de deporte.
 A mitad del periodo de entrenamiento deportivo nos indicó que fuéramos bien de mañana al bosque a recoger troncos. ¿El motivo?
 –Esta tarde probaremos una verdadera sauna finlandesa.
 Al borde del lago había una barraca de madera. En su interior, en medio del habitáculo, grandes bloques de piedra. Colocamos allí los troncos y les prendimos fuego uno tras otro. Por la tarde, las piedras estaban recalentadas. Cuando comenzó a oscurecer, el profesor nos invitó a la barraca. Solo los chicos. El primero en desnudarse fue el profesor. Y tras él, todos nosotros. Nos indicó que podíamos sentarnos en los escalones de madera. ¡Pero cuidado! Cuanto más arriba nos sentáramos, más tórrido nos llegaría el vapor. Vació sobre la piedra el primero de los bidones de agua y en un instante se evaporó. Después el segundo y el tercero. Entre las nubes de vapor apenas nos distinguíamos unos a otros. Y a través del vapor oíamos al profesor decirnos que la sauna era el deporte más popular de Finlandia, pero no solo, también de Suecia y Noruega. Y que era su deporte favorito sobre todo en invierno. Y que una vez los cuerpos se caldeaban al máximo y sudaban por cada uno de los poros, salían de la barraca y se tendían en la nieve.
 Media hora después estábamos bañados en sudor. En determinado momento, el profesor nos ordenó que saliéramos de allí y que, a través del puente que unía la barraca con el lago, corriéramos a zambullirnos en el agua. Claro que, estrictamente, dicho puente no existía. Sobre unos postes hincados en el blando terreno, había dos listones de madera rodeados de juncos, a ambos lados, de más de tres metros de altura. Corrimos en fila y después, plaf, plaf, nos tiramos al lago. Alegría sin igual.
 Y ocurrió el milagro. Al regresar a las villas, no sentíamos el menor peso corporal. Nos sentíamos tan ligeros como si camináramos por la luna. Después de una ducha caliente y de vestirme con un chándal azul, dispuesto a encaminarme al comedor, oigo a Vašek decirme que me busca Šofr. Salí de mi villa y fui a la de al lado. Lo llamé, pero no había nadie. Lo llamé por segunda vez, nada. Pero poco después oí algo así como un susurro:
 –¡Pirooo! ¡Pirooo!
 El susurro venía de otro lado. De los altos juncos a orillas del lago. Me fui acercando y encontré a Šofr escondido detrás.
 –¿Qué haces aquí?
 –Han ido las chicas a la sauna. Dentro de un momento saldrán. Cúbrete las manos con las mangas del chándal y sígueme bajo el puente.
 –¿Estás en tus cabales? ¡Qué vergüenza!
 –¿Por qué vergüenza? Somos cineastas. Quizás un día debamos rodar una escena parecida en alguna película. ¿Para qué rompernos la cabeza en cómo hacerla cuando podemos observar en vivo cómo se desarrolla?
 Me convenció. Al final yo acabaría siendo cineasta. Nos arrastramos bajo los listones, que estaban separados de cinco a diez centímetros entre sí, y nos tumbamos boca arriba. Desde la barraca nos llegaban los cuchicheos de las muchachas. Sin tardar mucho, la puerta se abrió. Y como nosotros, media hora antes, corrían en fila las futuras cineastas y agrónomas. Y pudimos verlas pasar a través de la abertura. Algo oscuro se distinguía borrosamente entre sus piernas. Después nos levantamos para observar las siluetas de sus cabezas en el lago y para escuchar los gritos de alegría que les proporcionaba el agua.
 En tercer curso de la especialidad de cámara éramos seis estudiantes. Cinco checos y yo. Jaromír Šofr era, sin la menor duda, el más polémico y destacado de los seis. En cualquier práctica, su forma de iluminar y componer el encuadre era siempre diferente a la nuestra, la tradicional.
 Tras finalizar los estudios, lo poco que podía saber de mis compañeros me llegaba a través de la revista Film a doba, que recibía regularmente la biblioteca de los Estudios Cinematográficos. Y hete aquí que, inesperadamente, en 1967, la película Trenes rigurosamente vigilados (Ostre sledované vlaky), con guion de Bohumil Hrabal, dirección de Jiri Menzel y fotografía de Jaromír Šofr, ganó en Hollywood el oscar a la mejor película extranjera. Menzel tenía veintiocho años y Šofr veintisiete.
Cartel película Trenes rigurosamente vigilados
 En los años noventa y después, cada vez que tenía la oportunidad de regresar a la ciudad donde había estudiado, veía una y otra vez las películas de Menzel y Šofr, quienes, desde 1967, no interrumpieron nunca su colaboración, comenzada en la facultad. Mas en ninguna de sus películas vi nunca un episodio relacionado con la sauna finlandesa y la acechanza bajo el puente de las muchachas desnudas. Escenas eróticas todas las que quieras, pero sin incluir la sauna.
 Cuando hice de actor en la película Lamerica, de Gianni Amelio, concluida la jornada, casi siempre cenaba con el productor ejecutivo Enzo Porcelli. Sea por nuestra edad similar, o por el placer que sentíamos al referirnos nuestras respectivas «aventuras» estudiantiles, las mías de Praga, las suyas de Roma, el caso es que nos sentimos muy próximos. Fue él quien me animó a plasmarlas en papel con vistas a un futuro guion cinematográfico. Puesto que me llevaría demasiado tiempo narrar cómo llegué al guion y al rodaje de la película La tristeza de la señora Schneider (Smutek paní Šnajderové/Trishtimi i zonjës Shanjder), paso sin más dilación al momento de la conversación con la señora Jany Tomsové sobre la coproducción de la misma. Le gustó el guion ya en la primera lectura, de modo que me recomendó la colaboración con un guionista checo para que quizá ganara con ello la película. Sin la menor vacilación acepté. Unos días después se presentó en la oficina de Tomsové un joven, mi coguionista. Se llamaba Radek Šofr. Radek era el hijo de mi compañero Jaromír. ¡Oh, ancho mundo, qué pequeño eres a veces...! Le entregué el guion y le advertí:
 –Ten cuidado con el episodio de la sauna finlandesa, porque quien alienta a Lekë Seriani a acechar a las muchachas desnudas, no es otro que tu propio padre Jaromír.
 Y así fue. Tras cuarenta y siete años, recreé lo que nos sucedió a Šofr y a mí en Trebon. Šofr había tenido razón. No tenía por qué fantasear, bastaba con hacer lo que ya había hecho cuando aún no había cumplido los veintiún años.
 El estreno de la película en Praga fue en el cine Lucerna con seiscientos espectadores, entre ellos, cómo no, el mismísimo Jaromír Šofr. Vino a ver el trabajo de su hijo y de su compañero de clase.
 Ignoro si le gustó la película, pero al abrazarme me dijo:
 –¡Te felicito, compañero! Resultaste ser el más capaz de los seis de la especialidad de cámara.
 –¡Mira quién habla! ¡El compañero que ha ganado un oscar! ¡Qué ironía!
 –¡Oscar, sí, pero como camarógrafo, mientras que tú has llegado a director!
 –Es decir, el único traidor al oficio inicial.
 –No eres el único. Lo han hecho muchos otros.
 Pero si la acechanza valió la pena en Trebon, también le ha aportado poesía a la película.
Cartel película La tristeza de la señora Schneider 

 Este texto pertenece a Increíble, pero cierto, del cineasta albanés Piro Milkani, libro en el que, con aparente sencillez, recoge recuerdos, anécdotas y apuntes de toda una vida.

Escribí este libro de memorias con el anhelo de legar determinados recuerdos que podrían haber sido llevados al cine, pero, sobremanera, para mostrar que la vida de cualquier ser humano es mucho más hermosa cuando está plagada de sueños, retos, deseos, coraje y amor.
Piro Milkani

 Pueden leer mi reseña de Increíble, pero cierto clicando sobre el siguiente enlace:

https://cartadesdeeltoubkal.blogspot.com/2025/07/increible-pero-cierto.html

 Y a todos los alumnos del IES Isaac Albéniz de Málaga –sobre todo a los que estudian la asignatura de Cine–, decirles que esperamos tener este libro en la biblioteca del instituto el próximo curso.

Taller de cine del I.E.S. Isaac Albéniz de Málaga
Fotografía: Enrique Sánchez